La culpa de los sindicatos

La culpa de los sindicatos

Por Jorge Fontevecchia.

Trasciende cualquier debate el dato duro sobre que Argentina encabeza las listas de países que menos han progresado respecto de su punto de partida entre 1975 y 2020. Las interpretaciones de las causas son opinables. Para los progresistas, la causa fue el quiebre institucional de 1930 con el comienzo de los golpes de Estado. Para los conservadores la causa fue la prematura creación de un Estado del bienestar por Perón en 1945, que se hizo insustentable sin que hubiera existido previamente la acumulación de capital de Europa y Estados Unidos. Para los peronistas la causa fue el comienzo de la aplicación de las ideas económicas de la Escuela de Chicago (neoliberalismo) en la dictadura de 1976, imitando la experiencia de Milton Friedman (los Chicago Boys) en el Chile de Pinochet de 1973. 

Pero progresistas, conservadores y peronistas no pueden no coincidir en que los efectos –de las causas que sean y probablemente todas en alguna proporción– se producen en los últimos 45 años. Como en que ya no se puede seguir posponiendo una cura a esta enfermedad económica y, también, que el tamaño del problema requerirá del consenso entre oficialismo y oposición.

Las diferencias sobre las causas se hicieron abstractas: Argentina ya recuperó la institucionalidad democrática, probadamente, en situaciones críticas. El Estado del bienestar ya se destruyó después de dos décadas de pobreza oscilante entre un tercio y la mitad de la población, regresando a la situación de injusticia social preperonista. Y las ideas económicas de la Escuela de Chicago, a pesar de aún ser discutidas, están en decadencia mundial además de los Chicago Boys, jubilándose.

La mejor demostración de que la discusión ya no es más ideológica sino operativa se refleja en las siguientes declaraciones:

 “Hay que instalar un núcleo de ideas. Ojo que te las roban. El Gobierno es muy rápido. El mundo del trabajo empezó a ser un tema compartido. Los principales actores del Gobierno hablan de trabajo. Sergio Massa, muy perceptivo, quiere reformular los planes sociales para generar empleo” (Miguel Ángel Pichetto, PERFIL 22/7). “La cultura del plan social no va más, cuando las organizaciones determinan quiénes son los beneficiarios o los sujetos de derecho, estamos en una dificultad frente al conjunto de la sociedad” (Andrés “Cuervo” Larroque, principal referente de La Cámpora y ministro de Desarrollo de la Comunidad de la provincia de Buenos Aires, Infobae 23/7). “Los planes sociales son una deformación del peronismo. Como peronista, no creo en los planes sociales. El peronismo es generar trabajo. Cuando nosotros asumimos en el 2003, teníamos 2 millones de planes de trabajo. Después, lamentablemente, vino la época de Mauricio Macri y se duplicaron los planes sociales. No solamente los duplicó en cantidad, sino que les otorgó la potestad a los piqueteros de poder dar altas por baja” (Sergio Berni, ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, PERFIL 6/8).

En sentido opuesto, el coordinador nacional de Somos Barrios de Pie y saliente subsecretario de Políticas de Integración y Formación del Ministerio de Desarrollo Social reclama convertir los planes sociales en permanentes con el argumento de ser un paliativo que completa los menores ingresos de los trabajadores en negro y con changas.

Los planes sociales no son los culpables del retroceso de la economía argentina sino su síntoma, como el repetido ejemplo de la fiebre. Son un paliativo pero cuando el problema no solo se convierte en endémico sino que enferma a toda la sociedad, lo que falta es una cura.

La enfermedad es la falta de creación de trabajo privado en blanco: Argentina tienen la misma cantidad de empleos privados en blanco que en l975, con el doble de población. La mitad de los trabajadores argentinos trabaja en negro, cuentapropismo de subsistencia y changas, incluyendo a quienes dejaron de buscar trabajo para los registros oficiales.

Después de casi medio siglo de inelasticidad en el sector laboral privado, no pueden quedar más dudas sobre la necesidad de crear un nuevo régimen de empleo para todos aquellos que no tengan un trabajo privado en blanco. Un sistema que promueva la creación de esos nuevos empleos con ventajas diferenciales sobre los existentes. 

Pero todos los intentos han fracasado. Desde las derrotas legislativas en materia laboral de Alfonsín y De la Rúa, pasando directamente a Macri sin siquiera animarse a colocarlo en agenda legislativa. Probablemente esos intentos fallidos y omisiones llevaron al economista Guillermo Calvo a pronosticar, en 2019, que lo mejor era que a Macri lo reemplazara el peronismo porque tendría la potencia legislativa con la que los partidos no peronistas no contaron, como para producir las reformas necesarias.

Camino a concluir la primera mitad del mandato del Frente de Todos, el tema no es mencionado por el Gobierno más que para rechazar cualquier idea que se califique –peyorativamente– como reforma laboral, a pesar de que quien quería Alberto Fernández como presidente del Consejo Económico y Social, Roberto Lavagna, presentó un proyecto para generación de nuevo empleo que fue rápidamente archivado. 

Un plan comparable es el que propone Florencio Randazzo en su campaña, y hay otros con puntos de contacto como el llamado Mochila Argentina, que plantea un seguro de garantía de indemnización: “Necesitamos una reforma superadora al marco indemnizatorio actual que otorgue beneficios a los trabajadores, disminuya el costo para las empresas y fomente la creación de más puestos de trabajo en el sector privado, eliminando así la necesidad de una reforma laboral que quite derechos”).

Pero los sindicatos se oponen sistemáticamente a cualquier modificación estructural porque temen que afecte a los millones de afiliados que hoy tienen, temores más atávicos, generacionales e ideológicos (en el sentido de suprarracional y mítico). Los peor pensados creen que quienes conducen los sindicatos temen ver afectados coyunturalmente los recursos que les aporta esta misma cantidad de trabajadores de hace 45 años, con los que accedieron a una caja que les permitió, explícita o implícitamente, ser ellos mismos empresarios poderosos.

Recientemente, Joe Biden elogió a los sindicatos diciendo: “Los sindicatos construyeron la clase media”, también en Alemania los sindicatos son parte esencial de su desarrollo económico. Y en esta época de pandemia se podría elogiar la mejor relación costo-beneficio respecto del hospital público y de la medicina prepaga del sistema de medicina de las obras sociales. Pero si continúan con los ojos en la nuca, condenarán a la mitad de los trabajadores del país a vivir de planes cada vez más módicos.

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