Agustín Rossi y Jorge Capitanich, síntomas inequívocos de un peronismo comatoso

Agustín Rossi y Jorge Capitanich, síntomas inequívocos de un peronismo comatoso

Perdieron en 2023, pero quieren ser candidatos en 2025. CFK y el efecto tapón, el cuartito de los cachivaches y un predikador en el desierto.

 

Por Juan Rezzano

La última edición de Letra Pepe, publicada este domingo, contiene una doble revelación impactante: Agustín Rossi y Jorge Capitanich, protagonistas de la catástrofe electoral que el peronismo supo concebir en 2023, cobijan expectativas de ser candidatos en las elecciones legislativas de 2025. ¿Shockeados?

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A sus 64 años, a Rossi se le pasó el cuarto de hora para ser una de las caras de la renovación que se impone en el peronismo corresponsable -con el macrismo que lo antecedió- del ascenso de la ultraderecha al poder.

No es sólo un problema de fase vital: el rosarino no es sinónimo de éxito. Jamás encabezó una boleta ganadora para un cargo ejecutivo y no consiguió liderar el peronismo santafesino a pesar de su vasta trayectoria en puestos de alto perfil nacional: fue diputado nacional durante diez años, ministro de Defensa durante cuatro, dos años jefe de la AFI y nueve meses jefe de Gabinete del gobierno que terminó de crear las condiciones para que Javier Milei, un panelista de televisión estrafalario que proponía prender fuego el Banco Central y habilitar el libre mercado de compra y venta de órganos humanos, reuniera casi 14,5 millones de votos.

 

 

Agustín Rossi en una noche difícil frente a Victoria Villarruel.

Rossi no miró esa elección desde afuera: fue el compañero de Sergio Massa en la fórmula presidencial de Unión por la Patria. En esa condición, perdió por paliza con Victoria Villarruel los debates televisivos de aspirantes a la vicepresidencia.

Capitanich es un poco más joven -en noviembre cumplirá 60 años- y tampoco en su caso el problema es de calendario: el chaqueño se anota en cada casting de caras nuevas para la renovación del peronismo y nunca queda seleccionado.

Para colmo, tuvo un año condenatorio: se postuló para un cuarto período como gobernador de su provincia (2007-2015 / 2019-2023) y perdió en medio de un escándalo por el crimen de Cecilia Strzyzowski, una trama oscura de clientelismo y corrupción con rasgos mafiosos que involucró a militantes de su espacio.

En elecciones que registraron récords de ausentismo en las urnas, Capitanch perdió contra Leandro Zdero, un radical desconocido más allá de las fronteras de la provincia de apellido difícil de pronunciar. El Coqui no abandonó la gobernación por su voluntad, como quien deja las harinas: lo sacó de ahí el pueblo chaqueño.

Dime quiénes se anotan

La sola posibilidad de que Rossi y Capitanich se crean aptos para representar al peronismo de sus provincias en las elecciones de medio término que ya son la obsesión de la comunidad política impermeable a los ansiolíticos (gracias, Yanina Passero) da cuenta de la profundidad de la crisis que atraviesa el pankirchnerismo, que naufraga a la deriva, sin conducción y con sus principales referencias asociadas al fracaso del Frente de Todos, cuyas miserias internas siguen ventilando sin pudor mientras sus benditas mayorías populares se desangran bajo el filo de la motosierra libertaria.

Peronismo de saldo

Además de la perseverancia libre de autocrítica del Chivo y el Coqui, Gabriela Pepe reveló que el peronismo, acaso todavía groggy por la paliza que le propinó Milei, se metió en el cuartito de los cachivaches en busca de reliquias para reciclar y recrear un espejismo de la unidad.

En busca de tesoros perdidos estaría dispuesto a indultar a Miguel Ángel Pichetto, el señor gobernabilidad de 73 años que se dio el gusto de darle a Mauricio Macri presidente todas las herramientas que le pidió al Congreso y terminó acompañando al líder de la derecha moderna argentina en su intento fallido de ser reelecto en 2019.

Miguel Ángel Pichetto, ¿padre pródigo?

También pretendería volver a fichar al sinouso Juan Manuel Urtubey, que siempre está volviendo a ningún lugar. Hace dos semanas, en una sesión de RCP que recibió en la enfermería de Infobae, el tres veces gobernador de Salta le pidió autocrítica al peronismo y lo llamó a renovarse, aunque le recomendó que primero “elabore el duelo de estar lejos del poder porque esta diáspora que vive va a ser larga”.

En la grilla de la renovación aparece también Massa, a pesar de haber sido uno de los principales mecenas del relato mileísta de la hiperinflación inminente que justifica motosierra hasta el hueso de las clases populares y de haber advertido que estaba dando "las últimas pisadas" de su carrera política. Por ahora, el "nuevo peronismo" es una lombriz que se regenera y luce igualita que antes.

CFK: efecto tapón

La fábrica de liderazgos del peronismo pankirchnerista detuvo sus máquinas en 2007. Desde entonces, bajo la sombra de Cristina Fernández de Kirchner no ha crecido nada.

En 2015, sin chances jurídicas -¿políticas tampoco?- de una nueva reelección, CFK eligió a Daniel Scioli, enemigo íntimo taquillero que nueve años después se babea con el boom turístico impulsado por las políticas desreguladoras de su jefe ultraderechista. Perdió.

Afiche 2019: Alberto Fernández - Cristina Fernández de Kirchner.

En 2019, eligió a otro enemigo íntimo, aunque con la diferencia de que Alberto Fernández jamás había sido un producto electoral. Sin embargo, ganó. Los problemas vinieron después y construyeron un fracaso de semejante dimensión que hoy, en la Argentina distópica del anarcocapitalismo libertario, jubilados y trabajadores de las clases medias y medas bajas soportan con estoicismo la licuación de sus ingresos con tal de no volver atrás.

En 2023, después de lanzar al espacio el globo de ensayo de Wado de Pedro, hijo dilecto que no movía el amperímetro de las encuestas, ídem anteriores: Cristina bendijo a Massa, un "vendepatria" "custodio de los intereses de los dueños de la Argentina", según el identikit dibujado por Juan Grabois, crédito del kirchnerismo de estómago sensible.

Axel Kicillof 2025

Más allá de referencias marginales o de escaso peso nacional, como el formoseño Gildo Insfrán, el riojano Ricardo Quintela, el catamarqueño Raúl Jalil y el pampeano Sergio Ziliotto, lo más parecido a un líder que creció en el pasto infértil del pankirchnerismo es Axel Kicillof. El gobernador explora sociedades offshore con colegas de todos los pelajes para armar un escudo antiajuste y, hacia adentro, le abre su corazón a peronistas emergentes refractarios al pituquismo del puerto como el cordobés Martín Llaryora.

Kicillof, único héroe en el lío electoral del frentetodismo 2023, predica en el desierto, a pico seco y comiendo anchoas, una nueva canción que todavía no tiene un solo acorde. No solo debe cuidarse de la motosierra libertaria: encima, tiene que dormir con un ojo abierto porque comparte rancho con compañeros cristinistas siempre listos para robarle las zapatillas.

Milei lo hizo: Axel Kicillof y el radical Maximiliano Pullaro, en San Nicolás.

"La militancia kirchnerista es una marea de Vladimires y Estragones; una marea esperante" que espera a Cristina, su Godot, comparó el año pasado Letra P cuando la entonces vicepresidenta alimentaba expectativas de regreso a la competencia electoral ("Voy a hacer lo que tenga que hacer") y las derrumbaba con su imploración a los mariscales que debían tomar su bastón.

El caso Kicillof y el impacto de la reaparición de la expresidenta con un documento sobre el gobierno de Milei son prueba de que hoy, otra vez activa en sus dominios del Instituto Patria, CFK sigue marcando el pulso del peronismo pankirchnerista y, a la pasada, obturando la emergencia de nuevos mariscales, como lo hará Lionel Messi en la Selección mientras mantenga viva la llama de Estados Unidos 2026. La diferencia es que el 10 viene de ganar la Copa del Mundo.

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