COVID las 24 horas: cómo se combate la pandemia desde la trinchera hospitalaria platense

COVID las 24 horas: cómo se combate la pandemia desde la trinchera hospitalaria platense

Médicos y médicas platenses le contaron a Diagonales cómo se vive el peor momento puertas adentro. Sus luchas, sus temores, sus reclamos, sus miradas sobre la sociedad que dejó de aplaudir a las 21 para ir a los bares a tomar una cerveza.

Angustia, agotamiento, cansancio, fuerza, son los términos que emergen si uno les pide a médicos y médicas de hospitales públicos de La Plata que definan su estado en este momento de la pandemia con una sola palabra. Se los escucha tan cansados como convencidos, y ellos piden que se los escuche un poco más.

Mailén Cardo tiene Covid y está aislada en su casa. Su madre no lo sabe, porque sólo habla de los pesos de la pandemia en su cuerpo con compañeros del Hospital y con su psicólogo, “para no preocupar a nadie”. Julia Villulla está tan cansada que dice sentir ya un cierto acostumbramiento, y que para ver ese cansancio hay que ir a las huellas que el roce de las máscaras va dejando en los rostros de quienes  las portan 24 horas seguidas. Luciano Milanesio se declara optimista, y dice que su hija y la responsabilidad con la profesión que eligió le dan impulso para no bajar los brazos y estar de pie hoy enfrentando esta situación. Carolina Pérez Duhalde se siente “alienada, como en una película que no termina más”. Le cuesta disfrutar de lo cotidiano, de su familia porque tiene “la mente ocupada pensando todo el tiempo en el hospital, ni siquiera es tiempo de pensar en cómo una está”. Así están los soldados y soldadas que luchan por la salud de todos contra este interminable enemigo invisible, con medio año de batalla sobre el lomo. Aquí sus historias.

AL BORDE DEL PRECIPICIO, Y AGOTADOS

“El crecimiento del volumen de casos diarios se traduce en un mayor volumen de pacientes que ingresan y nos hacen trabajar a la máxima capacidad con el riesgo inminente de colapso que venimos manifestando. Hoy  el cuello de botella más importante es el personal de salud, que está trabajando con mucho cansancio físico y mental a raíz del aumento de la demanda y la dificultad clínica de los pacientes de covid” advierte Luciano Milanesio, médico intensivista del Hospital San Martín y el Hospital Italiano de La Plata. Le preocupa la falta de recurso humano en ese servicio que suele ser la última línea divisoria entre la vida y la muerte: “son especialidades que vienen en crisis desde hace tiempo y hoy se profundizan, por la pandemia y por los bajos salarios. En las terapias intensivas no lográbamos desde antes cubrir las vacantes, y hoy cuando los compañeros que se infectan y se tienen que aislar que tenemos que cubrir esas bajas, y eso nos lleva estar extenuados. Esto es trasladable a todos los sectores” afirma describiendo su realidad cotidiana. Tiene un lugar tan importante como exigente en esta lucha: “el trabajo dentro de terapia intensiva que se lleva adelante con todo un equipo interdisciplinario, requiere un estado de alerta constante, con pacientes muy dinámicos que cambian su situación hora a hora, y eso hace que sean jornadas muy agotadoras”.

 

Mailén Cardo trabaja en clínica médica en el servicio de clínica del mismo hospital y en el Instituto del Diagnóstico, pero hoy está en su casa. “Venía con un agotamiento terrible, era llegar a casa y sólo dormir, levantarse, trabajar, y volver a dormir”. Se contagió de Covid pero intenta “ver el lado positivo, era la única manera de parar, después de casi seis meses de hacer cuatro guardias por semana estoy en mi casa tranquila”. Desde su descanso, si a estar enfermo se le puede llamar así, sigue preocupada por sus compañeros y compañeras, por el servicio de clínica, que es algo así como la primera gran trinchera que recibe todo en el hospital, y por la falta de camas críticas activas para poder derivar más pacientes a terapia intensiva. “El tema no sólo  es tener un respirador, sino también un monitor que te vaya diciendo todos los parámetros de un paciente permanentemente. A veces la posibilidad de meter un paciente en terapia, que ya tendría que estar ahí desde antes, es se muera otro y se libere una cama”. Este punto es para ella lo más triste de momento actual dentro del hospital. “El último sábado que estuve de guardia tenía dos pacientes que eran para terapia, pero había lugar para uno. ¿Sabés lo desgastante que es tener que decirle a una familia que su pariente tendría que estar en terapia y no hay lugar? Ese día volví a casa y lloré más de dos horas. Si bien trabajamos en cuestiones de bioética, y entendemos que las decisiones tienen que ver con una situación y no con nuestra elección, no podés dejar de pensar: ¿quién soy yo para decidir?”. No hizo falta preguntar cómo habían terminado esas historias.

Julia Villulla es residente del servicio de Cardiología del Hospital Rossi y cursa su último año. “Los y las residentes  somos la primera línea de la primera línea, los primeros en llegar y últimos en irnos” dice en relación a este grupo injustamente poco nombrado de quienes ponen sus cuerpo todos sus días a disposición de esta lucha social y sanitaria. “Cambiarse más de diez veces por día y cargar todo el equipo de protección todo el tiempo es agotador, las guardias de 24 horas sin sacarte el barbijo dejan marcas del roce en las caras de compañeros y compañeras. Pero de alguna forma te vas acostumbrando a ese cansancio”. Las residencias se extendieron cuatro meses por decreto, y quienes estaban a punto de culminar ese ciclo de formación a partir de esa decisión deben cumplir esos cuatro meses más de servicio. Julia rescata la entrega frente a la determinación oficial: “la mayoría eligió quedarse en el sistema de residencia igual, nunca le corrimos el cuerpo y no se lo vamos a correr”. Cuenta que intenta no proyectar para poder manejar menor la ansiedad “nos manejamos en el corto plazo, porque no sabés que puede pasar de acá a una semana”.

 

Carolina Pérez Duhalde es instructora de residentes y médica de planta de clínica en el San Martín. Describe este momento como “agobiante y cansador. La extensión de la emergencia sanitaria fue una noticia abrumadora porque venimos con un desgaste muy importante y un stress tanto físico como psicológico, porque en el trabajo del día a día estás pensando que podés contagiarte vos y a tu familia”. Habla rápido y con firmeza, y pide perdón varias veces durante la charla por estar tan a mil, como “alienada, estoy tan inmersa en esto que hasta me cuesta disfrutar cualquier cosa, es hasta patológico pero estoy en esa dinámica y no la puedo romper” se descarga. Cuando responde sobre qué es lo más angustiante de esta situación para ella, cuenta “el caso de una enfermera de treinta y pico de años, sin factores de riesgo,  que estaba en su casa con covid y a los siete días terminó entrando de urgencia y ventilándose en la última cama disponible de terapia. Y eso es lo que nos angustia en nuestra cabeza ahora, pensar que en algún momento esto va a colapsar, y cómo organizarte y reorganizarte para prepararte para ese momento que no querés que llegue pero sentís que va a llegar, en el que no haya posibilidad de atención para un paciente crítico por falta de un respirador o un profesional que pueda manejar ese respirador. La proyección de lo que puede llegar a ser acarrea todo el tiempo mucha angustia, mucha presión, mucha ansiedad, y es un estado permanente”. Escucharla genera una mezcla indescriptible de empatía y huesos helados.

DE LOS APLAUSOS A LAS BIRRAS EN BARES: ¿CÓMO SE VE DESDE ADENTRO?

Carolina y Luciano coinciden en no caer con toda la responsabilidad sobre la sociedad, que hoy entrega todos los días imágenes muy lejanas al cuidado personal y colectivo de las primeras semanas de cuarentena,  cuidado indispensable para alivianar la situación de los hospitales. No dudan en que la sociedad sigue reconociendo su trabajo y su esfuerzo, y definen el momento actual como una especie de mecanismo de autodefensa a partir de la negación. “En un contexto de pandemia los mecanismos de autodefensa son empezar a negar esa situación que tanto te angustia, tanto te afecta y tanto te limita. Creo que estamos en esa fase de la pandemia en la que de alguna manera cierta parte de la sociedad necesita negar la existencia de la pandemia y lo que están pasando, o no pensar lo que pasa dentro de los hospitales” explica la médica clínica, y agrega “yo pongo el eje ene el Gobierno en este caso”. Su compañero de hospital concuerda también en este aspecto “no quiero trasladar la responsabilidad absoluta a la sociedad. Creo que en este contexto el Estado tiene que tener la cintura adecuada para llevar adelante medidas necesarias que la sociedad pueda cumplir, y que se puedan brindar todos los recursos para hacerlo. Es necesario que lo podamos lograr de conjunto, el Estado presente es necesario y la responsabilidad individual también es necesaria”.

 Mailén y Julia tienen una mirada diferente. “En el San Martín tenemos muchos pacientes que son de otros países, y a veces atender a pacientes argentinos suele ser desgratificante; a veces parce que la sociedad argentina toma la salud como un derecho adquirido a sus trabajadores como esclavos. Y esto es desde hace años, no por la pandemia. La sociedad argentina es muy individualista, ve siempre sus propios problemas, y así para mucha gente la necesidad de salir a tomar una cerveza es mayor que el éxito que tuvieron las políticas de cuidado que se implementaron, y no pueden despolitizar el tema” afirma la primera, mientras se recupera del Covid. Y agrega “todos los médicos asumimos que nos vamos a contagiar, lo que da bronca es la gente que se contagia en una marcha anti derechos, anti cuarentena, anti lo que sea, anti, porque se contagian yendo a decir que el virus no existe”. La residente del Rossi la acompaña en el sentimiento “me provoca tristeza e incertidumbre ver a tanta gente sin barbijo, sin cuidarse, todo el tiempo pienso: ¿dónde los metemos si se infectan? La libertad no es hacer lo que uno quiera, sino respetar los derechos de todos”. Y agrega también su cuota de bronca: “las marchas anti cuarentena dan asco, son discursos desestabilizadores del gobierno que se miden en vidas”.

 

Las distintas perspectivas aparecen como un reflejo de la contradicción entre de los intentos de trabajadores y trabajadoras de la salud por comprender a esa sociedad que día a día luchan por salvar, y la angustia de sentir que inevitablemente se acercan momentos incluso peores al actual.

RECLAMOS ESENCIALES: PASÓ LA POLICÍA, AHORA LOS MÉDICOS

El pasado jueves se llevó a cabo una jornada de protesta de gremios provinciales de la salud, que en La Plata tuvo manifestaciones en los hospitales San Martín y Rossi. Trabajadores y trabajadoras de la salud perdieron un 35% de poder adquisitivo durante la gestión Macri-Vidal, y hoy el sueldo inicial para los profesionales bonaerenses es de $46.800 en los hospitales y de $32.000 en los centros de salud. A esto se le suman los más de 16.000 contagiados y los 75 fallecidos del sistema de salud bonaerense desde que empezó la pandemia. “Para nosotros esos números tienen nombre y apellido, son nuestros compañeros, compañeras, y la verdad que eso tiene toda una carga subjetiva, mental y física que en este momento se siente, y se siente mucho” le expresó a Diagonales Pamela Silva, Delegada de CICOP del Hospital Rossi. En abril, la salud bonaerense cerró una paritaria con un aumento promedio del 20% y la promesa de reapertura en junio. Esa reapertura no llegó, y la del jueves fue ya la tercera jornada de protesta por una nueva convocatoria.

“Necesitamos la reapertura de la paritaria, una recomposición salarial y nombramientos necesarios para también poder tomarnos licencias, licencias que es necesario que el Gobierno habilite” dice Luciano Milanesio. La extensión de la emergencia sanitaria por seis meses hasta marzo dejó sin posibilidades al personal de la salud de tomarse un mínimo  descanso, tan necesario para seguir, y de licenciarse a quienes tienen factores de riesgo. “Si en este momento, con el agotamiento físico y mental que venimos teniendo los trabajadores y trabajadoras, no podemos generar un mecanismo para que podamos tomarnos licencias distribuidas en el tiempo, sin que deje de funcionar nada en el hospital, no vamos a poder brindar la atención que corresponde, y a su vez nos exponemos más al riesgo, porque llega un punto en que no te podés cuidar vos de la misma manera” agrega Carolina Pérez Duhalde.

Pero no son sólo los Gobiernos quienes deberían escuchar y acompañar estos reclamos. “Cada vez que salimos a reclamar condiciones dignas de trabajo y mejores salarios, lo que nos implica muchísimo estrés, la respuesta de la sociedad es: vagos, laburen, qué se quejan, vayan a atender el hospital. Entonces, a mí los aplausos me daban bronca, porque pensaba: salgan a apoyarnos cuando estamos peleando por un servicio de salud de calidad” se queja con razón Mailén Cardo. Pérez Duhalde complementa esta mirada “Creo que nunca se pudo avanzar en transformaciones profundas en el sistema de salud porque la sociedad no considera que es un derecho y no pelea por ello, siempre somos  los trabajadores. Por eso espero es que cuando nosotros intentemos visibilizar nuestras demandas como sector para que las atienda el Gobierno, la sociedad sí pueda acompañarnos”. Y Milanesio sentencia: “Es necesario discutir qué tipo de sistema de salud queremos, si uno orientado al mercado y los negocios en la medicina o uno orientado hacia las necesidades de la población y la salud como derecho humano. Esto es algo que tenemos que poder discutir, no podemos volver después de la pandemia a lo mismo y que en el futuro vuelva a suceder en el mundo una situación como ésta”. Preocupados y preocupadas por la actitud extorsiva y amenazante para la democracia de la policía bonaerense, trabajadores y trabajadoras de la salud también reclaman, con justicia, sin abandonar sus puestos desde donde siguen salvando vidas, y con una mirada puesta en un futuro mejor para todos.

 

ESCUCHAR Y SEGUIR A QUIENES SIGUEN SALVANDO VIDAS

“¿Qué te hace levantarte cada día para seguir peleando esta extenuante batalla?” se les preguntó. “La gente que nos necesita, el optimismo de saber que podemos hacer la diferencia entre la vida y la muerte” dice Julia Villulla. “Elegí una profesión de servicio para poder ayudar a las personas a superar momentos de extrema dificultad, y ese es mi motor” responde Luciano Milanesio. “Mis compañeros y compañeras, el hospital, que hoy es mi casa y donde hago para lo que me preparé” afirma Mailén Cardo. “La responsabilidad que siento que tengo en este momento, y la posibilidad de transformar la salud pública para que sea un verdadero derecho para la población” es la respuesta de Carolina Pérez Duhalde.

El Gobierno volcó miles de millones a la salud, pero hace falta aún mucho más. La sociedad aplaudió como héroes y heroínas al personal de la salud, pero hoy falta volver a aplaudirlos y aplaudirlas cuidándonos entre todos. Y siempre será necesario acompañarlos y acompañarlas en sus luchas permanentes por una salud pública de calidad para toda la población. Hoy, más que hace seis meses, escuchar y cuidar a quienes nos cuidan es lo imprescindible.

Comentá la nota