Daniel Yofra: "El país anduvo cuando el movimiento obrero tuvo plata en el bolsillo para consumir"

Daniel Yofra:

Tiempo dialogó con el secretario general de Aceiteros, quien detalló los logros del sindicato en los aspectos gremiales. Desmintió que el resultado de las paritarias se deba a que las empresas tienen una elevada facturación y opinó sobre la unidad entre la CGT y la CTA de los Trabajadores y sobre las próximas elecciones.

 

La Federación de Trabajadores del Complejo Industrial Oleaginoso, Desmotadores de Algodón y Afines de la República Argentina, más conocida como Aceiteros, logró reabrir la paritaria tras un contundente paro a principios de septiembre y, finalmente, firmó un último tramo de aumento salarial que derivó en una paritaria anual del 54,1% más un bono por única vez de 10 mil pesos. De esta forma, el salario de convenio de la categoría inicial será de 50 mil pesos.

-¿Por qué Aceiteros logra acuerdos paritarios que no alcanza casi ningún otro gremio?

-Creo que la respuesta está en la convicción que tenemos a la hora de encarar ciertos objetivos. Arrancamos con este tipo de negociación en 2004, en una paritaria por empresa, en Rosario. Empezamos con esta modalidad de negociar de acuerdo a derecho, a lo que establece el artículo 116 de la Ley de Contrato de Trabajo y el 14 bis de la Constitución.

-¿Cómo fue ese proceso?

-Yo era delegado en Rosario, en la firma Dreyfus. Hacía años que no había paritarias. La balanza de poder estaba a favor de los patrones, con azotes permanentes hacia la clase trabajadora. Éramos  dirigentes con experiencias malas. En 2004, conocimos a un abogado laboralista que se inspiró en las peleas salariales de los 60 y 70, que eran por el Salario Mínimo Vital y Móvil. Esa fue la razón por la cual empezamos a concientizar a los trabajadores. Se nos cagaban de risa, decían que era imposible llegar. Cuando estás acostumbrado a cobrar mal, te parece imposible, te da risa, te da vergüenza y después te da miedo perder.

-¿Y cómo llegaron?

-Hicimos un trabajo de muchos meses, tratando de buscar aliados en un momento en que el movimiento obrero estaba sumiso y discutía despidos, no salarios. Dimos un primer salto, con un aumento del 64 por ciento. Parecía mucho, pero tampoco llegamos a lo que pedíamos. Habíamos pedido un estudio al Cespa (Centro de Estudios de la Situación y Perspectivas de la Argentina, que funciona en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA), que dirigía en ese momento Jorge Schvarzer, sobre cuánto debía cobrar un trabajador acorde a la ley vigente. Sacaron el cálculo y con eso fuimos a pelear. No inventamos nada; ese cálculo lo hacía el Indec hasta el 97, lo dejó de hacer, lo retomó en 2012 y en 2013 lo dejó de hacer otra vez.

 

(Foto: Eduardo Sarapura)

-¿Y por qué solo ustedes lo hacen de esa forma?

 

-Nadie lo agarra por lo mismo que nosotros al principio. Son pasos que uno tiene que dar. Siguen discutiendo de acuerdo a la inflación, otros discuten canastas, otros por topes salariales que ponen los gobiernos de turno. Hoy, en el movimiento obrero no nos podemos poner de acuerdo para decir cuánto tiene que cobrar un trabajador. El nudo de la cuestión es que los trabajadores no sabemos cuánto tenemos que cobrar. Hoy, ese cálculo salarial está arriba de $ 50 mil, lo explicamos y la gente se concientiza y la fuerza para pelear después viene sola. Implica que los patrones ganen menos. Es una cuestión clasista. En los 70, teníamos esa cuestión de clase y hoy la perdimos.

-¿Cuánto influye que al sector en cuestión le vaya bien?

-Hay un mito promovido por quienes estigmatizan y ningunean nuestras luchas, tanto dentro del mundo sindical como patronal. Por un lado, las patronales quieren hacer ver que los aumentos salariales llegan no porque corresponde, sino porque lo pueden dar. Pero es mentira, porque además de las multinacionales que hay en el sector, hay otras empresas que son chicas y también lo dan; empresas con tres, cinco o diez empleados, con producciones mucho más pequeñas. Y dentro de los dirigentes sindicales alimentan el mito para no salir a pelear. Todo lo que pedimos está dentro de la ley. Todos los trabajadores tienen las mismas herramientas. Pero es más fácil decirle a sus afiliados que nos pagan a nosotros porque a las empresas les va bien, que decirles la verdad. Hace 15 años, las empresas de nuestro sector también podían pagarnos y nos cagábamos de hambre. Hasta que no peleamos, no nos dieron nada. No es una cuestión de posibilidades.

-¿Cómo se hace para llevar esta lógica a nivel nacional?

-El primer paso que debemos dar es saber cuánto tenemos que cobrar. Si no lo pueden pagar, que presenten los balances. Y si el Ministerio de Trabajo hace su trabajo de veedor, ahí nos daremos cuenta si pueden o no pueden pagar los aumentos. Arrancamos en 2004 en Rosario y en 2009 lo llevamos a nivel nacional. Recién en 2010 pudimos conseguir un salario acorde a lo que pedíamos. Tenemos la conciencia ganadora.

 

(Foto: Eduardo Sarapura)

-No todo es salario en una paritaria. ¿Tienen victorias en otros campos?

 

-Hemos conseguido las categorías. En 2005 se había modificado el convenio y las categorías tenían un escrito ambiguo. De acuerdo a lo que interpretabas, te correspondía o no. Esa herramienta estaba al mando de los patrones, que la usaban a discreción. Entonces, había cuatro en un sector y todos tenían distintas categorías, recibidas según el nivel de obsecuencia que cada uno tenía con la patronal. Les sacamos esa herramienta haciendo una descripción clara de las categorías. Hoy, el trabajador tiene claro qué categoría le corresponde. Parece una tontería, pero representa un montón y muchos compañeros se vieron beneficiados con recategorizaciones, además de no tener que arrastrarse con los mandos medios de las patronales. También logramos meter los comités mixtos. Es un tema que a la patronal le duele más que el aumento salarial porque pone al trabajador adentro de la organización de la empresa. Los compañeros que integran el comité mixto tienen la misma tutela sindical que un delegado.

-En lo concreto, ¿qué beneficios ha traído ese comité mixto?

-Hemos bajado el nivel de accidentes en todas las plantas. Si el integrante del comité mixto dice que no están las condiciones dadas, se para la planta. Generalmente, en las plantas fabriles, el 80% de los accidentes fatales los sufren los tercerizados porque las empresas no les respetan los elementos y las condiciones de seguridad. En 2006, éramos 300 trabajadores aceiteros en Rosario y hoy somos 1300, con solo una empresa más. Es decir, logramos bajar muchísimo el número de tercerizados. En total, afiliados, hay alrededor de 6 mil trabajadores. Empleados, debe haber 20 mil. Pero hay algunos gremios grandes que están afuera de la Federación y hay también muchos no registrados en Mendoza, Catamarca, La Rioja, que cada vez que vamos porque nos llaman, nos meten presos porque trabajan en conjunto las patronales, los gobiernos y la policía.

-¿Y en materia de salud?

-Es complejo. Brindamos buenas prestaciones, pero la salud es deficitaria en el país. Hay enfermedades en las que los gobiernos te tienen que devolver un porcentaje de las prestaciones. Este es el gobierno que más nos ha endeudado. Tenemos cerca de $ 50 millones retenidos. A una obra social como la nuestra, que no tiene 100 mil afiliados, nos asfixia. Hemos hecho malabares y tratamos de llegar a la mayor cantidad de lugares posible.

 

(Foto: Eduardo Sarapura)

-También hubo cierre de fábricas y despidos en el sector.

 

-Lo de Cofco (cerealera multinacional china que cerró la fábrica de Valentín Alsina y dejó 200 trabajadores en la calle) fue una situación que era fácil de solucionar, pero el gobierno fue completamente inútil. Los chinos se fueron porque no les interesaba más hacer el aceite, sino llevarse el poroto de soja, por las propias facilidades que les brindó este gobierno. Pero la planta tenía rentabilidad, era casi nueva, estaba bien cuidada. Era decirle a un empresario amigo que se haga cargo. Ni siquiera esa viveza tuvo el gobierno. Este gobierno vino a hacer el mismo desastre que hizo (Carlos) Menem. La diferencia es que éstos, además de malos, son inútiles. Y el año que viene va a haber más problemas en el sector si el Estado no interviene.

-¿Cómo ves a la unificación de la CTA con la CGT?

-Hay una cuestión administrativa y una cuestión práctica. Aquellos que venimos peleando, que nunca hemos dejado de pelear y nos hemos unido. Y estará una parte de los que siempre han dialogado históricamente en el movimiento obrero, que verán cuál será su función. Me parece que es muy bueno lo de la unión y más en el marco de la CGT, que le puede brindar un paraguas no sólo a los trabajadores formalizados sino también a los informales, que son muchos en nuestro país. Si el objetivo de la unidad es para defender a los trabajadores, estoy completamente de acuerdo. Ahora, si es para brindar tranquilidad al nuevo gobierno, no estoy para nada de acuerdo.

-¿Cómo ve la situación del país a partir del año que viene?

-Lo veo mal. Este gobierno agarró una deuda que era innecesaria. Las empresas tienen en sus cajas 18 mil millones de dólares. Casi la mitad de la deuda. Si ponen los huevos en la canasta que corresponde para fortalecer el mercado interno y no fomentar el sistema financiero, se puede salir. No se podrá salir del todo, pero por lo menos no asfixiar más a los que menos tienen. No soy economista, pero sé que el país anduvo cuando el movimiento obrero tuvo plata en el bolsillo para consumir.

-¿A quién va a votar en octubre?

-A Alberto Fernández. Es el único que puede sacar a Macri. Si el FIT (Frente de Izquierda) tuviese chances de sacarlo, votaría al FIT. Pero me importa más el movimiento obrero que un partido político. Si el movimiento obrero se une bajo las banderas que necesitan los trabajadores, da igual quién esté en el gobierno. Con los anteriores estuvimos un poco mejor, es cierto, pero ningún gobierno le va a solucionar el problema a los trabajadores. Por eso, mi esperanza está en el movimiento obrero, no en los partidos políticos.

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