Los tres candidatos de Cristina Kirchner, y la aspiración de la portavoz

Los tres candidatos de Cristina Kirchner, y la aspiración de la portavoz

Así como la disparada de la inflación y el dólar impiden proyectar, la vicepresidenta intenta afinar su estrategia 2023. En paralelo, crece la interna en la Rosada.

Por 

Walter Schmidt

“No saben qué hacer, porque lo que tienen que hacer no lo quieren hacer”, describe un economista peronista el laberinto en el que se encuentra el Gobierno, pero fundamentalmente quien detenta y ejerce el poder en la coalición gobernante, Cristina Kirchner. El ajuste está en marcha, y lo blanqueó la propia ministra de Economía, Silvina Batakis, que define la estrategia económica con el Presidente pero la valida con la vicepresidenta. El gobierno vicepresidencialista.

En los despachos oficiales replica con más asiduidad la percepción de que la única que hace política es Cristina. Algunos funcionarios la utilizan para marcar el contraste con la dinámica de Alberto Fernández, que esta semana blanqueó lo que desde hace tiempo es sabido: nunca quiso liderar el Frente de Todos para no pelearse con su mentora.

Luego de la derrota electoral del 2021 y de la negativa de Alberto a cambiar el gabinete y entregar toda la gestión (en particular, el Ministerio de Economía) al Instituto Patria, la vice diseñó una estrategia a partir de la cual se mostraba junto a los miembros de La Cámpora como opositores al Gobierno, aunque formaran parte del Ejecutivo. Un mensaje hacia dentro.

El puntapié inicial lo dio Máximo Kirchner, al renunciar a la jefatura del bloque de diputados del Frente de Todos y votar en contra del acuerdo de su gobierno con el FMI. Cristina también militó para que no  prospere el acuerdo en el Senado. Pero se aprobó gracias a Juntos por el Cambio.

Esa táctica asoma como un nuevo error de cálculo de la vice. En el perímetro del oficialismo se circunscribe toda la disputa política del país: por el poder, por las partidas presupuestarias, planes sociales, candidaturas, proyectos electorales, ingresos al gabinete, medidas económicas, proyectos legislativos. Algo que normalmente ocurre entre el partido que gobierna y la oposición, aquí se manifiesta en forma de interna desde hace dos años y medio.

Cristina versus Alberto; piqueteros como Juan Grabois que advierten sobre saqueos contra piqueteros albertistas que tratan de llevar calma; ministerios y áreas del Estado que reclaman que Batakis les retacea fondos; proyectos legislativos propuestos por ultra K como la moratoria previsional o el salario universal que afectan negativamente la política económica del Gobierno de no gastar más; críticas subterráneas de La Cámpora contra el congelamiento de ingresos de personal al Estado.

Ya no hay margen para ocultar que hay un ajuste o de argumentar, como lo hizo el Presidente, que todo es provocado porque “estamos creciendo mucho”. Se lo ha comunicado abiertamente la ministra Batakis al puñado de gobernadores que la respaldó la semana pasada, pero también a los intendentes del Conurbano bonaerense. Las partidas discrecionales, de las cuales la provincia de Buenos Aires era por lejos la más beneficiada, se reducirán.

La oposición ha pasado a ser un espectador privilegiado. “En un país civilizado, la disputa es siempre entre oficialismo y oposición. De allí surgen peleas, acuerdos. Acá pasa algo inédito, todo el costo político corre por cuenta del kirchnerismo, que encima no genera nada bueno”, resume un dirigente del PRO.

Los rumores sobre cambios en el gabinete no cesan, porque no se detiene la disparada del dólar, del riesgo país, de los precios. Sergio Massa vuelve a ser un aspirante a ingresar al gabinete pero no queda claro si Cristina, que se lo impidió cuando se fue Martín Guzmán, cambió de opinión sobre el respaldo de La Cámpora hacia el titular de la Cámara de Diputados. “A mí no me condiciona nadie. Máximo es el jefe de La Cámpora”, había dicho semanas atrás Cristina, cuando dio por cerrado el debate sobre el desembarco de Massa.

Las versiones también vuelven a impactar en la figura de Juan Manzur, que en una reunión con un grupo de empresarios aseguró “yo estoy afuera”. Algunos entendieron que del gabinete, pero CFK le habría pedido que se quede. ¿Con alguna promesa a cambio? El gobernador de Tucumán en uso de licencia dice que habla casi a diario con la vicepresidenta. Aunque no se entiende qué quiso hacer una semana atrás al difundir que los gobernadores peronistas se reunirían con Batakis para apoyarla y sólo asistió un puñado de ellos. Al sanjuanino Sergio Uñac nadie le avisó. No haber estado presente no es algo que desvele al mandatario provincial, que no quiere saber nada con ninguna candidatura nacional y preferiría, si de él dependiera, continuar un mandato más en San Juan. Aunque primero la Corte provincial debería habilitarlo. ¿Ocurrirá?

En privado, Manzur lanza acusaciones hacia quienes hacen rodar rumores sobre su alejamiento. Por caso, la portavoz presidencial, Gabriela Cerruti, habría manifestado su aspiración de dejar de aconsejar al Presidente sobre qué decir y de enarbolar la estrategia comunicacional -que desde el inicio de la gestión albertista hasta hoy no para de tropezar- para convertirse en Jefa de Gabinete. Entre los argumentos que ha dado, dice en privado que Fernández designaría así a “la primera jefa de Gabinete mujer”. Como si eso alcanzara para calmar a los mercados.

La crisis económica comienza a afectar los planes electorales del cristinismo. Ya no alcanza con que Alberto Fernández no vaya por la reelección. Se pretende movilizar al peronismo, algo difícil por el horizonte que se avecina. En algunas de sus innumerables reuniones, Cristina Kirchner ha deslizado que pretende para el 2023 un esquema de tres precandidatos presidenciales. Uno del norte, que podría salir de las aspiraciones entre Jorge Capitanich y Juan Manzur; uno de la zona centro, en la que la puja estaría abierta entre Sergio Massa y Daniel Scioli, por ejemplo; y un tercero del PJ bonaerense, tal vez algún intendente que retenga buena parte del voto del conurbano bonaerense, como Martín Insaurralde. El proyecto de Eduardo “Wado” de Pedro también podría encuadrarse en el esquema de la zona centro, aunque desde el oficialismo señalan que últimamente ha bajado sus acciones para una postulación presidencial, pero sería viable como compañero de fórmula.

En lo que respecta a la provincia de Buenos Aires, el esquema no sólo se consolida con la búsqueda de la reelección de Axel Kicillof. Cristina quiere que no haya PASO sino una lista única, con la fórmula a la gobernación, ella como senadora nacional y el resto unificado.

Pero así como la suba del dólar y la inflación que algunas consultoras empiezan a ubicar en superior al 100% para este año, impide a cualquier argentino proyectar, un Gobierno subido a esta debacle económica y con la imagen negativa de sus principales referentes por las nubes, tampoco puede hacerlo.

Una reflexión, ya utilizada en este espacio, cada vez reafirma un poco más su vigencia. Después de las elecciones del 2021 que marcaron la derrota del kirchnerismo, un ex todopoderoso dirigente peronista del conurbano, hoy al margen del escenario político, profetizó que al peronismo le pasaría algo peor que al radicalismo cuando eclosionó el gobierno de Fernando de la Rúa con la Alianza. “Le va a costar mucho más tiempo volver, después de que estalle en mil pedazos”, pronosticó. No hay ningún indicio por ahora, de que algo así no pueda ocurrir el año próximo.

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