Sucedió otra vez. La caja de Pandora de la Argentina abriéndose de nuevo, con sus males saltando por los aires y amenazando con expulsar del sistema a miles: entre ellos, 30.000 estatales podrían quedar en la calle de acá al año que viene y la incertidumbre ya se siente en territorio provincial.
Es el resultado de una “política” monetarista sin plan estratégico alternativo, que sostiene con deuda la bicicleta financiera, acentuando el desequilibrio en las cuentas públicas y ensanchando el déficit. En esa encrucijada, el Gobierno (y todos) es poco menos que un rehén del Fondo Monetario Internacional (FMI) que, a cambio de un préstamo, pide ajuste y recortar el gasto: con más despidos, freno a las inversiones, rebaja de salarios y haberes jubilatorios.
Como fiel alumno, el Ejecutivo primero anunció el recorte en la obra pública: $30.000 millones menos. Ahora, llega la etapa de los despidos. A través de su Ministerio de Modernización, el Gobierno proyecta “ajustarse” en $20.000 millones, despidiendo en poco tiempo a entre 20.000 y 30.000 empleados estatales. Crónica anunciada del fin de la fiesta. Después de haber sostenido una estructura elefantiásica como en los tiempos del kirchnerismo, utilizando al Estado como conchabo para maquillar el desempleo, harán que la gente pague el desatino, expulsándola no solo del sector público, sino del sistema. Porque el mercado interno agoniza y no hay jornada en la que un comercio, una fábrica o una empresa no anuncie despidos o baje sus persianas.
En la Provincia, la Gobernadora María Eugenia Vidal optó por utilizar el elegante eufemismo de “retiros voluntarios” para desentenderse de una parte importante de sus 675.000 empleados públicos, entre ellos docentes y médicos.
La espada de Damocles baja cada vez más sobre la cabeza de los trabajadores bonaerenses. La incertidumbre mayor pasa por lo que ocurrirá en el Astillero Río Santiago, donde persiste la amenaza de mil despidos, según advierten fuentes gremiales de Ensenada. Una situación similar se replica en el Instituto de Previsión Social (IPS) o el IOMA, donde a la mayoría de sus trabajadores no se los pasa a planta permanente.
Son apenas botones de muestra del invierno que se avecina. Pasarlo, será duro: la ola de despidos, la devaluación presionando sobre los precios de la carne, el pan, la leche y el resto de los alimentos; los tarifazos; el consumo alicaído; pobres más pobres y una clase media en retroceso son los nubarrones de una tormenta que ya pasamos y para la que no parece haber paraguas ni pararrayos.
En Cambiemos pretenden que lo peor ya pasó. Los más realistas sostienen que lo peor está por venir.
Queda, en el fondo de esta caja de Pandora que es la Argentina, lo último que se pierde: la ilusión de un plan estratégico que nos saque a flote, la esperanza de un futuro mejor, esa llama que nunca se extingue.
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