Sergio Massa no cede el bastón, apuro verde por el aborto y una vacuna para las PASO

Sergio Massa no cede el bastón, apuro verde por el aborto y una vacuna para las PASO

Todas las miradas conducen al Congreso. Semana clave por el Presupuesto. Y se reaviva el debate por las primarias.

El fin de las sesiones virtuales: debuta la presencialidad en Diputados

Se termina la pandemia para el Congreso. El miércoles está citada una sesión especial para tratar el Presupuesto y rige el nuevo protocolo de sesiones mixtas con libre asistencia de diputados al recinto. Hasta la noche del domingo ya había más de 90 legisladores de la oposición anotados para estar ese día en sus bancas. Es la primera que habrá con debates en vivo desde que comenzó la peste en marzo pasado. La presión opositora en Diputados le hizo ceder a Sergio Massa lo que Cristina de Kirchner va entregando en cuotas. Allí la mayoría del peronismo es apabullante y el Senado, una cámara de veteranos -en número mucho mayor al de Diputados-, solo admite dos senadores por bloque, además de las autoridades de la cámara. Pueden rotarse según los temas, pero allí sigue mandando el último resto de la virtualidad.

La oposición confirmará en la reunión de la mesa de Juntos por el Cambio de este lunes, que se abstendrá de acompañar el dictamen del oficialismo, que el viernes aprobó una segunda versión del cálculo de gastos e ingresos. El desembarco masivo de los diputados en el recinto no será para buscar un consenso, como el que tuvieron las anteriores “leyes Guzmán” que este pidió para negociar con acreedores privados. Será un festival de la presencialidad y una nueva denuncia de la oscura afición del Gobierno por la virtualidad.

 

Padecimientos y consuelos

El esfuerzo de Massa este fin de semana era convocar a peronistas que asistan masivamente a la sesión. No es lo mismo responderle a más de 90 opositores desde una pantalla que hacerlo en forma presencial. Massa se esforzará él mismo de estar presente, después de reponerse de una pupa que lo tiene a mal traer y con destino, según confesó en sus charlas a amigos este fin de semana, de bisturí. Puede ser un efecto de caminar tanto por la cornisa. Esa dolencia, bromea, le suelen atacar cuando lo están timbeando para algún cargo nuevo. Igual sabe hacer un uso fructífero de sus padecimientos -en eso está también la astucia política-.

El miércoles debía cumplir con la promesa de recibir a las tribus celestes y verdes que discuten el proyecto de despenalización del aborto. Desconvocó la cita. A la que Cristina de Kirchner nunca confirmó si iría. Pero no podrá evitar presidir la sesión de Diputados, aunque sea de pie. Si no va, la debe presidir el larretista Álvaro González. ¿Alguien imagina una sesión de presupuesto presidida por un opositor, que representará al abstencionismo? Imposible. Massa nunca lo deja presidir a Álvaro cuando hay votaciones. Es la hora de las grandes picardías, y esa vara nunca se cede. En la línea de mando de la Cámara, si lo apartasen a Álvaro, siguen José Luis Gioja y Alfredo Cornejo.

Con ese banco, Massa prefiere postergar el quirófano. Si es una psico-somática, puede consolarlo Facundo Manes, neurólogo de nota, que asesora a Juan Grabois en la creación de la Universidad Latinoamericana de las Periferias, presentada por la CTEP en el Vaticano en el zoom del sábado de curas y organizaciones sociales. Pero lo tendrá que compartir con Mario Negri, que ese mismo sábado arrasó a la audiencia junto a Manes –que tiene raíces radicales– en un zoom más partidario. Tironeos propios del tiempo electoral.

 

Un presupuesto a tracción de superpoderes

El oficialismo dejó de lado las conversaciones con la oposición, que había pedido cláusulas que le rechazaron, como la facultad para las provincias de emitir bonos en pesos, o la renegociación de las deudas con el Anses. El argumento de Carlos Heller fue que intentaron satisfacer demandas de gobernadores y diputados. pero han accedido más a pedidos del Ejecutivo: el impuesto al Fondo Nacional del Transporte lo duplican, les dan el gusto a los gobernadores en automatizar el envío del fondo del Tabaco, aumentan el impuesto al juego. Ignoraron a la oposición: en universidades hicieron una “planilla de la felicidad” clientelistas, deciden a quién le dan plata según la filiación partidaria de cada casa de estudios, les niegan a las provincias la coparticipación del reparto del impuesto PAIS –el que tributan los gasto en dólar tarjeta– que irá, prometen, a una eventual reforma tributaria.

Heller se consagró en esas charlas de peña como el rey del VAR. A cada consulta respondía: voy a consultar, dibujaba la pantalla en el aire, y anotaba. "Se ve que es hombre de fútbol", era la broma. Cuando apareció con los 40 artículos de un virtual nuevo presupuesto fue más tajante: "Tenemos los votos. Si les gusta apoyen, y si no ya saben". Ese presupuesto, que se hace en el Ejecutivo, le deben bastar las abstenciones, para brindarle al FMI la ficha que pide del “consenso amplio”. En síntesis, es un proyecto que les da mucho a todos, y eso significa que el gasto lo decidirá el Gobierno en uso de sus superpoderes. El FMI, que entiende a la Argentina, tendrá que admitir que es mejor un presupuesto que maneja a dedo el Ejecutivo, aunque sea con números dibujados, que otro acordado y blindado por compromisos con gobernadores difíciles de cumplir. La arbitrariedad provee la elasticidad que no dan las normas, en un país castigado por las crisis y con gobiernos débiles.

 

Aborto: los verdes desesperan

Estos movimientos, entre el acuerdismo y la ruptura, aportan más inestabilidad al panorama. Los gobiernos, éste y otros antes de ahora, presumen de manejar una realidad oculta que nadie ve y de diseñar, sobre esa base, estrategias imbatibles. Piden que les dejen mover piezas con las que -maniobras de billar o ajedrez- van a producir grandes resultados. La experiencia dice otra cosa: son ensayos a prueba y error que la mayoría de las veces salen mal. No había ni información secreta, ni estrategia, sólo ansiedad para fugarse hacia adelante. En este tema del aborto, se quedan esperando verdes y celestes a que el Gobierno resuelva cuándo va a presentar, o no, el proyecto de despenalización.

Los verdes empiezan a sospechar de la seguridad del Gobierno en abrir esta batalla antes de fin de año. Por eso han girado su campaña hacia un proyecto que se presentó el año pasado con firmas de todos los bloques, en cabeza de la exdiputada Victoria Donda, y que lleva las firmas, entre otros, de Martin Lousteau, Brenda Austin, Silvia Lospennato –Cambiemos– y Máximo Kirchner (lleva el número 2810-D-2019). No esperan ya al de Vilma Ibarra, que es tan mágico que no se lo muestra a nadie. No van a dilatarlo más y por eso les basta con el de Donda.

 

El retorno del Dr. Vaporeso

Este cambio de curso es una manera de apurarlo a Alberto Fernández para que cumpla la promesa. También es una nueva aplicación del método de usar proyectos de la oposición para beneficiar al oficialismo. Lo hizo el peronismo del ciclo Kirchner cuando tomó iniciativas originales del radicalismo para avanzar en proyectos propios. Ocurrió con las estatizaciones de YPF, Aerolíneas, las jubilaciones y la ley de medios. Eran todos reclamos del radicalismo de los '90 en adelante, a las privatizaciones del peronismo. Este las relanzó para lograr mérito propio y arrinconar a una oposición, que estaba desarmada para rechazar esas ideas que ellos habían lanzado. Es la "gran Vaporeso", lema que evoca versos de la marcha que entonan los seguidores del valeroso personaje de Alfredo Casero: "Una vez nos tiraron con una moto, /La abarajamos y la pusimos a andar" ("Marcha del Dr. Vaporeso", 1996).

En el tratamiento de la despenalización del aborto de 2018, el gobierno de Macri mandó el proyecto para resolver urgencias circunstanciales, pero el presidente estaba en contra, y su hombre en el Senado, Federico Pinedo, hundió el proyecto. Por más que el oficialismo estuviera tan dividido como la oposición, en la pelea política terminó sacando lo que quería. Esto es lo que cuenta en política. El proyecto elegido ahora para hacer la campaña verde es menos rígido que el que rechazó el Senado un año antes. A los indecisos les acercan otro proyecto complementario, sobre un programa de atención de los niños durante la edad bebé. Está inspirado en el plan “1.000 días” que en algún momento propusieron Daniel Scioli o Juan Manuel Urtubey, y que existen ya en algunas ciudad como Tucumán y San Juan.

 

El espíritu de las leyes, el rugby y el fútbol

El mismo método Vaporeso es el que intenta el Senado para aprobar el proyecto de quitarle el carácter de vitalicio al mandato del procurador de la Nación. El peronismo desenterró dos proyectos opositores, de Lousteau y de Lucila Crexell, y los quiere aprobar en comisión. Estos dos opositores quieren retirarlos, pero eso lo va a rechazar el recinto del Senado, porque ya están en debate de manera formal. En la comisión de Justicia, a la que llamó con prisa de pícaro Oscar Parrilli, los dos autores avisaron que no podían tratar un proyecto presentado en otro contexto. Parrilli se rió de sus intenciones, aplicándoles la literalidad de los reglamentos.

Esteban Bullrich dio el apoyo a sus colegas de bancada, apelando al concepto de "el espíritu de las leyes". Montesquieu consagró ese lema para explicar cómo cada gobierno y cada sistema explica una cultura que le da origen. Acá, dio a entender Bullrich, se habla de darle plazo de mandato al nuevo Procurador, pero teme que de rondón impongan bajar la exigencia de 2/3 de los votos a mayoría simple, para elegirlo. Era un proyecto para un sistema político que tenía otros objetivos. Cristina, con simpleza pingüina, le dijo más o menos lo mismo a Luis Naidenoff en su última reunión, cuando se quejó de que algunos juegan el partido con las reglas del rugby, y otros con las del fútbol. Difícil de aplicar tanta densidad argumental en 5 minutos, por zoom y un viernes de primavera otoñal, como viene siendo esta rara primavera porteña.

 

El que no quiere elecciones cree que va a perder

Este columnista avisó en enero de este año que el Gobierno estudiaba la suspensión de las PASO para elegir candidatos a las elecciones del año que viene. El fin de semana este diario confirmó la noticia con los mismos argumentos: que son muy caras e inútiles, como han pensado los dos últimos presidentes, Macri y Cristina. No existía entonces la peste, pero el Gobierno ya tenía en aquellas fechas los argumentos de los peritos del PJ para que se suspendieran. Después de marzo, la noticia se complementó con las urgencias del Covid. Ahora se suma que es imposible hacer acá lo que ocurrió este domingo en Chile –sede de la elección más importante del continente en medio siglo, después de la de Argentina en 1983-, antes en Bolivia o Uruguay, y dentro de unos días en Estados Unidos.

Son explicaciones insuficientes, y eso hace valer una gran verdad de la política: el que denuncia fraude o no quiere elecciones, es porque teme perder. Esto está escrito en piedra y genera sueños de la razón, o sea monstruos (Goya). En 2009, el gobierno de Cristina adelantó las elecciones con el argumento de la crisis financiera internacional, y porque el mundo se nos venía encima. Fue la antesala de la derrota de una lista de diputados encabezada por Néstor Kirchner, Daniel Scioli y Sergio Massa. Alica, alicate, papá. Francisco de Narváez, estrella fugaz que no se sabe hoy dónde está, les hizo pelo y barba.

 

Especulaciones y conveniencias

La lección es que la ley no arregla lo que no arregla la política. Del lado del oficialismo hay tantas especulaciones sobre conveniencias como tribus en competencia. Cristina tiene fuerza territorial en parte de Buenos Aires y controla la superestructura del partido. Massa tiene su porción de territorio con un partido propio. Pueden beneficiarse de una suspensión de las PASO y convenir entre sí listas de candidatos en uno de los pocos distritos en donde se eligen cantidades importantes de legisladores. Alberto Fernández no tiene territorio, ni partido. En una componenda no tiene fuerza ni munición para imponer nada. La mira por TV o por zoom, que es menos que la TV. En todo caso puede colocar a un exministro, si cambia de elenco.

En la oposición hay diferencias. En Buenos Aires, hay una interna abierta entre el sector de radicalismo de Cambiemos -Daniel Salvador, Maxi Abad- y el de Gustavo Posse, que tiene aliados nacionales como Lousteau o Fredi Storani. Llevan la pelea partidaria a marzo y de ahí van a sacar candidatos, con PASO o sin PASO. Son orgánicos. Algo parecido ocurre en Córdoba, en donde no hay PASO para cargos locales. Dominan las preeminencias partidarias. A Mario Negri le convendrían una PASO para competir con Ramón Mestre, pero tampoco le convence ser candidato a senador nacional. ¿Dejaría la presidencia del interbloque que comparte poder con el oficialismo en Diputados por una senaduría en bloque minoritario? No es negocio. En la CABA Larreta no necesita PASO. Es un generoso aliancista, reparte más de lo que tiene y arma un frente interno sólido que va del macrismo puro a Carrió, pasando por el nosiglismo. Confía en que el futuro depende del sistema de reparto, no del sistema de capitalización presente.

 

Dentro de la vacuna todo, fuera de la vacuna nada

Mientras no se demuestre lo contrario, es una señal de debilidad de este Gobierno ante unas elecciones chivas: tiene que pasar de contar desgracias a contar votos. Que me digan dónde está la tabla de conversión. En este clima puede ganar cualquiera, salvo que apareciese el Cavallo de 1991, que dio vuelta las expectativas en marco con la convertibilidad y el peronismo aplastó en las elecciones de aquel año. Massa mandó emisarios a consultar con la oposición para una suspensión de las PASO en la provincia de Buenos Aires. Santiago Cafiero, cuya oficina confirmó los datos de la nota de Pablo de León, le hizo una consulta hace unos meses a Horacio Rodríguez Larreta para que sondease a la oposición.

El argumento es, según el Gobierno, si en el primer trimestre tenemos todas las vacunas y se vacuna a todo el mundo en el primer semestre, se harán. Difícil que el chancho chifle, porque el mismo doctor Anthony Fauci, que viene a ser como el Pedro Cahn de los Estados Unidos, acaba de decir a la BBC que "sabremos si una vacuna es segura para finales de noviembre, principios de diciembre". Después de esa fecha habrá que fabricarla y los primeros en recibirla serán el personal de salud, los de edad o estado riesgoso, pero no para la generalidad del público. En Juntos por el Cambio creen que, si le conviene al Gobierno, ellos deben oponerse.

El Gobierno sabe que el sistema fue hecho para embromar a la oposición. En una elección legislativa como la del año que viene no importa mucho, porque no hay que sindicar liderazgos y son, en realidad, 24 elecciones. Para aprobarla hacen falta 129 votos, que el oficialismo tiene en Diputados, con el auxilio del bloque massista de José Luis Ramón, premiado en estas horas con una dignidad envidiable: la presidencia de una bicameral para aplicar la ley del defensa del consumidor. ¿Habrá alguna vez alguien que nos defienda de los defensores –sean del pueblo, de los medios o del consumidor-?

La Justicia electoral ha estado siempre a favor de las PASO, pero si hay una ley, no podrá hacer nada. Exigirá, en todo caso, a través de la Cámara Nacional Electoral, algún sistema para elegir candidatos. Una ilusión, con partidos que resuelven más por dedazos que por elecciones. Tiene convocada a una comisión para organizar emergencias electorales, algo que reclamó en el Congreso Graciela Camaño hace algunos meses, para darle preeminencia al Poder Legislativo en el armado de unas elecciones en condiciones de peste. Para las votaciones que hicieron los ciudadanos de Bolivia y Chile que residen en la Argentina, el Ministerio de Salud exigió que hubiera una persona sola en el radio de 4 metros cuadrados. Con un padrón de 35 millones de electores vamos a tener, en todo caso, unas elecciones sanas pero que ocuparán todo el territorio patrio, incluyendo al de los mapuches.

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