Repositores, la pieza clave de los controles sindicales del programa Precios Justos

Repositores, la pieza clave de los controles sindicales del programa Precios Justos

Un informe al que accedió este diario revela tres mecanismos para engaño al consumidor por parte de las grandes fábricas.

Por Mariano Martín

Los repositores de los grandes supermercados se convirtieron en la pieza clave del dispositivo acordado entre el Gobierno y los sindicatos para monitorear el cumplimiento del acuerdo de Precios Justos. Un informe de la Confederación de Sindicatos de las Industrias de la Alimentación (Casia), al que accedió en exclusiva este diario, puso al descubierto las maniobras detectadas por los empleados de las grandes compañías de consumo masivo para sortear los topes de valores pactados por las propias firmas e imponerse de manera irregular en las góndolas de las superficies mercantiles.

Como anticipó ayer Ámbito, el entendimiento de la Secretaría de Comercio Interior para controlar el plan oficial contempla junto con Camioneros de Hugo Moyano una quincena de sindicatos de la producción alimenticia.

Las organizaciones comprometieron el suministro de información diaria sobre niveles de producción y abastecimiento de los productos más sensibles de la canasta básica de consumo familiar.

El flujo informativo levantó quejas en la oposición política y en sectores fabriles como el presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), el abogado Daniel Funes de Rioja, por entender que ese acuerdo representa una intromisión inaceptable en la vida interna de las empresas.

Engaño

El protagonismo excluyente de los repositores está plasmado en el informe dirigido al equipo de Matías Tombolini desde noviembre pasado y que recibe actualizaciones durante toda la semana. Allí figuran tres maniobras designadas como “casos de engaño” desplegadas por los fabricantes para reemplazar productos sujetos a acuerdos de precios por otros exactamente iguales pero con modificaciones sutiles en su envasado, o bien la reducción del gramaje al mismo valor.

Se trata de prácticas conocidas por los organismos de defensa del consumidor pero que en este caso fueron relevados y sistematizados por los sindicatos ligados a la producción, y utilizados como insumo por Comercio Interior para multas a las empresas y modificar normativas.

El primer caso relevado consiste en el “cambio de un producto por otro”: se trata del retiro de góndola de un alimento industrializado o de un elemento de higiene y la colocación en su lugar del mismo pero con una palabra o leyenda añadida en la etiqueta. El informe releva galletitas con chispas de chocolate y aceites de girasol de tres marcas diferentes, y en todos los casos su reemplazo por el mismo producto con la palabra “plus” en el envase. En el caso de los aceites se verificó una diferencia de precio del 93% entre el faltante y el nuevo producto, el único disponible en la góndola.

Otra maniobra de engaño resulta de “combinar un mismo producto con distintas características o resaltando determinados atributos, siendo en todos los casos que éste convive con el original”. “Esto confunde al consumidor, ya que le venden un diferencial o cualidad que no lo es”, destaca el relevamiento. En este caso se detectó que una de las principales marcas de leches ofrecía una en sachet con 3% de tenor graso junto a otra de la misma condición pero en cuya etiqueta ofrece “vitaminas A, C, D y E”, presentes también en la original pero con una diferencia de precio del 33 por ciento.

El mismo tipo de engaño fue encontrado en la marca más vendida de lavandinas con dos productos exactamente iguales situados uno al lado del otro en la góndola: el primero, bajo la leyenda “original” a un valor con la etiqueta de “precios cuidados” y el otro, con la designación “clásica” y 92% más caro.

También, una marca de pasta seca que comercializa el mismo fideo con el nombre “spaghetti” y “spaghetti número 5” con una diferencia de precio del 14 por ciento.

Otra marca de pasta ofrece el mismo producto bajo el nombre “fusilli” y “tirabuzón” con 36% de diferencia de valor. Los relevamientos fueron hechos en las principales cadenas de supermercados y en todas ellas se detectaron las mismas maniobras.

Góndola

El tercer tipo de engaño consiste en la permanencia del producto en góndola pero con un gramaje menor. Lo más llamativo del informe es que si bien releva productos de limpieza y alimentos envasados con distinto grado de industrialización, en todos los casos la merma en el peso es la misma: 10 por ciento menos.

Así, un suavizante de ropa de primera marca que antes pesaba 900 mililítros pasó a comercializarse con 810 mililitros; ravioles de pollo y verdura que hasta hacía pocos meses se vendían por medio kilo comenzaron a ofrecerse por 450 gramos; el jabón líquido para la ropa mermó de 3 litros a 2,7 litros; el yogur bebible se redujo de un litro a 900 mililitros y lo mismo sucedió con el queso rallado (de 40 a 35 gramos) y el jugo en polvo (7,5 a 7 gramos). Mientras que una bolsa de galletitas surtidas de primera marca redujo su peso “sólo” de 398 a 390 gramos pero de inmediato subió su valor 39 por ciento.

Uno de los mayores reclamos de los productores de alimentos contra la ley de etiquetado frontal pasaba por la obligación de asumir el costo de modificar sus envases para exhibir los octógonos de advertencia.

Paradójicamente la capacidad de los repositores de hacerse de información valiosa para el control de Precios Justos tiene que ver con un cambio operado en los últimos años en el mecanismo de comercialización en las grandes superficies. La presencia de esos trabajadores antes era como empleados en relación de dependencia de los propios supermercados, pero en el último tiempo la preeminencia es de asalariados de las fábricas de productos de consumo masivo que organizan según ese interés los espacios asignados en las góndolas. De este modo las cadenas de supermercados debieron emplear menos personal y los fabricantes pasaron a asegurarse la provisión más conveniente.

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