El silencioso rol de la CGT en campaña: calles frías y militancia capilar

El silencioso rol de la CGT en campaña: calles frías y militancia capilar

Los gremios esquivan el toreo del Gobierno para subirlos a la escena pública y buscan evitar conflictos. La campaña por abajo y el equilibrio entre las demandas sectoriales y la coyuntura electoral.

 

En el mundo sindical ya nadie oculta el desagrado que provocó que el oficialismo busque involucrarlos en la disputa electoral como contracara de una promesa de más y mejor trabajo durante un segundo mandato de Mauricio Macri. La avanzada incluye, a la vista de los dirigentes, un menú variado que va desde la arenga pública a una reforma laboral hasta la novela televisiva El Tigre Verón, que estigmatiza al gremialismo como parte de los dispositivos de campaña. En el medio, las cada vez más habituales reacciones de funcionarios nacionales de primera línea que arremeten contra cualquier medida gremial o recuerdan ad hoc los "privilegios" de "las mafias sindicales".

Atentos a esos movimientos, los sindicalistas buscan de múltiples formas que la sangre no llegue al río. Por lo bajo, algunos dirigentes reconocen que en las cotidianas comunicaciones con el equipo de Alberto Fernández existieron pedidos moderación en las protestas. De hecho, el tema fue abordado hace dos semanas en la reunión entre el candidato presidencial y la cúpula de la CGT en la sede de UPCN, donde además de blanquear su apoyo, los sindicalistas le reclamaron "directivas claras y un comando centralizado de campaña". El pedido de la cúpula cegeteista apuntó directamente contra el recalientamiento de algunos conflictos, sobre todo el aeronáutico, que consideran que podrían afectar la imagen de campaña del Frente de Todos.

"Ese tipo de medidas no aportan en esta coyuntura", dijo escuetamente ese día uno de los integrantes del Consejo Directivo de la central en relación a las asambleas de pilotos y aeronavegantes que antes del encuentro provocaron demoras y cancelaciones en los vuelos. En esa ocasión, la réplica estuvo a cargo del ministro de Transporte, Guillermo Dietrich. La continuidad del plan de lucha aeronáutico, que giró su estrategia de asambleas en los aeropuertos a la difusión de mensajes dentro de los aviones, habla de que los pilotos también registraron el peligro potencial de sus medidas.

El clima de "calles frías" por el que aboga la CGT también fue recogido por el moyanismo. Aunque nunca se oficializó la convocatoria, el Frente Sindical por el Modelo Nacional (Fresimona) tenía en agenda llamar a una movilización para rechazar el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea. Tomando nota de la ofensiva lanzada por el Gobierno, que tiene al camionero como uno de sus principales objetivos, y del impacto en el escenario electoral, el propio Hugo Moyano anunció públicamente que no iban a convocar a nuevas movilizaciones durante las próximas semanas.

 TENSO EQUILIBRIO. La CGT, en cambio, ya había tomado esa decisión después del quinto paro general concretado el 29 de mayo y con el que dieron por cerrada la agenda de protestas de la central. "Nos quieren subir a un ring al que no estamos dispuestos a subir, no vamos a pisar el palito", dicen en el moyanismo en relación a los ataque directos contra el dirigente lanzados por el propio Presidente, incluso desde un acto por el Día de la Bandera, donde el público se limitaba a chicos y chicas en edad escolar. "Ahora es tiempo de concentrarse en la campaña electoral y, en todo caso, atender las demandas sectoriales y particulares de cada gremio", rematan, sobre un equilibrio que no es tan sencillo de mantener.

Con la gran mayoría de las negociaciones salariales cerradas, las que deberían garantizar la paz social, la crisis económica sigue agitando sectores estratégicos que mantienen su capacidad para visibilizar sus demandas. Sobre todo allí donde coinciden con políticas públicas que son levantadas como banderas de campaña por el oficialismo.

 El agravamiento del conflicto aeronáutico es el fiel reflejo de esta situación, pero no es el único. La poderosa Unión Tranviaria Automotor (UTA) lanzó en las últimas semanas paros en el transporte público en casi todas las provincias, en reclamo de que las empresas locales acaten la paritaria cerrada a nivel nacional. Si no hay acuerdo, el conflicto podría extenderse a la Ciudad y la provincia de Buenos Aires, amenazan.

Otro frente que los popes sindicales buscan equilibrar es el de las organizaciones sociales, que carecen de una mediación institucional formal. El 7 de agosto, el llamado triunvirato piquetero, integrado por la CTEP, Barrios de Pie y la Corriente Clasista y Combativa (CCC), volverá a hacer su movilización anual a San Cayetano por "Tierra, Techo y Trabajo". El Fresimona de Moyano y el bancario Sergio Palazzo ya confirmó que van a acompañar la movida, pese a que ese mismo día será el cierre de campaña del Frente de Todos.

 JUEGO DE ROLES. En el entorno de los Fernández enfriaron los encuentros con gremialistas a sabiendas de que nuevas fotos van a reavivar la campaña antisindical del oficialismo. En este análisis no incluyen, por supuesto, el encuentro de prácticamente toda la cúpula de la CGT con Alberto Fernández en la sede UPCN, que estaba pendiente desde principio de junio y que ocurrió como un capítulo más de la reconciliación del candidato presidencial con los sectores del peronismo distanciados de Cristina Fernández de Kirchner.

Por el momento, la directiva de la campaña es no repetir este tipo de encuentros, en los que sacó ventaja el sindicalismo opositor, personificado en Moyano y Palazzo, que se mostró en varias oportunidades con el presidenciable del peronismo. Con licencia propia, Cristina impone su agenda y excepciones, tal como quedó expuesto con su participación en la apertura del Encuentro de Trabajadoras Bancarias, donde acompañó a Palazzo, su gremialista predilecto. 

En el mundo gremial coinciden con las apreciaciones del comando de campaña de los Fernández. "Nosotros tenemos claro que hoy por hoy, una foto nuestra con Alberto no aporta nada, al contrario, puede perjudicarlo en medio de la campaña" sostiene un hombre de máxima confianza de uno de los jefe de CGT.

La lectura es compartida por buena parte de la conducción de CGT. De hecho, la mayoría de los gremialistas ve inconveniente organizar grandes actos con la fórmula del Frente de Todos o buscar un lugar de centralidad política como el que sí tuvieron en 2015, cuando respaldaron la candidatura presidencial de Daniel Scioli.

En esa oportunidad, apenas lanzada su postulación, el secretario general de la UOCRA, Gerardo Martínez, invitó a Scioli a participar del Congreso anual que el poderoso gremio de la construcción hizo en Mar del Plata. Después, Martínez fue uno de los impulsores de la Mesa Sindical Scioli 2015, a la que se sumaron, Antonio Caló (UOM), Omar Viviani (Taxistas), Norberto Di Prospero (APL), Andrés Rodríguez (UPCN), Ricardo Pignanelli (SMATA), José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), Gustavo Moser (Luz y Fuerza), y Víctor Santa María (Suterh), entre muchos otros.

Ahora la definición es muy distinta. El aporte del sindicalismo a la candidatura del peronismo va a ser el despliegue de una "campaña capilar", una suerte de trabajo de base que interpele a los trabajadores de sus organizaciones que votaron por Cambiemos hace cuatro años.

"Contamos con estructuras que dialogan cotidianamente con sectores que no acompañaron al peronismo", sostiene el dirigente de un gremio que promete movilizar a los dos mil delegados que tienen sólo en la Capital. "Sabemos cómo trabajarlo, nos conocemos todos. A esos sectores hay que convencerlos sin grandes discursos políticos, con un diálogo franco mano a mano porque es inocultable que estamos peor que antes", concluye.

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