El 21 de agosto la Federación de Trabajadores de la Industria de la Alimentación realizó en Buenos Aires una jornada de formación para cuadros sindicales sobre la situación del país y la manera de enfrentarla. La Rel se reunió con el secretario general del gremio, Héctor Morcillo.
—¿Qué balance hacés de esta jornada? ¿Cómo surgió la idea?
—Surgió hace dos meses, con una discusión en el Consejo Directivo respecto a la coyuntura actual, la crisis económica, la política institucional, las políticas sociales y ante el deterioro de la economía.
Creímos entonces oportuno empezar a debatir estas cosas más profundamente, porque hay un cambio de paradigma total en el sistema económico, político, institucional.
El gobierno de Javier Milei se empeña en mostrar cómo logró una caída del déficit fiscal y de la inflación, pero nada dice del terrible costo social que eso supuso a las clases populares.
No se transfiere dinero a las provincias, no se pagan subsidios, se eliminan gastos del Estado, se despide a funcionarios estatales, cierran empresas, se eliminan miles de puestos de trabajo…
Una de las anclas principales para sostener esas políticas son los salarios: que no aumenten o van por detrás de la inflación. Lo más tremendo de esta tragedia social es que haya un millón de niños que se van a dormir sin un plato de comida. Es la crónica de una tragedia anunciada.
Por otro lado, se están cuestionando desde el gobierno instituciones de la democracia y políticas de derechos humanos, políticas de género que creíamos que no serían tocadas.
—Hay empresas que están aprovechándose de esta situación…
—Por supuesto. En la alimentación se da la paradoja de que los trabajadores que producimos alimentos a veces no podemos comprarlos, pero arriba la concentración es cada vez mayor y las ganancias también.
Hoy las empresas prefieren vender menos y mantener los precios, porque tampoco confían en este gobierno. Ese costo lo pagamos nosotros, con menos horas de trabajo, con suspensiones, con despidos, con adelantos de vacaciones.
Construir herramientas de cambio
—Es preocupante ese 42, 43 por ciento de aprobación que todavía conserva el presidente. ¿Se puede revertir?
—Creo que gran parte de esa población que votó a Milei porque lo vio como una esperanza en momentos de crisis económica, se va a ir dando cuenta de que, en realidad, antes estaba mejor, con sus más y con sus menos.
De todas maneras, se debe insistir en que hay salidas posibles, hay esperanzas posibles. Lo que tenemos que hacer es construir esa herramienta política que cambie esta realidad.
Nuestra responsabilidad como movimiento obrero es defender la calidad de vida de nuestros trabajadores y de nuestras trabajadoras, pero también tenemos la responsabilidad política de aportar a un camino de construcción de un gran frente popular que derrote electoralmente este ajuste y esta política económica.
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