Puro massismo

Puro massismo

Por: Roberto García. Quedaron cuatro candidatos en el oficialismo: Sergio Massa, Cristina de Kirchner, Wado de Pedro y Daniel Scioli. Sorprendió a muchos el último raid del ministro: en un mes, desde Economía, pasó del fondo de la tabla a soñar con la postulación presidencial. Hazaña de equipo chico, finalmente es de Tigre.

 

En ese breve ciclo de 30 días le estiró la vida al gobierno de los Fernández, lo salvó del abismo financiero. Y mañana, de perseguido a perseguidor, anunciará con la Administración Biden un tratado impositivo que, se supone,  le generará una masa importante de dólares.  

Aunque le prestó el avión como si fuera propio, estuvo poco agradecido Alberto, ya defenestrado en la carrera por el 2023 aunque promueva como alternativa de su limitado espacio al canciller Santiago Cafiero: decidió viajar a Houston antes de fin de mes para repetir la flamante visita petrolera de Massa, como si compitiera con su presunto subordinado. O para insistir monotemático con Vaca Muerta, algo así como la “Argentina potencia” de los tiempos de Isabel. Un absurdo burocrático la gira: podían haber ido juntos Presidente y ministro, demostrar que había apropiada sintonía entre ellos.

 En cambio, Cristina parece menos celosa. Acompaña en silencio los giros capitalistas del funcionario, su inmersión en el neoliberalismo que ella odia: desde contraer más deuda, sonreírle a Washington, comprar dólares caros para vendérselos baratos a los sojeros, pactar con el FMI o aumentar las tasas de interés para enfriar la economía. Entre otras lindezas que la cuarentona bobada de La Cámpora mira por TV. Esa secta igual reconoce que Massa supera al pálido Martín Guzmán, que los embaucó durante su mandato, y a la ambición de Gustavo Beliz, un enemigo declarado de Massa, quien los privó de blandos préstamos internacionales.

También el nuevo ministro taponó el temor que había inspirado el tucumano Juan Manzur al llegar a la jefatura de Gabinete, para plantar la entelequia de suplantar a la jefa. Menos mal que a la muchachada del tablón aún le queda la dulce devoción de Máximo por el “superministro”, a cargo del club de admiradores, reclutado como dependiente durante la adolescencia y luego adiestrado en la Cámara de Diputados. Algo es algo.

Se explica la generosidad de Cristina. Aunque practica un laissez faire sospechoso con Massa, hay evidente devolución de atenciones. Ejemplos. La recomposición del Gobierno con el titular del BID, Claver Carone, ese detestado derechista según los Fernández, no solo responde a la tejedora tarea de un empresario pasado en años y a la despedida de Beliz, sino a montos suculentos que el organismo le promete aportar al país. Interesante asistencia crediticia que, buena parte, se canalizará hacia la provincia de Buenos Aires, el feudo que la vicepresidenta necesita preservar como santuario político para 2023.

Massa no reveló este favor en las reuniones en EE.UU., solo se encargo de pedirles a los empresarios antes de las reuniones: “No me pregunten por Cristina, si me apoya o no me apoya”. En general, se respetó esa condición. Y también él fue cauto. Cuando lo interrogaron en Houston por un decreto incumplido de CFK que habilita a los petroleros para retener dólares en el exterior, el ministro confió: “No quiero mentirles, más adelante veremos esta situación. Ahora estamos mal de reservas”. Además, si tampoco se aplicó con Macri, aguanten un poco.

Acuerdo con EE.UU. Como dato adicional de sus transacciones internas con Cristina vale computar otro dato. Massa, en Washington, reforzó un pedido que la vice había materializado previamente en un proyecto legislativo: la colaboración mutua entre la AFIP y su réplica norteamericana, el IRS, para que este instituto se comprometa en entregar la nómina de cuentas bancarias en negro que los argentinos tienen depositadas allá. Nada novedoso el requerimiento: es una copia de un instrumento que EE.UU. ha celebrado con más de 70 naciones.

Dice el dúo Cristina-Massa que se propone cobrar Bienes Personales por la evasión, una gigantesca fortuna, olvidando que hay otros tributos pendientes por esa ilicitud; sin embargo, el propósito real antes de esa punición apunta a promover un blanqueo que legalice esas cuentas no declaradas, quizás una millonada de dólares como obtuvo la administración Macri en su momento. Una forma de robustecer reservas para Massa y una cocarda para la autora intelectual de la medida: la viuda de Kirchner. Con el imperio también se puede hacer una revolución. Se firmó el viernes 9 y se anuncia el lunes 12, pero la implementación será difícil: hay dudas de que Biden informe on line esas infracciones tributarias.

Quizás sea efímero el estrellato de Massa, volutas de su fábrica de humo. O de su industria del ruido. Pero desde la presidencia de la Cámara de Diputados no hubiera alcanzado la actual estatura. Tampoco como jefe de Gabinete, cargo que se negó a aceptar cuando negociaba su incorporación con Alberto Fernández. Se empeñó en conseguir Economía, aún sin un equipo de notorios profesionales y con mínima formación. Para la foto, zafó del default con la deuda en pesos y renueva un convenio con el FMI. Pudo más la política que los números en rojo. Aunque a la vuelta del viaje intentará revertirlos con alguna muestra de austeridad, tipo la reducción de ministerios. Han descubierto que el Gobierno funciona mejor con menos carteras. Alerta en el género femenino: qué quilombo se va a armar si tocan a las ministras.

Nadie sabe hasta cuándo resiste la rara química entre Massa y Cristina, peronistas al fin, movimientistas: marzo podría ser un momento clave. Para esa fecha se debería resolver la candidatura oficialista, saber entonces si persiste la vice para competir por el máximo poder como desean sus conmilitones que lanzan su postulación. Para ella es la última oportunidad.

Massa, en cambio, dice que si no hay 2023 para él, puede cambiar de actividad o campeonar para el 2027. Pero está en la nómina. Igual que el inestable Wado de Pedro, a quien le da lo mismo convocar al incendio de la Ciudad de Buenos Aires y a las 24 horas invitar a los porteños opositores para un diálogo fecundo. Su suerte, como se sabe, está atada al obsequio que puede brindarle Cristina en el caso de que ella no se presente. Espera ese regalo.

Y, al final de la lista, distante, aparece Scioli con la teoría de mejoras comerciales con Brasil, quizás establecer una moneda única entre los dos países, temas en los que consulta a Martín Redrado, un todo terreno de la economía. Fugaz y penosa ha sido la pretensión presidencial del embajador, debió retroceder varios casilleros y piensa que sus vínculos con Lula (como CFK) pueden beneficiarlo para candidatearse. Siempre y cuando gane. Al menos para no salirse de la foto de los cuatro que quedaron en la cartelera oficialista.

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