¡Qué semana!

¡Qué semana!

Por Jorge Fontevecchia

De repente, como si el movimiento de uno encendiera el del otro y así sucesivamente, todo se puso en marcha. Cristina Kirchner  rompió su silencio, Martín Guzmán pudo hacerse cargo de la economía y bajar el dólar no oficial 15%, el mismo día se desalojó Guernica y a Dolores Etchevehere del campo entrerriano en conflicto, también se destrabó la designación del juez Rafecas como procurador con el público apoyo de Elisa Carrió y en el mismo acto se definió la interna del PRO con Rodríguez Larreta y Vidal junto a Carrió tras ella decir “Macri ya fue”.

Con recuperada lucidez, en dos frases Carrió contribuyó a ordenar parte del tablero de Juntos por el Cambio ya que no se podría apoyar al candidato a procurador propuesto por Alberto Fernández sin jubilar a Macri, quien asume una posición de intransigencia con el oficialismo. Los pobres tres tuits de Macri, un puñado de caracteres para responder las tres mil palabras del elaborado texto de Cristina Kirchner, demuestran la dificultad que tiene el PRO para tener oradores con sustancia y belleza retórica. 

Quien elaboró otro buen texto fue Juan Grabois en el discurso que grabó al anunciar el retiro del campo de los Etchevehere asumiendo lo que explicó como una derrota pero que puede terminar potenciando aún más su carrera política. Un síntoma de ello es la crítica pública que recibió de Hebe de Bonafini y en off the record de otras organizaciones sociales más La Cámpora. Les surgió un contrincante que los corre por izquierda, encima con métodos diferentes a la izquierda violenta, ajustándose a derecho y sin poder ser cooptado con cargos en un gobierno.

Encima Macri, como los Etchevehere, enfrenta en su familia la disputa entre hermanos por reclamos de herencia, en su caso el testimonio de Mariano Macri plasmado en el libro Hermano, de Santiago O’Donnell. Triste exhibición de desavenencias de la que ningún familiar puede surgir triunfante. En el caso de los Etchevehere, la muestra de frialdad del ex presidente de la Rural con su hermana, tratando el vínculo familiar como un “agravante” jurídico, es el mejor ejemplo del triunfo pírrico, esa clase de victorias que sería mejor nunca tener.

 Con “La carta robada” Lacan explica el funcionamiento del inconsciente: la carta siempre llega a destino

Incomparable la situación del campo entrerriano con la de Guernica en términos jurídicos pero simbólicamente unidos porque la economía cognitiva promueve razonamientos asociativos en forma de metáfora y metonimia. Igual confusión llevó a los chacareros entrerrianos a creer que lo que sucedía en el campo de los Etchevehere era la cabeza de playa de usurpaciones de campos agrícolas comparables con las del conurbano bonaerense, y a algunas líderes feministas a caracterizar el conflicto de los Etchevehere exclusivamente como una cuestión de género. Como bien escribió en su columna de ayer en PERFIL Roberto García, Dolores Etchevehere tiene también similitudes emocionales con la rebeldía de Patty Hearst, la heredera del imperio mediático de Randolph Hearst en versión posmoderna solo discursiva.

El texto de Cristina Kirchner en forma de carta abierta fue interpretado por los críticos del Gobierno como una “carta documento” al empleado Alberto Fernández notificándolo de sus errores para que sea registrado en su legajo. Los textos, como todos los mensajes, son resignificados por el destinatario más allá de la voluntad del emisor. Por eso cada uno tiene su sentido de la carta de Cristina Kirchner. 

Es interesante sumar a las metáforas sobre la carta de Cristina Kirchner la del cuento de Edgar Allan Poe La carta robada sobre el cual Lacan trabaja en uno de sus Seminarios para explicar el inconsciente. Podría vulgarizarse diciendo que la carta robada (en este caso el significado de la autora de la carta) es que una carta llega siempre a su destino.

La carta de Cristina Kirchner está estructurada sobre tres explícitas certezas y una certeza póstuma tácita: su impotencia para resolver los problemas de Argentina. Después de decir que “la Argentina es ese extraño lugar en donde mueren todas las teorías”, también con recuperada lucidez, concluye confesando que la economía, que ella referencia en uno de sus síntomas: el dólar, es de “imposible solución sin un acuerdo que abarque al conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales de la República Argentina. Nos guste o no nos guste, esa es la realidad y con ella se puede hacer cualquier cosa menos ignorarla”.

Lo destacable no es la exhortación a sectores para que se unan, de hecho en párrafos anteriores los había denostado, sino la confesión de carecer de capacidad al tratarse de un problema de “imposible solución” individual.

Que el kirchnerismo se quede sin recetas propias no es una mala noticia. Al igual que la certeza final de la carta de la vicepresidenta sea la no certeza: comenzar reconociendo la complejidad es un avance. “Solo sé que no sé nada” fue la célebre frase atribuida a Sócrates por Platón, indicando que la sabiduría procede precisamente del reconocimiento de la ignorancia. 

Quizás esta semana que pasó, algo comenzó a cambiar en la Argentina. 

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