La ocupación, el boicot mundial de la UITA, la reapertura

La ocupación, el boicot mundial de la UITA, la reapertura

La Rel UITA y la Felatrac presentan la segunda y última entrega de la historia del STECSA: los primeros años, la violencia, los mártires, la lucha inquebrantable, la solidaridad internacional, la activa participación de la UITA. El texto es parte del libro “Una biografía compartida” de Enildo Iglesias y Carlos Amorín, que narra la historia de nuestra Regional desde 1967 al 2000.

 

El hecho de que STEGSA no fuese un sindicato formalmente afiliado a la UITA –que gastó en este conflicto una gran cantidad de dinero, tanto que si estallaba otro problema de similar importancia no se podría haber atendido en las mismas condiciones– es una demostración de cuál era el espíritu que alentaba la acción de la Internacional: la verdadera solidaridad.

La VII Conferencia de la Rel UITA y el boicot a Coca Cola

Israel Márquez, exiliado en Costa Rica, viajó a la VII Conferencia de Porto Alegre (setiembre, 1979) en representación del STEGSA. Y fue en virtud de sus denuncias que se decidió el boicot a Coca Cola –que consistía en organizar paros en todas las plantas en que fuese posible– e impulsar un boicot al consumo a nivel mundial.

En aquel tiempo el eslogan que usaba la compañía era “La chispa de la vida“, frase que los sindicalistas transformaron en “Coca Cola: la chispa de la muerte“. Simultáneamente, la Conferencia decidió boicotear también el café guatemalteco, que en aquel momento era el segundo producto de exportación de Guatemala, así como el turismo hacia ese país.

El boicot al café resultó de muy difícil instrumentación porque una vez que el grano es procesado resulta imposible evitar que se mezcle con granos de otras procedencias.

Con respecto al turismo, nunca se pudo evaluar si el descenso en la actividad, que sí se sintió, se debió a la campaña de la UITA o a la propia imagen de país violento que tenía Guatemala en la prensa internacional.

“Casi finalizando la Conferencia –recuerda Enildo– vi que los periodistas que estaban aguardando afuera para la ronda diaria de entrevistas me hacían señas de que querían hablar conmigo.

Salí y me informaron que había ocurrido un golpe de Estado en Bolivia, y los dos delegados de ese país quedaron varios meses albergados en la sede de la Federación en Porto Alegre esperando que se estabilizara la situación interna”.

 

Las intensas negociaciones

Poco después del asesinato de Marlon, en mayo de 1980, se realizó una nueva reunión entre Coca Cola Company (CCC) y la UITA, en cuya delegación, además del secretario general figuraban dos trabajadores de la embotelladora de Coca Cola de México y Marta Torres, exiliada en Estados Unidos.

Allí surgieron algunos puntos de acuerdo: CCC se comprometía a vender las instalaciones, a reconocer el sindicato, a recontratar a los despedidos y a la firma de un convenio colectivo. Por su parte, la UITA se comprometió a no intensificar las acciones –o sea, continuarlas en la misma medida que hasta ese momento–, dando plazo hasta el 11 de junio cuando se reuniría su Comité Administrativo mundial.

En agosto de 1980 se conocieron los nuevos propietarios: Roberto Méndez, mexicano, y Anthony Zash, portorriqueño, quienes se comprometieron frente a la UITA a respetar los derechos sindicales y las condiciones resueltas previamente.

El convenio colectivo se firmó el 20 de diciembre de ese año después de 37 días de negociaciones. La UITA recién levantó su campaña de boicot el 2 de enero de 1981, cuando el convenio colectivo ya estaba siendo puesto en práctica en Coca Cola Guatemala.

Pasaron tres años de relativa calma, pero surgieron nuevos problemas porque Zash y Méndez se declararon en quiebra. A las 21:30 horas del 1 de febrero de 1984, Zash pidió una reunión con los directivos del sindicato y allí anunció textualmente: “Esta mierda está cerrada oficialmente desde ahorita“.

La histórica ocupación

Sin llegar a formalizar una tentativa de soborno, el empresario comentó a los sindicalistas presentes en esa reunión que tenía con él 60 mil dólares disponibles… En ese mismo momento, ocho trabajadores –cuatro dirigentes y cuatro funcionarios de vigilancia– se tomaron la planta. Esta ocupación duraría un año.

Lo que realmente sucedió fue que estos dos empresarios quisieron hacerse ricos demasiado rápidamente, porque enseguida dejaron de cumplir con sus acreedores, pensando que la presencia de la UITA inhibía a CCC de tomar medidas contra ellos.

En este nuevo conflicto la posición de los trabajadores se resumía en dos puntos: mantener ocupada la planta y resistir indefinidamente, rechazando la quiebra hasta la reanudación de las labores.

Cuando los trabajadores ocuparon la planta hacía un año y medio que el general Oscar Humberto Mejía Víctores había derrocado al gobierno de Efraín Ríos Montt.

Si bien Mejía finalmente convocó a elecciones generales generando una cierta apertura, sus primeros años de gobierno fueron de continuidad de la represión masiva, sobre todo en el medio rural donde había grupos guerrilleros en actividad. Durante años en el campo se aplicó la política de tierra arrasada, siendo asesinados decenas de miles de personas.

Entre agosto de 1983 y febrero de 1984 se produjeron 15 asesinatos de dirigentes y militantes sindicales. Cuadro que se completaba con el altísimo índice de desempleo, que a principio de 1984 era del 41 por ciento de la población económicamente activa.

En 1982 se habían cerrado 185 fábricas en el país. Fue en este marco que los 400 trabajadores de STEGSA ocuparon la planta asumiendo el desafío de correr todos los riesgos imaginables.

Durante ese tiempo la UITA estuvo apoyando económicamente esta lucha, pero también lo hizo el pueblo guatemalteco, y no sólo los trabajadores urbanos, también los campesinos hacían llegar su solidaridad.

“De todas las anécdotas que podría narrar elijo una para dejar constancia de la cantidad de vicisitudes que tuvieron que pasar los compañeros. Una noche llegaron tres jóvenes, dos hombres y una mujer, que pidieron hablar con la directiva.

Plantearon que pertenecían a un grupo guerrillero que quería colaborar con el conflicto y que ya tenían previsto dónde había que colocar las cargas explosivas para volar la planta, previo aviso para que ellos desalojaran el lugar. Los trabajadores preguntaron:

̶ Y después que pase eso, ¿qué harán ustedes? La represión posterior será grande.

̶ Tenemos ya todo arreglado para irnos del país con pasaportes falsos.

̶Ah –dijeron los obreros con sarcasmo–, claro. Pero sabrán que después nos vendrán a buscar a nosotros, los de la directiva, así que sería bueno que tuvieran pasaportes para todos nosotros y nuestras familias.

Los visitantes quedaron en silencio, mirándose entre ellos.

̶Así que todo esto volaría por el aire –agregaron los ocupantes–. Y bueno, seguramente sobre este terreno vacío construirán una nueva planta, más moderna, que dé trabajo a menos gente. Y entonces habrá que empezar de nuevo, luchar para crear otro sindicato…

̶Está bien –dijeron los guerrilleros–, ya entendimos. Por supuesto que no hubo bombas ni nada de eso”, concluye Enildo.

Finalmente, en 1985 se llegó a un acuerdo entre el sindicato, la UITA y los nuevos propietarios, un grupo de guatemaltecos encabezado por Carlos Porras. La última prueba que el STEGSA debió pasar fue que la empresa declaró que en primera instancia sólo podía retomar a 265 de los 353 trabajadores-ocupantes, y que los 88 restantes los contrataría cuando se alcanzara determinado nivel de producción.

Los primeros en presentarse como voluntarios para quedar temporalmente afuera fueron los integrantes de la directiva, pero antes de un año el número de trabajadores de la fábrica se había duplicado.

Porras, que era un empresario con una mentalidad abierta, también se dio cuenta de que estaba trabajando con un grupo de gente valiosa, y eso lo supo cuando ingresó a la planta pensando que habría que invertir una cantidad importante de dinero en recuperar la maquinaria, pero para su sorpresa encontró todo en perfectas condiciones de mantenimiento gracias a la ética y la disciplina de los trabajadores.

Comprendió que un grupo así era capaz de producir un trabajo de primera calidad. “Fue un muy buen empleador –estima Enildo–, que construyó dentro de la fábrica un espacio llamado ‘Complejo de actividades múltiples’, que es usado por la empresa o el sindicato, que también alberga una cooperativa sindical de consumo y un gimnasio donde también se realizan las asambleas.

Con él habíamos establecido un sistema de ‘teléfono rojo’, que se usaba antes de que estallaran los problemas. Esto funcionó durante años. Además, creo que Porras fue el único empleador que participó en un congreso mundial de UITA.

Fue a propuesta de él, y lo explicó diciendo que quería dar la cara, presentarse como propietario de la embotelladora de Guatemala donde antes se asesinaba a la gente y ahora existían reglas de juego respetadas por todos. Se aceptó la iniciativa, a condición de que viajara con él un representante de los trabajadores”.

Tiempo después Coca Cola Company implementó una política de crear mega embotelladoras, y PANAMCO le compró la fábrica a Porras. Recientemente, la mexicana Femsa adquirió PANAMCO y, por consiguiente, también la embotelladora guatemalteca.

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