"A mí ser Piazzolla no me abrió ninguna puerta"

"A mí ser Piazzolla no me abrió ninguna puerta"
El baterista ganó un Gardel de Oro por el disco homenaje a su abuelo que hizo con Escaladrum. Con esa banda se presentará en el Festival Buenos Aires Jazz que comenzará esta noche y participarán más de 300 artistas. Sacó su primer disco solista, Arca rusa.

Juan Manuel Strassburger

Como su abuelo cuando un día la instructora de bandoneón le pidió que dejara de insistir con ser director de orquesta y le mostrara lo que verdaderamente llevaba adentro (o sea, el tango), Pipi Piazzolla también tuvo un momento bisagra en su vida. Fue al terminar el secundario y azuzado por una parte de su familia que temía por su futuro, se anotó en la carrera de Marketing. Hace años que venía dedicándose ciento por ciento a la batería, obsesionándose primero con los ritmos murgueros que la hinchada de su querido River Plate y luego con la rítmica de los genios del jazz, pero la presión y el miedo evidentemente habían sido más fuertes y aquel primer día de clases se presentó en la Universidad de Palermo dispuesto a cumplir el mandato. Pero algo pasó.

"Llego a la clase y lo primero que me dicen que tengo que leer todos los días el Ámbito Financiero, El Cronista Comercial. Ahí me paro y digo: 'Discúlpeme profesor, pero esto no es para mí'." Y salgo. Me voy directo al restaurante de mi viejo, donde laburaba, y veo que justo estaba mi abuelo. Les cuento lo que pasó. Entonces mi viejo agarra todos los apuntes, los revolea por el aire, y mi abuelo me dice: 'Grande pibe. Sé músico. Sé pobre. Sé feliz.’ Y ahí nunca más lo dudé", recuerda ahora, veintipico de años después, y luego de haber tocado (y aprendido) junto a Paquito D'Rivera, Ute Lemper, Guillermo Klein, Aaron Goldberg, Hugo Fattoruso y Chick Corea, entre otras luminarias; y de haberse llevado el último Gardel de Oro nada menos por Piazzolla plays Piazzolla, el disco homenaje a aquel abuelo que le terminó de dar el empujón anímico para dedicarse a la música, pero en clave de jazz.

"Con Escalandrum, el grupo con el que venimos tocando desde hace más de 15 años, ya estábamos contentos con ganar el Gardel de Jazz y estar nominados al de Oro. Para nosotros era imposible conseguirlo. Imaginate que competíamos con Babasónicos, Miranda! y que hasta ahora sólo lo habían ganado Sandro, Mercedes Sosa, Cerati, Calamaro, Charly y dejá de contar. Por eso cuando anunciaron que ganábamos me quebré", confiesa a horas de haber estrenado nuevo disco (como solista, Arca Rusa) y de participar del Festival Internacional de Jazz (ver recuadro). Y reflexiona: "A mí ser Piazzolla no me abrió ninguna puerta. Al revés: todo el mundo me pedía que tocara el bandoneón. Insistir con ser batero me cerró muchas puertas".

–Además de los premios, la repercusión, ¿qué gratificaciones te trajo Piazzolla plays Piazzolla?

–A mí lo que me mata es que a este grupo lo van a ver muchos integrantes del quinteto de mi abuelo. Tipos como Fernado Suárez Paz, Héctor Console, Horacio Malvicino. Que te venga a ver esa gente y que después te vayan a saludar al camarín, con mucho cariño y emocionados, es muy fuerte. Porque esa gente para mí son como mis abuelos. Yo siempre los veía con él. Y recibir su aprobación no es nada difícil. La gente del tango es muy exigente. Y se alegraron mucho cuando se enteraron que habíamos sido nominados e íbamos a tocar en la ceremonia.

–¿Cómo lograron la particularidad de retomar la obra de Piazzolla pero sin que suene como él?

–Tuvimos que trabajar duro porque no hay bandoneón ni hay violín en el disco. No hay ningún instrumento típico del tango, sólo el contrabajo pero tocado de manera distinta. Entonces para que los vientos reemplacen al bandoneón tuvimos que hacer un trabajo diferencial, una especie de "legato", porque si tocás exactamente igual a lo que dice la partitura a nivel articulación queda muy duro, de mal gusto. Había que tocar las mismas notas pero más unidas.

–¿Hiciste un trabajo de traducción donde respetar a rajatabla la partitura no era serle fiel a su obra?

–Claro. Sobre todo a nivel articulación y a nivel improvisación. Encontramos los huecos para darnos nuestras libertades, por ejemplo en "Libertango", que es una pieza muy rara, pero que ya desde el nombre te reclama cierta libertad. Es un tema que mi abuelo hizo en tres minutos en un bar. Y creo que nos estaba diciendo algo cuando lo compuso.

–Contás que charlabas mucho de música con tu abuelo, ¿en qué contexto se daban esas charlas?

–Apenas empecé con la batería de adolescente él me regaló la primera batería y me daba consejos. Me invitaba a su casa y me hacía escuchar discos de Keith Jarret, de otros, me decía qué partes tenía que prestarle atención, cómo tenía que elegir a mis maestros de batería.

–La adolescencia suele comprender años de rebeldía, ¿cómo era en tu caso?

–Era muy tranquilo. Mi única rebeldía era irme todos los domingos sin excepción a ver a River. Ahí sí: si llegaban a decirme que no podía ir, me escapaba por la ventana (risas).

–Estamos hablando de los '80. ¿Cómo era tu relación con el rock nacional surgido al calor de la primavera alfonsinista?

–Al rock nacional llegué después. Lo escucho ahora. En ese momento sólo escuchaba los discos de jazz que mi profesor, el Oso Picardi, decía que tenía que escuchar (risas). Sí escuchaba The Police o algún otro, sobre todo a partir de lo que escuchaban mis amigos. Pero no mucho más. Escuchaba Miles Davis todo el día, me parecía lo más rockero que podía haber.

–Y tu abuelo te marcaba algún matiz respecto a lo que te marcaba tu profesor?

–No, para nada. Lo apoyaba totalmente. Me decía que si tocaba la batería tenía que escuchar jazz, me lo decía todo el tiempo.

–¿Por qué elegiste la batería?

–Tuvo con lo que vivía en la cancha, el contacto con el mundo de la murga que existía ahí. Ahora vos escuchás murga en todas las plazas. Pero en el '84 no existía eso. Sólo en la cancha. Y me empecé a enganchar. Primero repetía los ritmos en mi casa y después en la escuela, reproducíamos las canciones de cada hinchada y yo siempre me ocupaba de la parte rítmica. Empecé a sentir que tenía condiciones, y que no podía dejar de hacerlo. Hasta que un día veo un solo de batería de Rod Stewart en River y me flechó. Esa misma semana empecé a estudiar con una pasión extrema. Y hasta el día de hoy sigo enamorado del instrumento.

–¿Alguna vez dudaste? ¿Te tentó pasar a otro instrumento más melódico?

–No. Jamás dudé. Estudié un poco de trompeta. Pero nunca con la intención de abandonar la bata.

–Viste que hay bateros que saltan a lugares de supuesto mayor protagonismo. Sucede bastante en el pop y el rock.

–Sí. Porque creen que es un instrumento menor pero es un instrumento que decide hacia donde va la música a nivel tempo, a nivel intensidad, a nivel volumen, a nivel textura. Te da colores. Hoy la batería tal vez sea lo más importante de un grupo. Una banda con un batero medio flojo seguramente no suene muy bien. Pero un grupo flojo con un buen batero, zafa.

–También pasa que hay grupos donde el baterista es el foco de conflicto porque quiere irse o concentrar mayor atención

–Yo nunca tuve ningún problema. Lo que sí es cierto es que hay bateristas que tienen alma de capitán porque es un poco la naturaleza del instrumento decidir hacia qué lado va la música. El batero es como un cinco tapón o un líbero.

–Esperaste muchos años para versionar a tu abuelo. ¿Por qué ahora?

–Ser nieto de Piazzolla no es joda. Y realmente nosotros no teníamos pensado hacerle ningún homenaje. Sólo quería que Escalandrum sonara más urbano. Porque con la banda ya habíamos experimentado con ritmos folklóricos, le habíamos dado diversidad. Y yo quería que el próximo fuera más urbano. Filtrar un poco el tango moderno mientras tocás jazz. Y como tengo acceso a todas las partituras de mi abuelo, las llevé a los ensayos y me fijé cómo sonaban para impregnarnos de ese sonido. No para después tocarlo o editarlo. Pero cuando vimos cómo sonaba Escalandrum tocando Piazzzolla, los reuní una noche, en un asado, y les dije: "Muchachos, luego de cinco discos, creo ya es hora de hacer un homenaje a mi abuelo." Casi se mueren todos porque nunca nadie lo había insinuado. Nunca ninguno dijo: "Che, por qué no empezamos a hacer homenajes a tu abuelo así empezamos a laburar". Jamás.

–Era tabú

–Sí. Nunca se iba a hacer eso. De un lado mi abuelo, y del otro –bien lejos– nosotros. Pero esa noche les dije: "Tenemos que hacerlo, creo que tenemos algo original para dar." Y se pusieron muy contrentos.

–Ahí venciste el tabú grupal. Pero antes ¿cómo te animaste a dar ese paso?

–Nunca me tomo vacaciones. Pero aquella vez me tomé un mes. Tenía mis hijos bebés y decidí descansar. Porque cada vez que voy a veranear terminó tocando para alguien o invitado a un ciclo. Así que me dediqué a pensar todo el día y escribí un libro de batería. Y ahí hice click: vamos a hacer el disco homenaje a mi abuelo. ¿Por qué no? Y acá estoy. «

pipi y su fanatismo con el bajo

Del 21 al 26 de noviembre se realizará la 5ª edición del Buenos Aires Jazz (BAJ). Y Pipi está entusiasmado: "Para mí es una fiesta. Me siento muy honrado por ser convocado cada vez, ahora con Escalandrum. Y le agradezco mucho a Adrián (Iaies) que nos haya invitado. Hace 14 años estamos dando vueltas y nos sentimos parte de la familia", dice.

–Te ponés la camiseta, digamos.

–Por supuesto. Nací a dos cuadras del Congreso Nacional. Si hay un festival que es el de Buenos Aires me pongo la camiseta a full.

–¿Y te gusta el desarrollo de un jazz nacional?

–Por supuesto. Hay gente que no está de acuerdo. Yo sí porque es un jazz que necesariamente suena diferente al de Italia, Francia o el de Estados Unidos.

–Lo mismo pasó acá con el rock nacional...

–Claro. Aparte tocar jazz argentino no significa que te olvides de las raíces. Yo tengo 500 discos de jazz y me sé los 500 de memoria. Creo que tenemos que hacer nuestra historia. Más info:

los cinco elegidos de adrián iaies*

ALAIN JEAN TRÍO Y SOLOPIANO. Tengo debilidad por los pianistas europeos y, en especial, los franceses. Jean Marie pertenece a la categoría de ejecutantes finos, elegantes, con un gran conocimiento del lenguaje y manejo del repertorio jazzístico tradicional. Fue acompañante, entre otros, de Chet Baker y Sonny Stitt. Gilles Naturel y Philip Soirat conforman una sección rítmica de lujo. Su disco de solopiano Afterblue es de mis grabaciones de cabecera. La noche del solopiano, me la reservo para disfrutarlo completo.

AGUSTIN MOYA QUINTETO.Tratamos de tener un grupo chileno cada año. Nuestros vecinos tienen una gran escuela de jazz son técnicamente impecables y, estilísticamente hablando, muy claros en el discurso. Agustín es un saxofonista asombroso y trae un grupo con el que viene tocando hace mucho. Su baterista, Féelix Lecaros, ya nos sorprendió a todos en la edición 2008. Estarán en un doble programa con el solopiano de Alain Jean Marie y en un teatro como el Regio que es ideal para la música.

BANDA MANTIQUEIRA. Músicos brasileños de jazz y hace más de diez años que tocan juntos. O sea, garantía de aplanadora. Una big band que toca arreglos muy modernos y originales sobre su propio folklore, choros, frevos, sambas, etcétera. Desde 2008 que los vengo persiguiendo y siempre, por una cuestión de agenda, presupuesto se me escapaban. Esta vez los agarramos. La Mantiqueira es la clase de grupo que uno disfruta en vivo mucho más que en los discos. Puede que algunos terminen bailando.

KIRK LIGHTSEY TRÍO. Lightsey estuvo en Buenos Aires en el '78 acompañando a Dexter Gordon, con quién tocó mucho tiempo, entre otras estrellas a las que acompañó, incluyendo a Freddie Hubbard. Creo que será especial porque siento que la sección rítmica que le propusimos es de lujo y un espectáculo aparte. Pepi Taveira y Horacio Fumero no se conocen aún. Pero yo los conozco a ambos, toco con ambos y se que no hay posibilidad de que no se lleven de maravillas tocando. Y los tres, Lightsey, Pepi y Horacio son de la misma madera súper old school.

PIERRE BERTRAND & CAJA NEGRA. Es un reconocido arreglador y productor pero, además y sobre todo, un muy buen compositor. Caja negra es su quinteto donde hay elementos de jazz, de flamenco y de música latina. El baterista es Minino Garay lo que asegura contundencia rítmica y Louis Winsberg es un gran guitarra. Súper dúctil, que puede tocar desde jazz gitano hasta flamenco y jazz moderno. Y escuché y vi cosas de Alfio Origlio, pianista del grupo. Creo que darán un gran concierto.

*Director del Festival Buenos Aires Jazz, músico y compositor

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