Manzur: ¿El candidato de los sindicatos?

Manzur: ¿El candidato de los sindicatos?

Durante la mayor parte de la primera mitad del mandato del Gobernador Juan Manzur, un considerable grupo de dirigentes sindicales provinciales, se sintieron ninguneados por el jefe provincial del Poder Ejecutivo. Es que desde aquel asado proselitista en SUTHER, con más de un centenar de sindicalistas antes de las elecciones provinciales de 2015, la foto con Juan Manzur en su versión de mandatario provincial, se empezó a convertir en la figurita más difícil de conseguir.

En un principio, lo que mayor recelo generaría dentro del arco sindical provincial, serían las reiteradas apariciones en público de “Sopita”, junto al referente sindical de los trabajadores bancarios, Carlos Cisneros: un acérrimo opositor al Frente Para la Victoria, que finalmente resultaría un aliado estratégico del Frente Justicialista por Tucumán.

Con el transcurrir del tiempo, a la vez que Manzur forjaba su estilo de conducción politica (con más puntos de ruptura que de continuidad en relación al paradigma instalado por Alperovich), la dirigencia sindical local fue entendiendo que en realidad, el nuevo gobernador provincial no necesitaba construir ni consolidar un vínculo con los sindicalistas locales, ya que durante su gestión al frente del Ministerio de Salud de la Nación, Manzur había construido profundas relaciones con la primera línea y los jerarcas del sindicalismo a nivel nacional.

Pero después  del contundente triunfo electoral que consiguió el Frente Justicialista por Tucumán en las recientes PASO, la figura de Juan Manzur saldría refortalecida  nuevamente, luego  de atravesar, otra vez, un proceso eleccionario.

Ya en 2015, Manzur había dado un claro mensaje hacia el resto de sus pares, hacia el PJ y hacia el Gobierno Nacional: en cualquier discusión, el mandatario tucumano pondría los codos en la mesa.

Ahora, lejos del cuestionamiento de su legitimidad de origen, luego de aquellos comicios provinciales  que ocuparon gran parte de la agenda mediática nacional, el barón provinciano ha logrado afinar su equilibrio para mantener la gobernabilidad en piloto automático.  El descontento de los dirigentes y funcionarios que ya no son recibidos luego de formales pedidos de audiencia; el sector que trabaja tratando de mantener a flote el “operativo clamor” para sentar  a José Alperovich en el sillón de Lucas Córdoba en el 2019, son algunas de las cuestiones que tienen sin cuidado al Doctor que continúa oflando a la oposición provincial.

El tiempismo y el sentido de la oportunidad, que ha manejado el ex Ministro de Salud de la Nación, es quizás una de las claves  que le ha permitido consolidarse como un actor político clave en un escenario nacional en el cual se empiezan a dibujar las proyecciones de cara al 2019.

La importancia del nuevo triunfo del peronismo en Tucumán, no tiene tanto que ver con lo que porcentualmente representa la provincia dentro del top five de los distritos electorales más populosos del país. En realidad se trata, de que la figura de Manzur, por su procendencia en el peronismo del conurbano y por su ascenso político durante el cristinismo, es una amenaza potencial para el Gobierno Nacional, el cual apostando a la atomización del peronismo se aterroriza con el solo pensar que todavía es posible la reunificación del movimiento nacional justicialista.  Por eso mismo,  el acto reflejo del macrismo  a la primera reunión de Manzur con Schiaretti fue instalar en la agenda un proyecto de ley para eliminar la obligatoriedad de las vacunas contempladas en el calendario.

En la órbita del PJ Nacional, saben perfectamente que Manzur aparece será una pieza clave en el proceso de reorganización o síntesis que debe transitar el peronismo para volver a ser gobierno en 2019. En ese esquema, la figura del aceitunero,  emerge como la estampita de un santo al que le prenden velas los sindicalistas más influyentes, los intendentes y gobernadores  que durante la mitad de la Década Ganada, más de una vez golpearon la puerta del Ministerio de Salud de la Nación y se fueron bien atendidos. Por ahora, los muchachos solo prenden velitas.

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