Una marcha; mil reclamos

Una marcha; mil reclamos

La movilización convocada por la CGT y la CTA fue la canalización de un sin fin de reclamos sociales en un contexto de fuerte ajuste.

Si un extraterrestre hubiese llegado este martes a la Tierra y hubiese preguntado cuál era la causa de la movilización en la que cayó, las respuestas hubieran sido miles. Todas diferentes. Y las consignas de los presentes, plasmadas en pancartas con mayor o menor producción artística, serían fidedignas fuentes para las respuestas.

“No a la importación. Sí al trabajo argentino”, reza un cartel con el sello de la Unión Obrera Metalúrgica, gremio que, según palabras de su secretario general, Antonio Caló, “soportó en menos de un año, mil despidos y quince mil suspendidos”.

Como ese, una infinidad de mensajes se materializan. La defensa de la salud pública se vuelve remera; la dignidad de los abuelos muta en bandera y el pedido de un futuro mejor para “nuestros nietos” estremece a los corazones más duros.

Los que andan en guardapolvos no son manifestantes perdidos que no volvieron a casa tras la impresionante marcha docente del lunes. No. Son maestros que salieron a la calle una vez más. Como Carlos, que enseña en escuelas públicas y privadas y que dice sin vergüenza que él nunca se adhirió a ningún paro. “Pero ahora me tocaron el bolsillo. Entonces sí, paro”, afirma con la convicción de quien ya acumula incontables marchas sobre el lomo”.

Del cielo caen pequeños papeles blancos con tinta azul que instan a defender la educación pública, que piden el respeto a los convenios colectivos de trabajo y de las paritarias libres y que bregan por el resguardo del sistema provisional. María no cayó del cielo. Llegó a la manifestación acompañada de su hija. Su cartel es concreto: “Jubilada presente”. Y luego, cuenta: “Considero que tengo que estar presente, manifestándome, por la situación que está presentando el gobierno que es intolerable para los trabajadores, para los jubilados… para todos. Este cartel significa que yo también estoy con los trabajadores aunque no tenga trabajo, porque no me alcanza con la jubilación. Para que me alcanzara tendría que ser por lo menos el doble, ya que cobro el mínimo y tengo que rebuscármela, hacer algún trabajito. Y eso que no alquilo, porque si no estaría pidiendo en la calle”.

En ese varieté de consignas, algunas más ingeniosas que otras, se expresan las realidades particulares que otros toman como propias por identificación con la situación. Es por eso que el cartel que porta una mujer, junto a las columnas de las agrupaciones de izquierda que permanecen en el centro de la Plaza de Mayo, interpela a más de uno: “Basta de despidos y de tarifazos”.

El presidente de la Confederación Nacional de Cooperativas de Trabajo (CNCT), Cristian Miño, consideró que “el pueblo se manifestó con todo” y enumeró las problemáticas que afronta el sector de la autogestión en un marco de ajuste: “No existe una sola política que apunte al sector, hay apertura de importaciones, el mercado interno está paralizado, no hay ayuda para las empresas recuperadas, las tarifas que aumentan… Con todo esto, hay muchas empresas recuperadas que no pueden mantener la cortina abierta”. Más tarde, Miño puntualizó en que “el sector de la construcción está totalmente paralizado y que no hay obra pública para las cooperativas”. Por eso, amplió que “ante la falta de respuestas de este gobierno”, decidieron salir a la calle y “darnos esta demostración de fuerza para ver si el gobierno tuerce el brazo en alguna medida política, aunque al día de hoy no existe ninguna iniciativa que dé cuenta de que van a cambiar el rumbo económico”.

Si pese a todo esto, el extraterrestre se hubiese quedado en la Tierra, al finalizar la marcha se podría haber cruzado con la joven que carga un afiche sobre su espalda: “Somos la realidad que los medios no pueden seguir tapando”. Pero esa ya es otra historia.

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