La semana que vivimos ansiosamente

La semana que vivimos ansiosamente

Por José Luis Jacobo.

La misma idea de que solo en Mar del Plata y Pinamar hay un grado excesivo de falta de compromiso ante las medidas de cuidado y distancia en el contexto de la pandemia de coronavirus, es intrínsecamente perversa, pero se trata de instalarla continuamente.

De ahí parten las tensiones internas desatadas en las tribus del gobierno, las cuales llevaron a que se lanzara la idea de que —por culpa de lo que ocurría en Mar del Plata y Pinamar, obviamente— se justificaba retrotraer la situación de derechos constitucionales de los argentinos, a los años del Proceso.

Decretar un toque de queda sanitario, es decretar toque de queda. Algo que, claramente, requiere del acuerdo del Congreso. Al advertir que no hay espacio para tremendo grotesco, comenzaron a recular en chancletas para dejar todo en este estadío de alta confusión. Hicieron caer empleos de verano, provocaron el paro de  inversiones en el área gastronómica, y generaron zozobra adicional en un momento de por si azaroso.

La locura de el toque de queda se desgranó como arena fina entre los dedos, pese al entusiasmo (una vez más) de los medios de CABA que no dejaron que ni un minuto de aire pasara sin abalanzarse estúpidamente sobre la idea gubernamental, entre el interrogante “¿habrá toque de queda?” y el muy militante “los jóvenes no se cuidan y trasmiten el contagio a sus mayores”. En ese contexto fue que se llegó al delirio de Alberto Rodríguez Saa, quien sostuvo: “los jóvenes se contagian para contagiar a los abuelos y cobrar la herencia”.

El moño a esta nueva ronda de locura se la puso el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, que claramente dijo que la provincia no adhería a ninguna limitación en cuanto a las libertades ambulatorias. En Mar del Plata el intendente, en público, se mantuvo en las formas. Montenegro afirmó: “haremos lo que diga el decreto”. A todos les corrió frio por la espalda mal.

Esto va de bonus track. Entiendo que el intendente juegue la partida a su estilo y forma. Lo votaron a él. Pero, reitero, es un modo que hace que la gente se sienta muy sola, y nada acompañada. Obvio que la cuestión de las fiestas ilegales es todo un tema. Deberían recalcular y poner en marcha el programa “Mar del Plata Segura”.

Quien habló, y dio el punto de cocción de la temporada, fue Rottemberg. A Carlos le cabe aquello del antiguo proverbio árabe de “ten cuidado con tus deseos: se te pueden cumplir”. En sus propias palabras, la venta de la taquilla teatral es del 6 % del promedio de cualquier temporada en la ciudad.

Lo que es un dato cada día más intenso, es lo mismo que cada vez mas ciudadanos advierten: que hay un esquema de empleo público que es devastador. Cierro esta columna con esta cita de un funcionario público que le llego a uno de mis contactos: “Qué difícil es ser empleado municipal o estatal, donde los empleados sobran. Qué difícil es lidiar con ‘compañeros’ que no hacen nada. Que reclaman derechos sin obligaciones”. Agrega, en su entristecida expresión: “Posiblemente la mitad de la planta esté de más, y no cumpla funciones. El sindicato dice defender a todos. Habría que plantearse qué significa defender derechos laborales de parásitos”.

La defensa descansa.

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