Esta semana se emitió el último en Francia. En Argentina se perdió su uso social, pero sigue vigente por su valor legal.
“Hemos chocado iceberg. Hundiéndonos rápido. Vengan a ayudarnos”. Con estas breves palabras, el telegrama enviado desde el Titanic a la empresa White Star Line pasó a la historia al punto de ser subastado, en 2015, con una base de 20.000 dólares. Está considerado uno de las expresiones más famosas de una forma de comunicación que cada vez más países abandonan. El último lunes fue el turno de Francia, que emitió su último telegrama y se sumó a otras naciones, como Inglaterra, Bélgica o la India, que también decidieron reemplazar esta forma de comunicación por nuevas tecnologías.
La situación es bastante distinta en nuestro país y en nuestra Región, donde los telegramas se siguen usando. Y aunque se envían cada vez menos, en el marco de un mercado postal que se redujo notablemente en los últimos 50 años, todavía tienen por delante una larga vida.
Así se explica desde la gerencia local del Correo Argentino, donde destacan que “el telegrama ha perdido peso en su uso social -para notificar fallecimientos, celebraciones, casamientos-, pero conserva toda su vigencia en el plano legal, como documento, debido a su cualidad de fedatario público”.
Con todo, esto es aplicable para nuestra Región, pero si se considera el país entero, el telegrama también sigue siendo utilizado para cuestiones sociales en aquellos pueblos donde adelantos tecnológicos como Internet todavía no llegaron.
“A diferencia de Francia, la Argentina tiene muchos rincones de difícil acceso. Pensemos, por ejemplo, en esos pueblos de la Cordillera, a los que Internet no llega porque no es negocio y adonde sólo se puede acceder a lomo de mula. En esos lugares el telegrama tiene la misma vigencia que tenía en la Provincia de Buenos Aires hace 50 años”, sostienen desde el Correo.
La vigencia del telegrama en el plano legal se asocia a su atributo de poder dar fe -al ser emitido por un organismo estatal- de la recepción y del contenido del mensaje, explicaron a este diario en el Correo.
Así, se siguen enviando normalmente telegramas por motivos laborales, o como documentos válidos para desafiliarse de un partido político o negarse a donar órganos ante el Incucai (Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante).
También se envían en época de elecciones para convocar a los presidente de mesa y transmitir resultados o por otras cuestiones legales. Y son usados por distintas fuerzas de seguridad para enviar notificaciones y convocar a testigos.
Enviar un telegrama de hasta 40 palabras cuesta en Argentina hoy unos 300 pesos.
Fuentes del Correo Argentino pronostican que el telegrama tiene en el país todavía “una larga vida por delante” y sostienen que la tecnología mejor perfilada para reemplazarlo en el futuro es el escáner y la firma digital.
No se sorprenden, con todo, de que Francia haya dado el histórico paso de reemplazar a esta forma de comunicación, vigente en ese país desde 1879. Y esperan que otros países avancen en los próximos años en el mismo sentido.
Los telegramas -mensajes breves que se envían rápidamente mediante una codificación- siempre se destacaron por ser la comunicación postal más rápida.
La crisis del telegrama se enmarca en una mayor, que abarca a todo el mercado postal. Las cartas persona a persona fueron desplazadas por nuevas tecnologías como el correo electrónico o las redes sociales, pero siguen vigentes las de empresas a personas.
Desde el correo ilustran con números la situación del mercado postal: en la década del ´70 se enviaban en la Argentina alrededor de 1.000 millones de cartas por año. Actualmente, el total anual promedia los 300 millones.
Comentá la nota