El escenario político y sindical se encuentra ante un punto de inflexión: terminado el proceso electoral, la Confederación General del Trabajo (CGT) enfrentará desde una serie de dilemas que marcarán su futuro. Su capacidad para renovarse, resistir los embates de una eventual reforma laboral y recuperar protagonismo serán claves en esta nueva etapa.
Para los dirigentes cegetistas, lo que combinan las elecciones no es solo un resultado de urnas, sino una foto de expectativas: qué rol jugar frente al nuevo Congreso, cómo posicionarse ante un posible gobierno peronista y cuál será el margen frente a una agenda política agresiva. Según fuentes del sindicalismo, la CGT buscará asegurarse un lugar relevante en el armado político que acompañe al candidato ganador, con interlocución fluida en la construcción de propuestas.
Aunque el círculo central de conducción no sufrirá grandes modificaciones en nombres, los estilos y énfasis sí podrían cambiar. Dirigentes como Cristian Jerónimo, Jorge Sola, Octavio Argüello y Maia Volcovinsky aparecen como candidatos viables para integrar el próximo triunvirato. La clave estará en si adoptan una línea más confrontativa o una estrategia de diálogo desde el principio.
Frontera con el nuevo Gobierno: evitar la reforma laboral
Una de las mayores tensiones que deberá afrontar la CGT es la relación con el Ejecutivo que surja del proceso electoral. En especial, la posibilidad de que resucite una reforma laboral de fuerte perfil —como la tramitada vía decreto durante el Gobierno previo— es mirada con cautela por los líderes sindicales. En el pasado, la central obrera logró frenar por vías judiciales un DNU similar (el DNU 70), y ahora encarna la expectativa de volver a actuar como barrera ante medidas que erosionen los derechos laborales y el modelo sindical.
Al mismo tiempo, en el marco del Consejo de Mayo, la CGT ha dejado clara su disposición a debatir modificaciones: siempre que no se afecten los elementos sustanciales del sistema sindical y que las convenciones colectivas sean blindadas frente a avances de reforma incompatibles con los intereses de los trabajadores.
¿Unidad interna o tensiones por estilos?
Al interior de la central, hay distintas lecturas sobre el rumbo que debe tomarse. Si bien existe un consenso básico sobre la relevancia de mantener la negociación como herramienta, algunos sectores advierten que seguir siendo únicamente moderados puede costar credibilidad ante las bases. Por eso, se prevé una CGT más activa, dispuesta a manifestarse públicamente y reafirmar su presencia institucional, incluso cuando esto implique tensión con el poder político.
La figura de Gerardo Martínez (UOCRA) se vislumbra como una de las más relevantes dentro de esa estrategia de equilibrio. Se le prevé un rol central como puente entre el diálogo y la firmeza sindical, siempre que pueda contar con respaldo tanto del Ejecutivo como de otros sectores de la central.
Otro punto de atención es la relación con la Secretaría de Trabajo: el sindicalismo ejercerá presión para que no recaiga en manos del PRO o sectores con una agenda anti-gremial. En este sentido, el nombre de Santiago Caputo aparece como un elemento clave para facilitar acuerdos con el poder político.
La carrera hacia 2027 ya empieza
Más allá del corto plazo, la CGT tiene la mirada puesta en 2027. Para ello, buscará consolidar un bloque sindical relevante en el Congreso —se apunta a que unos 15 diputados con perfil sindical acompañen sus posiciones— y una banca de interlocución política para posicionarse frente al nuevo mapa electoral.
La central no esquivará su rol como actor político: su supervivencia como fuerza con legitimidad dependerá de cuán eficaz pueda ser en el reinicio del ciclo electoral. Milei y la CGT coinciden en algo: más que certezas, hay muchas incógnitas por delante.






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