Donde el capital excluye, la clase abraza.
En agosto pasado, la Rel UITA visitó la ciudad de Paysandú para acompañar la situación que atraviesa su organización afiliada, el Sindicato de Obreros y Empleados de Norteña (SOEN), con la empresa AB InBev. Durante esa visita, representantes de la Regional también se acercaron a dialogar con trabajadores y trabajadoras del frigorífico Casa Blanca (Fricasa), que cerró sus puertas en febrero de este año como consecuencia de la estafa piramidal perpetrada por Conexión Ganadera.
Aunque el frigorífico no ha cesado completamente sus operaciones, su actividad de faena se ha reducido drásticamente: de más de 400 trabajadores, apenas un unos 160 permanecen en actividad. Esta situación ha dejado a cientos de familias sin empleo y bajo la incertidumbre sobre una eventual extensión del seguro de desempleo.
En ese contexto, un gesto solidario, que puede verse como algo menor surgió: la entrega de canastas organizada por el Sindicato de Obreros y Empleados de Norteña (SOEN), con apoyo de la Rel UITA, FOEB, el sindicato de Salus y comercios locales. No fue caridad. Fue solidaridad obrera.
“Sabemos que no les vamos a cambiar la vida”, dijo Eduardo Alza, presidente del SOEN. Y tiene razón. Una canasta no resuelve la crisis. Pero en un mundo donde el capital financiero opera como estafa y el trabajo pierde valor humano, ese gesto dice mucho más que mil discursos. Es una declaración de principios. Es la resistencia cotidiana al modelo que descarta.
Porque cuando el capitalismo excluye, explota y deja caer, la solidaridad aparece como su contracara más potente. No se trata solo de compartir una canasta con alimentos, se trata de reafirmar un vínculo colectivo que no cotiza en bolsa, pero que sostiene. Se trata de recordar que los derechos se conquistan organizándose, pero también se defienden abrazándose.
José Oxley, dirigente jubilado del SOEN, lo entendió así. Desde su retiro, movió los hilos de la ayuda, como quien riega una planta que no quiere ver morir. Fue él quien propuso la idea, quien se comunicó con la directiva, quien encendió esa chispa de humanidad tan característica del movimiento obrero uruguayo.
Natalia Pesce, integrante de ALOEF, lo expresó con la emoción de quien sabe que la lucha no es solitaria: “Contar con la solidaridad de nuestros hermanos de clase nos llena de esperanza”. Y es que esa esperanza —modesta, pero firme— es quizás la herramienta más poderosa que tiene la clase trabajadora para enfrentar un sistema que busca fragmentarla.
El presidente de ALOEF, Nicolás Laenen también agradeció el gesto del sindicato hermano que contribuye a paliar la difícil situación de las familias afectadas.
“En nombre del sindicato de Casa Blanca agradezco a todos los compañeros del SOEN por su solidaridad ya las demás organizaciones que se sumaron al igual que los comercios locales que contribuyeron”, dijo.
En sitios como Paysandú donde el desempleo pega fuerte, estos gestos se vuelven actos de resistencia. No solo por lo que dan, sino por lo que significan. Porque cada canasta entregada es también una forma de decir: «no estamos solos«. Y en ese “nosotros” cabe toda una historia de derroteros, pero también de conquistas forjadas en la lucha que nace de la convicción que un mundo más justo y solidario es posible.
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