"¿Qué Azul estamos construyendo (o destruyendo) para las niñeces?"

Los primeros días de este mes, entre el calor veraniego y encuentros que nos acercan a la magia característica de los Reyes Mayos, nos dejaron imágenes que recorrieron la ciudad.

Preparativos, regalos y un recorrido: saludar a las niñeces para que la magia se cultive en cada rincón en compañía del montoncito de pasto y del tarrito con agua. Será la mañana siguiente el momento de levantarse con ansias, con una corrida por algún pasillo, con un zig zag entre muebles al sonido de nuestros papás, mamás o cuidadores de "¡con cuidado, no te vas a lastimar!". Después de estas pruebas llega la última, la decisiva: es el momento de ver si los Reyes este año pudieron traer algo, no importa qué -dicen las niñeces- porque los juguetes no tienen género, comentan que son para jugar.

Días de encuentros. Y en estos días en los que las niñeces están en el centro, especialmente por los saludos dirigidos por los Reyes Magos, nos preguntamos qué mundo estamos construyendo para ellas; especialmente qué Azul se está pensando para ellas. No podemos olvidarnos de que las personas que circulan y posan ante las cámaras son las mismas que ni siquiera han participado de la elaboración del GIRSU (en el caso del oficialismo) o lo hicieron muy acotadamente (en el caso de la empresa Transportes Malvinas, que solo participó de los primeros tres encuentros). Por si te preguntas de qué se trata, podríamos resumirlo en una política con enfoque ambiental, social y económico que consiste en la separación, recolección y tratamiento diferenciado de los residuos (con la inclusión de los recuperadores urbanos) entendiendo que no todo es basura, que no todo se entierra. Si no participaron del GIRSU, podemos inferir que el futuro que construyen, por el que abogan a partir de sus decisiones actuales, es uno sin perspectiva socioambiental. Se construye hacia el enterramiento de basura que en realidad no lo es; porque solo es basura aquello que hoy no puede recuperarse para ser reinsertado al circuito productivo. Por lo tanto, a las niñeces solo les quedaría la opción de, en el mejor de los casos, ver como crecen a diario montañas gigantes de basura que se venden como lo mejor que podemos hacer con ella.

Hablar de la gestión de los RSU (Residuos Sólidos Urbanos) solo es inmiscuirnos en la punta del iceberg, en lo visible, en lo que vemos a diario. Lo ambiental no empieza ni termina acá; está en lo que producimos, en lo que respiramos, en la calidad de los alimentos que comemos y del agua que bebemos, en la infraestructura de nuestros barrios (que condiciona cómo vamos a transitar los eventos naturales que ya estamos viendo que son más intensos y frecuentes) en las condiciones de nuestras calles para que caminar después de una lluvia no sea una osadía. En fin, el ambiente es todo y el futuro es hoy, no es postergable. Por eso, esta es una invitación a preguntarnos: ¿Qué le estamos dejando a las actuales niñeces? ¿Estamos construyendo o destruyendo para el futuro de ellas?

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