Una de gitanos: pleno del Gobierno a domesticar con la paritaria de Comercio

Una de gitanos: pleno del Gobierno a domesticar con la paritaria de Comercio

El gremio y los empresarios rubricaron un acuerdo 2017, con gatillo, que pegó de lleno en 2018. Ahora, la Rosada apuesta todo a que mercantiles sea la primera mesa grande sin plus por inflación.

 

“¿Qué hicieron? No entiendo”, se quejó en voz alta uno de los ministros más afines a Mauricio Macri, uno de los que tratan a diario con empresarios y sindicalistas. Lo escuchaba uno de sus pares. La discusión versaba sobre el escenario paritario y cómo pararse ante la inflación misteriosa que el Banco Central no logra precisar ni dentro de un rango. Semanas antes de esa charla, los empresarios del Comercio y el gremio habían rubricado una paritaria 2017 que impactó de lleno en 2018, por haberse disparado una cláusula gatillo de seis puntos. El convenio generó fuerte jaqueca oficial. Había un gremio que había logrado no sólo la suba de 2017, sino, además, un plus por inflación que se sumó al básico de 2018, cuando aún la paritaria del corriente ni se había discutido. Y se había dado en un sector en el que el oficialismo considera con muchos vasos comunicantes y en un sindicato de los más afines a Cambiemos.

En aquel entonces, en el Gobierno casi que se enteraron del gatillazo por la bronca desatada de los grandes supermercados, que, al igual que el Estado, habían confiado en la promesa de moderación del jefe de los mercantiles, Armando Cavalieri. Algunos popes del consumo masivo mostraron en despachos oficiales que, a lo sumo, las compras crecerían 16 o 17% este año y que el “gatillazo” de Don Armando ponía los salarios en un alza del 21 o 22%, como piso para charlar 2018. El sector, naturalmente, está en crisis tras una década de bonanza abonada por tarifas subsidiadas y salarios por encima de la inflación. Pero los coletazos del consumo freezado ya se empiezan a ver en algunas cadenas, como Carrefour. Tal como adelantó Letra P, la intervención francesa es un hecho y Rami Baiteh, el CEO que dejó Taiwán, Turquía y Polonia para ordenar la filial local, sigue sin dar señales de vida mientras en el rubro se sigue hablando de los tres mil despidos o cesantías planificadas por los galos, sobre una plantilla total de empleadas cercana a los 18 mil en todo el país. En paralelo, Federico Braun, el tío del secretario de Comercio y dueño de la cadena La Anónima, reportó una rentabilidad a fin de año entre un 25 y un 30% menor que sus ganancias históricas, siendo, además, uno de los más preparados CEOS de cadenas y con uno de los mejores management internos.

 

 

El Gitano Cavalieri, uno de los Gordos históricos, siempre con buen vínculo con los gobiernos.

 

En este escenario de paritaria desbordada, según la visión oficial y parte del Círculo Rojo, con empresarios refunfuñando, en el Ejecutivo entraron en cólera. Si bien en la pública difunden que el consumo va viento en popa, los últimos datos del gasto hogareño en alimentos y bebidas de la consulta Scentia que le acercaron a Marcos Peña reflejaron en enero una suba interanual del 0,4%, lo que requiere de un año de 18 meses para alcanzar la mejora anual pronosticada. Ergo, según los popes del supermercadismo, habrá ventas muy por debajo de los salarios, que en el negocio suponen el 50% del costo operativo de las grandes cadenas.

Por esto, la furia oficial recayó sobre los que le pusieron el gancho al acuerdo con Cavalieri: la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME) y la Cámara Argentina de Comercio (CAC). Se quejan de que lo hicieron sin consultar a ninguno de los socios, todos de diferentes rubros. En ese mismo acto, los hombres de negocios comunicaron que la pauta para este año no sería superior al 15% y le pidieron a Cavalieri que se comprometiera de palabra a no pedir gatillo. “Vamos viendo”, contestó el histórico dirigente, uno de los Gordos con llegada y buenas migas con Balcarce 50. Ni siquiera le reclamaron que esa concesión fuese puesta por escrito. En síntesis, para el Gobierno, esa paritaria detonó todos los pronósticos pensados de pax salarial y obligó a los lugartenientes políticos de Macri a un proceso de domesticación de caciques gremiales sin cuartel. A la vista de todos, con reuniones secretas, donde fuese. El pedido del jefe de Estado fue salir a “pedirles una mano a los muchachos”. El rebenque judicial está a la orden del día y no son pocos los sindicatos con cabezas complicadas con presuntas irregularidades. Pero en la Rosada niegan que se haya “apretado” con eso. Lo mismo afirman en la CGT, aunque confiesan que “algo a cambio hubo, para los trabajadores o para ellos”.

 

 

La paritaria de la discordia. Cavalieri y Di Fiori, de la CAC, firmando la famosa cláusula gatillo del 6%.

 

El primero en caer en el apoyo paritario al Gobierno fue José Luis Lingeri, el líder de Obras Sanitarias, que firmó sin gatillar y hasta se animó a ponerle un 7 a la gestión de Cambiemos. “Se entusiasmó José”, bromeaban en el Ministerio de Trabajo, donde el Triacagate se empezó a apagar al calor del debate salarial. Míster Cloro es el mote que Lingeri ostenta desde hace décadas: responde, por un lado, al rubro aguas de su sindicato y, por otro, a las propiedades químicas de la pastilla. “Él purifica, lava, es de los más inteligentes”, explicó a Letra P uno de los Gordos. Algo parecido ocurrió con los municipales que comanda Amadeo Genta, otra paritaria a la baja. Pero, más allá del apoyo mediático que recibió el Gobierno difundiendo en grandes diarios el logro con estos dos gremios, en Balcarce 50 saben que fue una bala de salva. Ninguna tiene peso específico en volumen de afiliados ni en cantidad de trabajadores.

Por todo esto, El Gitano Cavalieri es el proyectil de plata que ahora busca el oficialismo. Luego de haber sido un problema con la cláusula gatillo, puede ser la solución y la paritaria ejemplificadora sin ese mecanismo de ajuste. El gremio tiene más de 1,2 millón de trabajadores (y unos 400 mil extra en la informalidad), el pelotón más alto de todos los sindicalizados. La idea es que en marzo, cuando se empiece a discutir la suba, respalde con no más del 15% y, si la idea es debatir un plus, que el término utilizado no sea “cláusula gatillo”. Los empresarios ya le adelantaron al Gobierno que piensan en algo así como un “valor nominal de recomposición”, que iría disimulado dentro de los considerandos, para intentar evitar el efecto mediático de una suba superior al 15%.

Para Cambiemos, cerrar el esquema con Cavalieri es, además, simbólico, un golpe de efecto, por factores exógenos. Las paritarias que se vienen después, las de los gremios grandes, tendrán subas no menores al 20%, más parecidas a la inflación real que pronostican las consultoras para este año. Por caso, la de los Petroleros, Camioneros y la de la actividad de la Construcción, un rubro con mucha injerencia de lo público, pero también del ladrillismo privado. En retrospectiva, la idea de Cambiemos es tan antigua como la política. Fue el kirchnerismo el que usó los mismos ardides para desinflar expectativas en paritarias que ambos gobiernos publicitaron como libres.

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