El alfil sindical para el pacto social

El alfil sindical para el pacto social

Sentado a la mesa grande del albertismo, cruza de lado a lado el tablero cegetista como operador de Fernández para encausar demandas gremiales. El frente interno y los sueños de proyección 2020. 

Por FRANCISCO BASUALDO.

"Estoy en mi mejor momento político". Eso le cuenta Héctor Daer a sus íntimos. Desde la designación de Alberto Fernández, el secretario general de la CGT experimentó una meteórica carrera hacia el centro del poder del próximo gobierno, en base a una serie de apuestas políticas arriesgadas, con las que también ponía en juego su carrera gremial, que para su fortuna resultaron exitosas. En el medio, logró mantener firme el timón de una central obrera que llegó al final del mandato de Mauricio Macri con la legitimidad esmerilada por lo que algunos dirigentes, sobre todo opositores a su conducción, consideran que fue una actitud pasiva respecto de la ofensiva lanzada por Cambiemos.

"Mucha visión y también un poco de suerte", resume uno de los principales laderos del jefe del gremio de Sanidad para graficar el camino que recorrió Daer, prácticamente en soledad, respecto del resto de los dirigentes de la CGT, para apostar por un armado de unidad del peronismo. Así, mientras buena parte de la conducción se inclinaba por una alternativa que excluyera de plano la participación de Cristina Fernández de Kirchner, él se incorporó a la Comisión de Acción Política del Partido Justicialista.

En esa mesa consiguieron, primero, sentar a dirigentes políticos que se habían distanciados durante el kirchnerismo. El paso siguiente fue integrar al movimiento sindical con la invitación a Hugo MoyanoHugos Yasky de CTA y Daer, quien completó la tríada sindical.

La apuesta por la unidad no borró la convicción de Daer de que una fórmula electoral con chances de ganarle al oficialismo debía prescindir de la ex presidenta, pero también del líder del Frente Renovador, Sergio Massa, el dirigente al que acompañó como diputado nacional entre 2013 y 2017. "Cristina y Massa deberían hacer un renunciamiento histórico para que podamos vencer en las presidenciales", analizaba antes del sábado 18 de mayo, cuando la decisión de Cristina sacudió el mapa político.

Movido por reflejos y afectos, Daer fue uno de los primeros sindicalistas en salir a celebrar una novedad que lo alegró por partida doble. Por un lado, la candidatura de Fernández cumplía parcialmente sus expectativas y ratificaba el acierto de su diagnóstico; por el otro su relación personal con el entonces candidato, con el comparte la definición de que la unidad política es una necesidad para gobernar, lo transformaba en forma automática en un interlocutor privilegiado con el mundo sindical.

PROTAGONISTA DEL PACTO. Desde ese rol, el sindicalista ya es un protagonista en la primera línea de las negociaciones del acuerdo social que promueve el presidente electo para domar la inflación y moderar las expectativas gremiales de una recomposición inmediata del poder adquisitivo, medidas que amenazan con meter presión durante los meses que deberían ser la luna de miel para el gobierno entrante.

Con diálogo casi diario con Fernández y una excelente relación con Claudio Moroni, el más que probable ministro de Trabajo -al que respaldó para ocupar el cargo desde el minuto uno-, aporta ideas y diagnósticos para avanzar en las negociaciones del acuerdo tripartito, mientras puertas adentro de CGT explora cómo conseguir equilibrios entre las realidades disímiles que tienen los diferentes sectores productivos y de servicios. El sindicalista es consciente que la crisis económica deja un complejo rompecabezas con múltiples condiciones salariales, algo que limita la posibilidad de aplicar soluciones generales indiscriminadas.

La premisa que guía sus propuestas sostiene que "el sacrificio" que deberían hacer los trabajadores para un acuerdo a tres bandas ya se hizo durante la gestión Cambiemos, con la pérdida abrupta del poder adquisitivo. Con ese diagnóstico, la urgencia es atender la situación de los sectores más golpeados, tanto del mundo del trabajo como el de los desocupados y los jubilados. En ese marco, el sindicalista sostiene que el reclamo de un bono no remunerativo debe analizarse en cada sector.

En base a una serie de apuestas políticas arriesgadas que resultaron exitosas, experimentó una meteórica carrera hacia el centro del poder del próximo gobierno.

"Si empezamos reclamando un bono universal, empezamos mal las negociaciones con las patronales", sostiene Daer y adjudica las versiones sobre un aumento salarial del 35% o de la implementación de una doble indemnización a "maniobras conspirativas" para desestabilizar el gobierno peronista, aún antes de que empiece.

"Los gremios grandes que consiguieron paritarias cercanas a la inflación deberían valorar eso y esperar, respetando los términos acordados. Hay que recomponer el salario de los que perdieron 10, 15 o 20 puntos e inyectar recursos en los sectores más bajos. Este movimiento va a permitir que esos recursos vayan directamente al consumo", dice en las reuniones donde se cocinan las medidas. Ese enfoque apuesta a reactivar un círculo virtuoso en el que las primeras inyecciones de flujo no vayan a sectores medios o medios altos que puedan transformarlos en ahorros, sino que fomenten el consumo y enciendan, aún mínimamente, la producción.

Según los planes, esa mayor demanda obligará a reactivar la actividad, reduciendo las suspensiones y frenando la sangría de despidos que marcó los últimos años. Recién en ese punto, se podría hablar nuevamente de un aumento de precios de los productos.

EL FRENTE INTERNO. Daer confía en que la CGT que viene será parte de la mesa en la que se define el destino del país y, por eso, cree que no hay margen para rupturas. Ni en el plano político, que al fin y al cabo fue el que resolvió las tensiones gremiales, ni en el plano sindical. 

La necesidad de construir acuerdos comunes en la cúpula sindical que faciliten el pacto social y, a la vez, acercar posiciones con los sectores disidentes para revitalizar el desgastado poder cegetista, centraliza pero no hegemoniza la relación con el presidente electo. Lejos del modelo que le adjudican a Moyano cuando estuvo frente de la central, al que le cuestionan la hiperconcentración del poder, lleva las consultas a sus compañeros del consejo directivo de la CGT. A modo de ejemplo, esta semana juntó a Moroni con una quincena de sindicalistas de la central, incluso a dirigentes que estuvieron fuera de la conducción y comparte con sus compañeros la selección de funcionarios para áreas sensibles del mundo gremial.  

Otra muestra de esta estrategia quedó a la vista durante la visita de Fernández a la sede de la central obrera, donde fue recibido por todos los sectores, incluso los disidentes que ya iniciaron el camino de regreso, después de años de críticas feroces por la supuesta pasividad con la que enfrentó al gobierno macrista. Medidas de fuerza desconocidas por los gremios del transporte, el fallido acto de marzo de 2018 y el robo del atril de la CGT, acuerdos salariales a la baja y renuncias al Consejo Directivo, entre ellas la del secretario general Juan Carlos Schmid, marcaron una crisis que polarizó las posiciones entre gremios dialoguistas y combativos. Sin embargo, el balance de Daer, y de buena parte de la conducción de la central, minimiza esas críticas.

"Venimos de transitar cuatro años de un proceso neoliberal inédito por la legitimidad que tuvo, pero este movimiento obrero, junto a otras organizaciones hermanas y sectores políticos, hizo que no pudieran pasar por arriba de la herencia sagrada que tiene nuestro país", sintetizó Daer durante la visita de Fernández al salón Felipe Vallese.

La valoración del jefe de Sanidad y del resto de la directiva cegeteista de la acción sindical durante el ciclo Cambiemos indica que debe analizarse, antes que por la cantidad de medidas de fuerza o movilizaciones realizadas, en la capacidad de haber frenado la reforma laboral y las modificaciones a la ley de sindicatos.

Ahora, con un lugar privilegiado en la cúpula del poder político, aunque sin designaciones en la función pública, Daer deberá jugar al equilibrista para integrar a sus viejos adversarios en una mesa amplia que garantice posiciones sindicales más o menos uniformes para la etapa que viene. La efectividad de ese trabajo dará indicios también sobre la fortaleza de la revitalizada legitimidad del dirigente para seguir al frente de la CGT más allá de agosto del 2020, cuando vencen los actuales mandatos.

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