Primeros pasos de una construcción en tránsito

Primeros pasos de una construcción en tránsito

Primer año de gestión provincial, marcado por estrechos vínculos políticos con Nación, una mirada con cambios hacia la Policía, Salud Pública en el candelero, presencia estatal para el auxilio de emergencia y varios desarrollos a mitad de camino.

Cuando Sergio Ziliotto asumió la Gobernación hace un año, desde ya que no imaginó -como ninguno de los líderes de la época- la que se le venía. 2020, que estaba proyectado como el año de su consolidación, fue un período para que los Estados taparan baches y marcaran presencia pero no tanto para crecer, sino para auxiliar, socorrer y generar cada día una estadística extraordinaria: la de contagios y muertes por coronavirus.

“Es lo que nos tocó”, fue la frase que más repitió en su intimidad el gobernador pampeano durante el último año. La pandemia, atada a una cuarentena con diversas fases y simpatías o antipatías populares, marcó los tiempos más que ninguna otra cosa desde aquel 10 de diciembre de 2019.

En ese fárrago, con momentos de altísima imagen positiva personal, Ziliotto dio algunos de los pasos que se esperaba para generar su propio poder: como gobernador de una nueva generación, pero llegado al cargo no solo por el voto popular sino con la marca del dedo caudillo, tiene la obligación de gestionar, administrar consensos, respetar algunas viejas tradiciones y a la vez ir armándose de un camino, un equipo y un estilo que le permitan ser por sí mismo.

En eso está, pero bajo tiempos y circunstancias muy especiales, con una burocracia más potente que nunca y con varias cuentas pendientes anotadas para cuando arranque 2021, que se espera más aliviado.

Subiendo la cuesta

En ese camino que ha sido el primer año de gestión, una cuesta empinada con circunstancias literalmente extraordinarias, el Gobierno tuvo aplauso, medalla y beso de la comunidad en los primeros pasos de la cuarentena: en esas primeras semanas de restricciones, además con resultados superexitosos, La Pampa era la tierra deseada, sin casos ni peligros, y con una sociedad en general muy dispuesta a cumplir las normas.

A la vez, apareció la mancha de la violencia institucional.

La Policía pampeana quedó marcada en las primeras semanas de cuarentena: saltaron por los aires los casos de apremios ilegales y de alguna manera el gobernador Sergio Ziliotto dio sus primeros pasos para marcar una conducta propia, anunció sanciones severas, hizo un fuerte discurso público para poner límites y le dio un espaldarazo a su ministro de Seguridad, Horacio di Nápoli, quien desde hace tiempo sostiene la necesidad de mejorar la formación para evitar esas formas de violencia institucional.

Los episodios en sí se ventilaron en el Poder Judicial, en la Fiscalía de Investigaciones Administrativas y en la Legislatura.

Un detonante fue la salida del jefe policial Roberto Ayala, no a raíz de hechos de este tipo concretamente, pero sí en relación a la discusión de fondo: Ayala, acostumbrado a los tiempos vernistas, pretendía con el gobernador una línea directa que no tenía y dio el portazo.

El escenario se modificó de tal modo que la ley que proyectaba el oficialismo para modificar el régimen policial de la dictadura se puso en debate más serio y profundo: el borrador de la Ley de Seguridad Ciudadana asoma como un proyecto democratizador, con miradas enriquecedoras desde ámbitos diversos, y promete ser una de las discusiones más interesantes del año de gestión que empieza.

Le realidad dejó poco plafón para el lucimiento de distintas áreas de gobierno: los flashes se fueron todo el tiempo con el ministro de Salud Mario Kohan, que siempre fue cauteloso y se mostró a la altura de las circunstancias, con un equipo que planeó el modo de afrontar la crisis con relativo éxito y que sigue mostrando solidez para esperar lo que viene y el proceso vacunatorio.

La Salud Pública pampeana volvió a mostrarse como una de las más respaldadas del país, aun cuando en este contexto sectores gremiales hicieron notar la necesidad de dotar al sector de mejores recursos, no solo materiales sino también de otro tipo, e incluso vinculados con la estabilidad laboral.

Después se focalizó sobre las áreas que determinaban ingresos y aislamientos.

La cuarentena empezó a generar grietas a medida que se prolongó: el cóctel amalgamó los reclamos genuinos, el hartazgo inevitable, el aprovechamiento político, la puja de intereses de distinto tipo y las contradicciones entre las propias normativas.

Los resultados, además, variaron: una vez que el virus ingresó en la provincia, se hizo dificultoso zafar de un ritmo de varias decenas de casos y de casos fatales que superan los 90.

En transición

La Pampa también tuvo otras bondades a mano: las reservas le permitieron manotear fondos propios sin necesidad de endeudamiento, una circunstancia que el resto del país observa con envidia. Un panorama similar se proyecta para el año que viene.

La oposición política, algo desdibujada a partir de su sociedad con el neoliberalismo de la fracasada etapa anterior, se atrevió a hacer algún reproche por esos fondos “guardados” que no se invirtieron en, por ejemplo, la construcción de viviendas.

Aun así este año Ziliotto lo anota como el del reinicio de planes provinciales que permitan atender parte de un déficit habitacional que se hizo gigante: unas 20.000 personas se inscribieron para acceder a casas sociales.

En las últimas semanas de este primer año de gestión, La Pampa anotó el compromiso del Gobierno Nacional de volver a invertir en el rubro.

Casi todo quedó a mitad de camino: desde el desarrollo de la Empresa Pampeana de Telecomunicaciones hasta la gestión del área educativa.

Todo indicaba, aun promediando el año pandémico, que durante 2020 Ziliotto se calzaría formalmente el traje de presidente del PJ pampeano, pero también ese trámite ha quedado para mejor ocasión.

Aparecieron, desde ya, alternativas para la circunstancia extrema, y en ese sentido el Estado puso a jugar sus recursos y los del Banco de La Pampa en sucesivos anuncios y planes, que todavía están en desarrollo pero que en la emergencia también demostraron utilidad para sostener empleos o pagar aguinaldos.

El Proyecto Energético que hizo algún ruido con parte del movimiento cooperativo es parte de las criaturas del ziliottismo, con la idea de generar una marca propia que le permita identidad.

La buena onda, el bolsillo y la “mano de obra desocupada”

Fue notable a partir de varios gestos y palabras la “buena onda” de la Provincia con la Nación: el proyecto de Presupuesto prevé varios intereses pampeanos, del mismo modo que jerarquías ministeriales han hecho la visita de ocasión con la firma de convenios correspondientes.

Las relaciones entre Ziliotto y el presidente parecen estar en un momento idílico, aunque desde ya empezarán a llegar los tiempos en que de las buenas intenciones habrá que pasar al contenido material.

El capítulo Portezuelo del Viento fue un detalle aparte, no menor, porque Nación se vio forzada a seguir desembolsando una millonaria suma tras otra en las cuentas mendocinas, porque así quedó pactado en el Gobierno anterior, pese a que la obra en sí parece bastante empantanada porque hay un consenso general en la necesidad de que haya estudios de impacto ambiental poco probables frente a ese emprendimiento.

En ese marco, flaco favor le hizo a la gestión actual el exgobernador Carlos Verna cuando disparó desde su Twitter aquello de que “nos cagó un compañero”.

La puja más o menos visible con algunos bolsones del ultravernismo marcó ciertos aspectos de la gestión: el ziliottismo en formación descubre cotidianas movidas de parte de “la mano de obra desocupada” del vernismo, dirigentes habituados en otros años a tomar decisiones de peso, manejar poder y suculentos presupuestos, pero que ahora tienen espacios de menor incidencia.

La Ley de Coparticipación será una de esas normativas que necesariamente harán ruido, porque afecta variados y grandes intereses, en directa relación -sabe el peronismo- con el “órgano más sensible”, es decir el bolsillo.

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