Antonio Caló, «La Caída»: errores, traiciones y sospechas, detrás del cambio de mando en la UOM que sacudió al mundo sindical

Antonio Caló, «La Caída»: errores, traiciones y sospechas, detrás del cambio de mando en la UOM que sacudió al mundo sindical

A días de la elección que terminaría marcando el fin de su mandato Antonio Caló no tenía idea de lo que podía suceder. Sus dirigentes de confianza no le advirtieron lo que se gestaba, ni para evitar el papelón con el Presidente. Desde su entorno acusan de traición a los más cercanos, incluso a sus aliados en la seccional Capital.

Faltaban 120 horas para el martes 22 de marzo, fecha estipulada por la Junta Electoral de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) para renovar sus autoridades por los próximos 4 años. Le suena el teléfono a Antonio Caló. Del otro lado un importante dirigente del interior le pregunta: «Antonio, cuando vas a armar la lista»«El lunes», contesta. Es decir, el día antes de los comicios.

Para el lunes por la tarde, cuando se quiso sentar a confeccionar esa nómina, una porción de los leales dudaba de su pertenencia, otra porción ya había dado el salto definitivo a la oposición y casi que no podía confiar ni en quienes se quedaron a su lado. Fueron 72 horas decisivas en las que Caló, que había desoído el malestar de los metalúrgicos expresado en las urnas un par de semanas antes, no tuvo capacidad de reacción.

Recién bien entrada la tarde del lunes previo a los comicios convocados para el martes a las 9:00 AM, Caló sintió que sus 18 años al frente del gremio podían llegar a su fin. Hasta entonces se reía cuando hablaban de la chance de una derrota o de un quiebre: «Si alguna seccional está disconforme los invito a que hagan una lista y competimos. A ver quien es mejor», repetía. Un poco en chiste, otro poco en serio. Incluso lo dijo en la TV.

El lunes por la noche los secretarios generales de las seccionales más potentes de la UOM se reunieron en el Hotel Bauen y delinearon los detalles de lo que vendría. Participaron muchos que habían sido laderos del ahora ex mandamás de los metalúrgicos. Ya casi nadie respondía sus llamados. La suerte de Caló estaba echada para cuando quiso amagar con una reacción. «No me dieron tiempo», le dijo a sus íntimos.

Los gremialistas de su confianza, que podrían haberlo despabilado, tampoco rompieron su burbuja. Es más, lo dejaron hundirse. No le avisaron con tiempo lo que podía suceder para que sortee el papelón de invitar a Alberto Fernández a una reelección que nunca llegaría. Ni para que cancele la cena de festejo que ya tenía paga en Parque NorteNi para que mueva la elección a la sede Alsina de la UOM Nacional y evite que la proclamación de Abel Furlán y Naldo Brunelli sea en la seccional Capital, en la que el propio Caló hizo de anfitrión de su velorio gremial.

El martes por la mañana, en las puertas de la seccional porteña de la UOM sólo había militantes de las seccionales opositoras: Avellaneda, La Matanza, Quilmes, San Martín, San Miguel, 3 de Febrero y algunas otras. No sólo lo habían abandonado los propios sino que el círculo interno tampoco dio la cara: casi no había militantes de Capital, regional que comanda codo a codo con Roberto Bonetti. Apenas unos 15 para ordenar el ingreso.

Desde el entorno de Caló dudan del accionar Bonetti. Creen que podría haber actuado (u omitido actuar) para aportar un granito de arena a la caída de Antonio. Ponen el foco no sólo la ausencia de militantes para «bancar» el día de las elecciones, sino en la buena relación que mantiene en la política porteña con el senador de La Cámpora, Mariano Recalde. Por esa vía podría haber llegado la colaboración al de Campana. Es apenas una sospecha.

Para el martes al mediodía sólo restaba negociar las condiciones de la rendición. En una cumbre, en la esquina de Avenida Hipólito Yrigoyen y José Mármol, Furlan y Brunelli, le ofrecieron a Caló ser parte del nuevo secretariado en un cargo menor. Duró apenas 15 minutos el encuentro. El rechazo fue rotundo. Ante los que virtualmente ya eran los nuevos jefes del gremio, sostuvo que mantendría su presentación. Se plantó en que competiría con su tradicional Lista Azul para enfrentar a la Lista Verde de Furlan. Se fueron.

La amenaza duró apenas unos instantes, lo que tardaron en caminar los metros que los separaban de la sede sindical. Allí Caló finalmente desistiría de competir y le pediría a los pocos que todavía lo acompañaban que se abstuvieran de votar. De local, en el auditorio de su seccional, Caló vería desde el fondo del salón como Furlan le arrebata la Secretaría General.

El cierre del día fue, de todo modos, en Parque Norte. La cena que Caló tenía paga para festejar su reelección se convirtió en la celebración de Furlán y los suyos. Caló asistió como invitado especial y compartió un rato con su sucesor. Alberto Fernández no participó.

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