¡Hay una sola CGT!

¡Hay una sola CGT!

Fue una jornada intensa. Desde temprano las tensiones internas se manifestaron en el Predio de Parque Norte, de manera disímil, desordenadas, por momentos caóticas y febriles. Es que algunos sectores internos de la CGT corrían contra reloj. Pero todo ello se desarrolló en un escenario natural y conocido. 

“Hay que estar tranquilos, siempre fueron así este tipo de jornadas”, comentó una fuente sindical. Con el correr de las horas las tensiones disminuyeron, dieron paso a la experiencia y a la capacidad de armado y articulación que tienen los sectores más potentes del sindicalismo argentino.

Para los que son extranjeros en el terreno sindical, lo acontecido ayer en el Congreso Nacional de la Confederación General del Trabajo, debería ser abordado como un aprendizaje social. Las contradicciones propias del movimiento quedaron relegadas y perdieron terreno con el correr de las horas en función de comprender que lo que había era lo mejor posible en este momento. Claro está que hubo y hay sapos por tragarse, pero eso es también parte del peronismo.

Lo curioso es que en caliente uno puede tener una mirada de lo que “ocurre”, así en tiempo presente. Sin embargo, con la frialdad que promueve el descanso necesario y con la cabeza un tanto más despejada, puede correr los velos y los matices para despejar las pista de suciedad y comenzar la carrera con conceptos más adecuados.

Primero, la unidad en la CGT era necesaria. Si el camino hasta este Congreso fue árido, lo que queda por transitar será igualmente dificultoso. No obstante, en la superficie porosa no hay declives, por lo cual ello en sí mismo adquiere un valor superlativo. Segundo, contrariamente a lo que impone el imaginario seudo-progresista, la participación de los distintos sectores que integran la CGT de manera masiva da un amplio margen de legitimidad a la nueva conducción. No es menor, 1080 Congresales estuvieron acreditados para participar del evento histórico. El debate, más allá de las pasiones, no promulgó rupturas, ni alzó calamidades, como muchos agoreros de pasillos pronosticaron en todo este tiempo.

Como corresponde, cada sector pugnó por impulsar su candidato. Aún en las últimas horas del miércoles desde el sector de gremios industriales con apoyo de la Corriente Federal de Trabajadores, presionaron para que uno de ellos pudiera meterse en la cabeza conductiva. Incluso, en las primeras horas del jueves, se habló de una conducción compartida por cuatro. No obstante, esa versión cayó en saco roto casi de inmediato.

Lo particular y lo curioso se cifra en poder de rosca que tiene el barrionuevismo. De manera inteligente artículo alianzas estratégicas que le permitieran ganar terreno frente a lo que se consideraba un avance del nuevo moyanismo. Este sector aprovechó las ventajas comparativas que ofreció la salida de La Fraternidad y la UTA de la CATT y sumó como adeptos a estas dos organizaciones recelosas de Pablo Moyano. Hizo valer su poder de fuego interno a partir del amplio espectro de  congresales que un una contienda abierta podría debilitar a aquellos dirigentes que de cierta manera se muestran fuertes hacia afuera más que para adentro.

Hubo discusión, hubo pataleo, pero no hubo portazos. Es que en este contexto, con la derecha y el capital financiero en pleno avance, no se podía salir de Parque Norte con una CGT quebrada. Todos lo entendieron. Así que ya cerca del mediodía, cuando en términos formales se aprobó la reforma de estatuto para equipar el cupo femenino, la contienda estaba resuelta. La síntesis fue la presentación de lista Celeste y Blanca como única lista y con cierto equilibrio de fuerzas repartido casi en partes iguales.

Una vez alcanzado este punto se presenta, tal vez, la dimensión más difícil de abordar. Es que si lograr esta unidad no fue fácil sostenerla en el tiempo, construirla, consolidarla, desarrollarla y expandirla no será una tarea simple. Por un momento, tras saberse de manera oficial la composición formal de la lista de unidad, el murmullo ganó terreno. El mismo tenía una carga motivadora de escepticismo: ¿ Cuánto aguantará Pablo Moyano en esta composición de poder? El interrogante era válido apoyado por el pasado reciente. El dirigente camionero ha sido punzante en su crítica a la conducción cegetista lo cual lo instalaba en un punto de no retorno. Pero quien conoce el juego sabe que, como en juegos de táctica y estrategia, nunca se muestran todas las verdaderas intenciones.

El contexto para todos los actores intervinientes es distinto. Daer tuvo que consolidar su protagonismo, sobre todo después de la salida del Triunvirato anterior de Juan Carlos Schmid, con quien en ningún momento dejó de mantener diálogo. Soportó críticas y embestidas políticas y mediáticas, tanto internas como externas y se afianzó. El triunfo electoral en su gremio, contundente, ratificó su consolidación y le dio un sólido espaldarazo a su posicionamiento interno. Por otro lado, es el referente sindical con mejor llegada a Casa Rosada, lo cual lo convierte en un factor de poder difícil de soslayar.

Pablo, por su parte, trabajó todo este tiempo desde el Frente Sindical para el Modelo Nacional, para constituir su poder en base al apoyo de organizaciones sindicales disidentes con la conducción de la CGT sin romper del todo los vasos comunicantes. Le costará un poco más hacer pie dentro de la estructura de la Central, pero si dejaba pasar esta oportunidad para estar adentro, cuatro años más de espera podrían ser lapidarios para sus ambiciones de alcanzar el gobierno único en el futuro. Quizá la experiencia cercana de su última participación en la CGT haya dejado un aprendizaje. Sin embargo, deberá lidiar con quienes no concuerdan con su forma de manejarse en términos políticos y en relación a organizaciones hermanas, donde muchas veces incursionó de manera directa o indirecta para apoyar sectores opuestos  a los oficialismos.

En este sentido el tiempo mostrará si hay lugar para recomponer relaciones, que si bien nunca terminan de romperse, implican un determinado distanciamiento que puede perjudicarlo en cuestiones orgánicas. Moyano cuenta con el apoyo medido del SMATA y de los gremios que conforman la CATT, más allá de quienes lo acompañan desde el Frente.

Carlos Acuña es más difícil de desentrañar, su rol es más bien pasivo y da la sensación que lo sostiene el peso de la construcción barrionuevista, pero no como única variable. Su cercanía a Sergio Massa lo pone en un lugar de afinidad con distintas organizaciones sindicales más cercanas al espacio de los “gordos”. Habrá que ver si decide asumir un protagonismo distinto al que ha tenido hasta el momento. Por lo pronto, hasta ayer parecía el eslabón más débil del entramado y sin embargo, pudo sostener su cargo en la conducción de la CGT, algo que representa un triunfo en sí mismo.

Está claro que la CGT deberá alterar el estatus quo interno y traccionar hacia adelante. Desde esa perspectiva resta saber, por ejemplo, como continuará la relación con los movimientos populares representados en la UTEP. Distintas fuentes consultadas al respecto mencionaron la posibilidad de que el Consejo Directivo cree, a partir de sus facultades, un Observatorio de la Economía Popular con protagonismo activo de dicha organización sindical. Sin embargo, es prematuro aventurar un pronóstico cerrado al respecto, por lo que aún se impone el interrogante en tal sentido.

Por lo pronto, más allá del hilado fino, la jornada del jueves terminó con celebración. Es cierto que no hubo rostros adustos, aun cuando no todos terminaron conformes. El nuevo Triunvirato tendrá que transitar un camino sinuoso, pero esto tampoco es nuevo en el Movimiento Sindical. El objetivo de este Congreso era sellar la unidad y eso se logró con creces. Al mismo tiempo, a diferencia de otros momentos, se presentaron las bases para la elaboración de un programa propio. Al respecto vale señalar que se insistió en que la CGT apoya al gobierno pero no está casada con él. Un mensaje que se comenzó a notar tras la movilización del 18 de octubre y del cual deberá tomar nota el oficialismo.

Quien sí se tiene que preocupar es la oposición. La CGT ha demostrado una vez más que sus convicciones son inclaudicables: El modelo sindical argentino el fiel guardián de los principios rectores del peronismo y a partir de ellos tiene muy en claro quién es el enemigo. Se demostró contra el macrismo y se reafirmó en cada acción que se llevó adelante en el período de resistencia. Macri no duró más allá del mandato de cuatro años de su gobierno, por la resistencia sindical, no por la rosca política, mal que le pese al progresismo mediático y a los reaccionarios del campo popular, que los tiene.

Sin dudas la del jueves en Parque Norte fue una jornada peronista como hacía rato no se veía. Sobre todo por la celebración del encuentro, pero también porque la CGT puso una vez más, sobre el tapete al trabajo como centro de la escena política social de la agenda actual. No como mero enunciado coyuntural, sino como vertebración de un programa de liberación nacional. Sin CGT no hay futuro para el campo nacional y político, sin sindicatos fuertes y consolidados no habría derechos sociales protegidos, sin organizaciones sindicales los que quieren, por derecha y por izquierda, un país sin Perón y sin Evita, hubieran arrasado con la clase trabajadora.

El grito unificador del cierre del acto, luego de la tradicional entonación del himno popular como lo es la marcha peronista, dio por cerrada una etapa de disputa interna en la Confederación General del Trabajo. No todo el mundo puede haber quedado conforme, es cierto. Pero como escribimos con anterioridad, es la mejor unidad posible en este momento. Lo ideal no supera el plano del deseo. Lo concreto es lo posible y lo que está. Como bien plasmó el canto del final: ¡Hay una sola CGT!

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