La muerte de Chávez revivió a la CGT Balcarce

La muerte de Chávez revivió a la CGT Balcarce
Por Ricardo Carpena

Los libros de historia hablarán de la vida de Hugo Chávez, por supuesto. Pero seguramente no tendrán ni una línea acerca de un episodio menos conocido: cómo la muerte del presidente venezolano terminó favoreciendo a los dirigentes más kirchneristas de la CGT oficialista.

Una lástima: así, muchos no se enterarán de que existieron sindicalistas que no querían irritar a Cristina Kirchner y que aprovecharon los funerales del líder bolivariano para suspender el plenario de secretarios generales en el que sólo se iba a aprobar un documento con algunas críticas al Gobierno.

Era un mínimo gesto de autonomía de la CGT Balcarce, que reflejaba el malestar por la forma en que la Casa Rosada decide medidas socioeconómicas que no conforman y avanza sin consultar a nadie, mucho menos a los sindicalistas. Pero en el cristinismo, sólo acostumbrado al ruido de los aplausos de sus fieles, sonó a declaración de guerra.

La decisión de convocar al plenario surgió en enero pasado, en medio de la bronca por el módico aumento del mínimo no imponible del impuesto a las Ganancias y los intentos de limitar las paritarias. Pero, desde mediados de febrero, los independientes de la CGT Balcarce (Gerardo Martínez, Andrés Rodríguez y José Luis Lingeri), más el taxista Omar Viviani, que capitanea al ex moyanismo en el Movimiento de Acción Sindical Argentino (MASA), recibieron advertencias gubernamentales de que estaban a punto de cruzar una barrera insoportable y por eso trataron de desactivar el plenario.

“Es como ponerle un revólver en la cabeza a Cristina. ¿Por qué primero no tratamos de verla y conseguir lo que queremos?”, propuso uno de ellos a sus colegas más díscolos, entre quienes están Oscar Lescano, de los “Gordos”, y los ex moyanistas Roberto Fernández y Omar Maturano.

El problema fue que, con el paso de los días, los sindicalistas ultra-K no lograron ningún lugar en la agenda presidencial y sólo pudieron revitalizar sus contactos con algunos ministros. Por eso todo siguió igual y, el lunes pasado, la “mesa chica” de la central K redactó el texto que se iba a aprobar en el encuentro del jueves, con una fuerte influencia de los independientes y de Viviani, que buscaron moderar las críticas.

Veinticuatro horas después, la muerte de Chávez brindó la excusa perfecta a los que no querían el plenario. “¿Cómo vamos a difundir un documento con críticas a Cristina mientras ella está en Caracas?”, argumentaron. Algunos insinuaron que querían hacerlo igual, pero Viviani, con un pie en el avión oficial que lo llevó a Venezuela, amenazó que si se realizaba el plenario no iba participar ningún dirigente de su gremio.

El operativo “antiplenario” se completó cuando, en esas mismas horas, el contenido del documento apareció en los diarios. Para uno de los dirigentes oficialistas más duros, la información se filtró para torpedear definitivamente el plenario: “¿De qué servirá ahora reunir a los secretarios generales? ¿Para aprobar un texto que conoce todo el mundo?”.

Por eso, cuando la CGT Balcarce se vuelva a reunir mañana para debatir si se hará o no el plenario, las tensiones internas serán inocultables. Caló navega entre los dialoguistas y los intransigentes de esa central obrera. Los independientes pretenden manejar la línea política. La mayoría de los “Gordos”, raleados del favoritismo del poder K, se resisten, con el apoyo de gran parte de los ex moyanistas, que, a su vez, cuestionan que “diez miembros de una mesa chica dirijan a su antojo una organización de 95 gremios”.

En la vereda sindical de enfrente, Hugo Moyano tiene un horizonte más despejado, por lo menos en materia de protestas. El jueves 14, la CGT Azopardo marchará con la CTA de Pablo Micheli para reclamar “paritarias libres” y el martes 30 de abril hará finalmente el acto ante el Congreso para exigir que se trate el proyecto de universalización de asignaciones familiares. En el medio, viajará el 15 de marzo a Comodoro Rivadavia para seguir en el interior los debates de su documento programático de 21 puntos. ¿Y la huelga general?

“Estamos midiendo los tiempos. La gente está cansada de paros y movilizaciones”, admitieron cerca del líder camionero.

Los que también comienzan a medir los tiempos son los metrodelegados: vencido el 1° de marzo su último acuerdo salarial, el gremio que lidera Beto Pianelli debatirá mañana el aumento que le pedirá al gobierno porteño, que estaría entre el 25 y el 30%. En el macrismo preocupa más la posible radicalización de los representantes sindicales: en abril habrá elecciones de los 80 miembros del cuerpo de delegados del subte y todo indica que seguirá retrocediendo la UTA de Roberto Fernández (que ya perdió cinco delegados a fines de 2012) y, por ahora, la única duda es si saldrá más fortalecido el sindicato de Pianelli o si crecerá la izquierda (con más fuerza en la línea B).

A mediados de año también se elegirán los delegados del Ferrocarril Roca, donde se verificará el poder de la oficialista Lista Verde de la Unión Ferroviaria, que ganó en 2011 pese al asesinato de Mariano Ferreyra, y, cerca de fin de año, habrá comicios para renovar las comisiones internas en PepsiCo y en Kraft (rebautizada como Mondelez). Son otras de las clásicas formas de medir si el malestar en las bases es dire ctamente proporcional al avance del sindicalismo combativo. O si ese malestar terminará siendo igual a lo que le sucede hoy a la CGT Balcarce: discretamente proporcional.

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