"El gran diario argentino" en una encrucijada: la planta de AGR tomada en una pelea cada vez más picante

Como se sabe, el 16 de enero la empresa Artes Gráficas Rioplatenses (AGR), que pertenece al Grupo Clarín y donde el holding imprime varias de sus publicaciones, despidió a 380 empleados de su planta ubicada en Pompeya. Los trabajadores aseguran que las cesantías tienen por objetivo "atropellar el convenio colectivo cambiando el personal con antigüedad y organizado gremialmente, por empleados precarizados y contratos basura".

La junta interna de AGR es combativa y “basista”. Comenzó la lucha que lleva adelante con el apoyo de los sectores más clasistas del movimiento obrero y de los partido de izquierda, con alguna excepción de movimientos con desarrollo gremial y territorial que en los inicios acompañaron el reclamo pasivamente.

Esa pasividad fue transformándose en solidaridad activa, y el reclamo, pese al terrible cerrojo informativo desplegado, o si se prefiere cerco mediático, o si se prefiere “complicidad de las empresas periodísticas”, mantiene el vigor con el que comenzó, y va in crescendo.

Artistas como el Indio Solari, o periodistas como Silvia Martínez Cassina (una de las caras más conocidas del Canal) manifestaron abiertamente su apoyo a la protesta.

En el caso de la periodista hubo una fuerte amenaza de los editores que hacen tareas sucias para Héctor Magnetto. Martínez Cassina lo calificó como “el apriete más obsceno, impune y misógino” de su vida.

El contrapunto había tomado vuelo cuando durante la emisión del noticiero del Canal 13 Luis Otero saludó a todas las “Juanas” por el día de Juana de Arco. La periodista respondió: “Sí, y que siga la lucha”. Entonces, con mano de hierro y un indisimulado mensaje “disciplinador” el diario publicó: “Ojo con la lucha, Silvia, mirá que la Juana de la que hablan terminó quemada en la hoguera”. Ningún medio, ni FOPEA ni todos esos sellos de goma que hablan en nombre del periodismo reaccionaron ante la amenaza disparada con absoluto descaro.

Pero como se sabe, Clarín además de servir como nave insignia de una inmensa red de empresas de comunicación coligadas, o, en otras palabras, de ser un holding periodísitco al servicio de una firma cada vez más diversificada y poderosa, es un emblema de lo monopólico, y del periodismo encadenado por los grandes negocios que no salen a la luz nunca, o casi nunca.

El conflicto avanza abonado por la crítica situación social, los esbozos de planes flexibilizadores y la premura de amplios sectores gremiales por ponerle freno a la mano de hierro que quiere empujar al movimiento obrero hacia sus espaldas, retroceder y aceptar salarios reales cada vez más bajos. El duelo entre patrones y trabajadores está adquiriendo un valor simbólico creciente.

Ayer se conoció un gesto de solidaridad del Indio Solari (""NO PODEMOS MIRAR PARA OTRO LADO, seamos solidarios poniéndonos en el lugar de quienes lo están pasando mal" , escribió)., y esta madrugada los empleados de la planta de impresión impidieron, con el apoyo de trabajadores camioneros , la salida del diario desde la madrugada hasta horas del mediodía.

Clarín es cada vez más desmesurado en su rol disciplinador hacia el interior de la empresa, pero también hacia el conjunto de la vida política argentina . La lucha contra ese poder empieza a cosechar una creciente ola de adhesiones y simpatías, con otro discurso y en otro contexto que el de aquellas estériles jornadas de lucha consignadas con el “Clarín Miente”, que terminó con la muerte de la Ley de Medios a cinco minutos de asumir Mauricio Macri. Y con la simultánea disolución del AFSCA, organismo del que no quedaron ni siquiera papeles membretados.

La pelea de los trabajadores de AGR también es un incómodo contraste con el rol de los popes sindicales, que en su lento caracol de sueños pasean por los canales con cara de duros pero actúan como tiernos boy scouts . Todo en nombre de la “gobernabilidad” o cosas así. No obstante tuvieron que recibir a la junta Interna en lucha y amagar con un paro general en apoyo a los reclamos de los trabajadores en conflicto. Difícil que el chancho chifle dice el proverbio.

Así las cosas, hoy estaba convocada una jornada de protesta que consistía en no comprar el diario, o sea, una suerte de huelga de consumidores/lectores. Todo vale a la hora de confrontar, pero, quizás, la participación de Camioneros en el bloqueo sea lo que más haya preocupado al invisible Héctor Magnetto. El referente de los trabajadores de AGR-Clarín, Pablo Viñas, remarcó en un diálogo con Radio 10 “el gran abrazo pacífico que se hizo a la planta Zepita” y agradeció “la participación y solidaridad popular de los sindicatos, las organizaciones villeras de la 21-24 y a los ‘compañeros camioneros’ que decidieron no salir mientras hubiera una manifestación en la puerta”.

En el desarrollo de los procesos de avance o resistencia del movimiento obrero, como lo demuestra la Historia, lo que empuja hacia adelante es la unidad en la acción, ya se sabe, es una verdad de perogrullo. Los conflictos aislados son, en contextos como el actual, pequeños escollos que cada patronal resuelve valiéndose de la desocupación creciente y la complicidad del Ministerio de Trabajo.

Es menester que los 300 despedidos de Clarín sean visibilizados. Es necesario que conserven sus puestos de trabajo. Es impúdico tapar el drama de tantas familias que quedarían arrojadas al vacío. Mientras, la planta sigue ocupada, y dos caminos parecen ser la salida del laberinto en el que quedó atrapado el conflicto: o la reincorporación de los despedidos (algo que parece difícil en el corto plazo), o la represión y el desalojo (algo que también parece improbable en estos meses previos a los comicios).

Pero como se sabe, de cualquier laberinto se sale saltando para afuera. De este intríngulis, de esta encrucijada, esta cronista cree que sólo habrá salidas cuando se encaucen en un sendero común todas las demandas y las tensiones sociales mejoren la situación relativa de los trabajadores . Si no logra el movimiento obrero inclinar el camino que ahora está en repecho, cualquier conflicto será muy desparejo.

Es un buen momento para que la dirigencia de la CGT, lejos de la historia de los míticos dirigentes que ya no están, por lo menos emule a los dirigentes combativos que resistieron la flexibilización laboral en tiempos de la Banelco, y que reclamaron vehementemente contra el impuesto a las ganancias en épocas en las que en la Casa Rosada eran recibidos como viejos sucios y feos. La historia da vueltas de página. El triunvirato muestra cada vez más grietas. Solamente la unidad podría permitir que los trabajadores dejen de caminar para atrás.

Pero eso el triunviro cegetista lo sabe, sólo tiene que advertir que si en los años 90 fue posible obturar el recambio dirigencial, en estos tiempos el viento trae el olor de la tormenta. Hay un piso que dejaron los años de crecimiento que hace diferente cada coyuntura.

De ellos depende qué lugar ocuparán en la historia, aunque sea en la pequeña, en la de los pasajeros furtivos y fugaces. Hugo Moyano fue tenaz contra el menemismo, y Saúl Ubaldini fue más allá, propició los “26 puntos de la CGT”, que eran una suerte de programa que introducía un debate en un plano superior que el reivindicativo.

Por lo menos recuérdenlos. O escuchen a los delegados de base de los gremios que dirigen, que están más lejos de las componendas, los análisis de los tiempos políticos, o el dinero de obras sociales. Y ven en sus barrios que de la fábrica para afuera todavía la cosa está peor.

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