Hasta que salieron a la calle a golpear cacerolas en contra de Cristina Kirchner, hace más de cinco años, los votantes que hoy se abrazan a Mauricio Macri se escudaban en una muletilla tan eficaz como desmentida: las marchas no sirven para nada.
Por: Diego Genoud
La consigna que Mirtha Legrand coló en su mesa del sábado volverá a circular el miércoles próximo, revestida por la efímera superioridad que otorga el poder, ante la movilización que devuelve a los primeros planos al renacidoHugo Moyano.
Los oficialistas de turno ven a un jefe camionero aislado, desesperado y sin más capacidad que la de extorsionar. Aunque no son originales, advierten entre la convicción y el deseo el costado más amable que la realidad les regala. Moyano está en retirada, lejos de la fortaleza que supo blindar y después de practicar en los últimos años -con intermitencias y a su manera- un ejercicio que le resulta extraño: el oficialismo.
Pero la ausencia de liderazgos y su poderío inigualable lo convierten en el vértice de una alianza social que está vacante, como lo estaba el espacio opositor que tuvo que esperar a Macri para redimirse de la queja testimonial a la que el kirchnerismo lo había condenado.
No será la Marcha Federal de 1994, que quedó en el altar del imaginario nac and pop cuando hermanó a Moyano, De Gennaro y Santillán, en tiempos en que Mauricio era el hijo, presidente de Sevel, que trabajaba para quedarse con la presidencia de Boca. No podrá mensurarse en la intensidad chiquita de la batalla diaria y deberá decantar, un tiempo indeterminable, para ser juzgado en serio como importante o intrascendente.
Aún debilitado, como blanco móvil de las usinas amarillas, Moyano le brinda a la oposición una potencia que le faltaba, con su capacidad de impactar en las calles y en la circulación: de combustibles, cereales, caudales, alimentos, diarios y revistas y -lo más horroroso- la basura. Ese mundo estratégico que el Presidente suele encapsular bajo el concepto de logística está todavía en manos de un camionero que fue jubilado antes de tiempo.
Ese mundo estratégico que el Presidente suele encapsular bajo el concepto de logística está todavía en manos de un camionero que fue jubilado antes de tiempo.
Si el sindicato de Moyano conserva su precisión de relojería y no hay incidentes ni propios ni extraños, tendrá su primera victoria. Detrás de las imágenes no televisadas de fiesta pagana que proyectará la marcha del miércoles, habrá novedades que será difícil ignorar. La vertebración de un polo sindical que aún con deserciones notorias puede paralizar actividades vitales para la economía de Cambiemos. A los dos días de huelga bancaria que mañana y el martes van a fastidiar a la city, se sumará como ejemplo -a partir de marzo- la discusión paritaria de los aceiteros, el gremio combativo que nació en las entrañas del polo oleaginoso para discutir sus ganancias siderales. Paradojas del país commodity.
Pero la marcha del 21F desborda a los trabajadores sindicalizados y camina hacia la unidad dificil -que el gobierno de Macri facilita- con los trabajadores de la economía popular, como los llama incluso Carolina Stanley. Esa amalgama entre pobres y aristocracia obrera que tanto desquicia al circulo rojo no nació ayer. Fue alumbrada en setiembre de 2016 en la CGT, ante los ojos de Marcelo Sánchez Sorondo, el argentino enviado por el Papa que habita las paredes del Vaticano desde hace cuatro décadas.
Cuando pase la marcha y todos se declaren vencedores, será el momento de volver a discutir, otra vez sin acuerdo posible, para qué sirven los paros. Y de pensar, entre los indignados de la era Cambiemos, cómo subir la cuesta empinada que traduce una marea social en un proyecto de poder.
Cuando pase la marcha y todos se declaren vencedores, será el momento de volver a discutir, otra vez sin acuerdo posible, para qué sirven los paros.
Que más quisiera Francisco, si pudiera elegir en su país, que esa fuera la nueva fisonomía del peronismo, más plebeya, más creyente y en tensión con el pasado kirchnerista. Aún sin líder, es la única posibilidad de base social que existe hoy para confrontar con Macri. Una fuerza viva, golpeada por los errores y la derrota, que carece de dos cuestiones esenciales: un programa económico alternativo -al del macrismo y al del kirchnerismo- y un candidato que no nace a la velocidad que lo necesitan.
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