El regreso del peronismo maldito

El regreso del peronismo maldito

"Más allá del esquematismo, del lenguaje alegórico y del exceso autorreferencial, representa un regreso al primer Perón".

Por: Gustavo Pisani.

Hace algún tiempo ya, alguien me preguntó qué opinaba de Juan Grabois, y entonces dije que para mí representaba lo más lúcido del peronismo en tanto había sabido descubrir, como Perón en 1943, un nuevo sujeto político: los trabajadores no registrados, sin derechos laborales, que quedaron excluidos del sistema. Lo que podía entenderse, a la vez, como un elogio y una crítica, dadas mis dudas ideológicas –conocidas por mi interlocutor–, respecto a la forma de construcción de poder del peronismo y los partidos políticos en general. Opinión que la lectura de Los Peores vino, sino a modificar, al menos a complejizar y a darle una forma más concreta y menos subjetiva.

Los Peores está construido como una serie de alegatos: su estructura es como la estructura de un juicio en la que Grabois, a la vez abogado y acusado, asume la defensa técnica de sus representados y la de él mismo como representante o dirigente político. Ahora bien, ¿a quiénes representa y contra quiénes alega? Grabois dice representar a “los Peores”, a la mitad peligrosa, la parte maldita de la sociedad, a la sociedad del Mal: los sujetos excluidos del mercado laboral y que están estigmatizados (el concepto es de Erving Goffman) socialmente como “vagos”, “planeros”, “buscas”, “chorros”, “drogadictos”, “ocupas”, “piqueteros”, etc., representaciones negativas que la sociedad del Bien ha hecho de los Otros. Así, por ejemplo, dice Grabois, la figura del “desocupado” es una figura confusa, una “confusión conceptual” antes que una categoría sociológica, ya que se confunde en ella desocupación con desempleo, trabajo con trabajo asalariado y registrado: “Todos los “desocupados” se ocupan de algo. Todos trabajan (…) Trabajo tienen, lo que no tienen son derechos”. Con lo que la figura del “desocupado” aparece como una designación ideológica: para “los Buenos”, el trabajo sólo es reconocido cultural y moralmente como trabajo en tanto trabajo en relación de dependencia (sobre todo si ese trabajo produce su enriquecimiento). 

Luego, detrás de esa figura, hay todo un conjunto de sujetos que no cuentan con un trabajo formal: “cartoneros”, “trapitos”, “manteros”, “vendedores ambulantes”, “quinteros”, trabajadoras sexuales, costureras, campesinos indígenas, etc. O también, por ejemplo, la figura del “ocupa”, en la que no se distingue jurídicamente la ocupación de la usurpación, condenando además las pequeñas tomas de tierras baldías pero no las grandes tomas de tierra que dieron origen a la estructura de la gran propiedad en nuestro país. Ahora bien, ¿quiénes integran esta sociedad del Bien, la supuesta “mitad que mantiene a la otra”? “Los Dueños”, dice Grabois, los grandes propietarios de tierras (es decir, la oligarquía terrateniente), los grandes empresarios, el Grupo Clarín y los propietarios de los grandes medios de comunicación, seguidos por la policía, los fiscales, los jueces (los “guardianes de la ley y el orden”), y también sujetos catalogados como “gerentes de la prosperidad” y “promotores de la paz” (¿mención elusiva a la Iglesia católica?). 

En fin, es contra ellos que alega Grabois, refutando las falsas acusaciones de políticos y periodistas, y que también nos da a conocer su plan: “Nosotros, Los Peores, tenemos un plan… un plan magistral para nuestra propia extinción (…) Tenemos un proyecto de sociedad”. Plan o proyecto que, más allá de mejorar las condiciones de vida de los excluidos, de la lucha por el reconocimiento de sus derechos sociales (derecho al trabajo, a la vivienda, a la tierra, a la salud, a la educación, etc.), presupone también la agrupación, organización y encuadre de los excluidos en “movimientos populares” bajo la conducción estratégica de Grabois para poder llegar a la sociedad prometida, al Estado de Bienestar, “…transformando el Estado impotente en un Estado planificador que implemente Programas de Buen Gobierno para el Desarrollo Humano”. 

Lo que, en términos más precisos, podríamos describir como un programa de sindicalismo y cooperativismo estatizados (con la CGT como centro) y un modelo económico keynesiano. Con lo que Los Peores, más allá del esquematismo, del lenguaje alegórico y del exceso autorreferencial en el que representante y representados se confunden en una sola identidad protagónica, representa un regreso al primer Perón, al Perón de los sindicatos y la Secretaría de Trabajo, y vuelve a traer a la escena política al peronismo maldito (el “peronismo como hecho maldito” de Cooke) y la imagen de una “nueva sociedad”. Lo que no significa una revolución, ya que, excepto la reforma agraria, no se trata de transformar la estructura social, si bien no puede saberse hasta dónde pueden llegar las reivindicaciones populares. En una palabra, puede decirse que Juan Grabois es a la Argentina de 2023 lo que Juan Perón fue a la Argentina de 1943, con la complejidad ideológico-política que eso significa.

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