Una fractura que ya no se puede ocultar

Una fractura que ya no se puede ocultar

La movilización de Camioneros expuso las diferencias entre los triunviros aunque la fragilidad interna en la central obrera se venía observando desde la llegada de Macri al poder. Cómo se posicionan los distintos sectores y cuáles son los próximos pasos.

 

La fractura que se está exponiendo en la CGT no necesariamente surge por la decisión de dos de los triunviros de promover un respaldo a la marcha convocada en su origen por el Sindicato de Camioneros. Es parte pero no el todo. La tan mentada unidad siempre fue frágil y bien podría señalarse que la debilidad estuvo (¿está?) en el cómo enfrentar a un gobierno que aplica políticas neoliberales que con el respaldo del poder económico y el mediático avanza dejando una estela de despidos y de abandono de políticas sociales. El distanciamiento entre Juan Carlos Schmid y Carlos Acuña con Héctor Daer ya existía y la coordinación entre ellos fue una quimera porque lo que siempre estuvo ausente fue el programa común que todos pregonan. La unidad era y es una necesidad pero está claro que si no se realiza bajo una base sólida el desmoronamiento termina apareciendo de un momento a otro. Aunque la crisis está lejos de ser terminal lo cierto es que en poco tiempo lo más es probable que haya más de una CGT. Habrá que ver cuál es la que representa con más fuerza los intereses de los trabajadores.

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En teoría, confrontar con un gobierno conservador pero fundamentalmente no peronista no tendría que haber sido una complicación para la central obrera. Y esto no pasa por la aplicación de una versión no violenta de una resistencia popular y permanente. Sin embargo no fue eso lo que sucedió en estos dos años de la gestión de Cambiemos donde entre los conductores cegetistas predominó lo que algunos llaman la “defensa de la gobernabilidad”. Esa teoría, en rigor, dejó a la conducción en más de una oportunidad sin la respuesta adecuada. El caso más palpable fue el veto a la ley antidespidos o el titubeo hasta último momento para lanzar el paro contra la reforma previsional del 18 de diciembre pasado. Para colmo, la consolidación de Cambiemos en los comicios de octubre ahondó esa contradicción.

 

Es más que probable que la movilización del 22 sea multitudinaria porque hasta los que desconfían de los Moyano estarán presentes porque es necesario frenar el desguace laboral que parece no tener fin. También es cierto que muchos dirigentes gremiales lo harán en defensa propia y en sí eso no está mal porque hasta el simple trabajador lo hace porque siente que solo no podrá y con otros al menos tendrá más probabilidades de defenderse y mantener su lugar en la sociedad.

Ahora, no está claro que desde esta movilización vaya a surgir un nuevo liderazgo sindical porque más allá de lo que diga Schmid, el único que tuvo capacidad para tomar la decisión y avanzar fue Hugo Moyano que parecía encaminarse a un retiro gremial para concentrarse en otros menesteres.

La reunión del Consejo Directivo donde se decidió la adhesión a la marcha tuvo como detalle la notoria ausencia de las cabezas de los gremios que ocupan una silla en ese espacio. El envío de segundas y hasta terceras líneas en su reemplazo es también un mensaje que puede representar una desconfianza en Moyano, cierto hastío con el camionero pero también la necesidad de no dejar de estar por si acaso Moyano retoma las riendas de la central obrera.

La ausencia de los gordos e independientes es una muestra de la fractura. Incluso también lo es la negativa de Daer a ser parte de la marcha por considerar que representa un interés sectorial, de camioneros, y no la del universo sindical. Incluso habló de la necesidad de convocar a un congreso para “nombrar una nueva conducción que pueda sintetizar a todos los sectores”. Esa es la expresión pública de un tema que ya se viene conversando por lo bajo. Ahora bien, el punto de estos dos grupos es que, más allá de su potencia real, por sí solos no pueden, por ejemplo, parar el país e incluso condicionar al gobierno. Necesitan de una alianza más amplia. En todo caso el desafío de éstos pasa por la real disposición que tienen para poner en un segundo plano su tendencia ultra dialoguista ante un gobierno que más allá del discurso profundiza día a día su política antisindical.

Hay otro grupo que trabaja con un perfil más bajo en la búsqueda de esa síntesis y que se está integrando con gremios que hasta ahora militaban en los distintos grupos que giran alrededor de la CGT. Por caso, el Movimiento de Acción Sindical Argentino (MASA), que vive un proceso similar al de disolución, aporta a Sergio Sasia de la Unión Ferroviaria, Guillermo Moser (Luz y Fuerza) y Carlos Ortega (Anses), entre otros. Desde la Corriente Federal de los Trabajadores participa Pablo Biró (pilotos-APLA) y luego se suman Noé Ruiz (modelos), Sergio Romero (UDA-docentes), Víctor Santa María (encargados de edificios), Francisco “Barba” Gutiérrez (UOM), y Omar Plaini (canillitas). Todos éstos también buscan la reorganización de la CGT y tienen previsto un encuentro donde se sumen regionales de la central obrera. Aspiran a juntarse en alguna provincia, San Luis, San Juan o Santiago del Estero, y para ello le encargaron la organización a Horacio Otero, integrante de la Secretaría de Interior de la CGT y de vasta experiencia en el armado tanto de congresos como del Comité Central Confederal. Pero este grupo tampoco es autosuficiente y trabaja para ampliar el horizonte con la figura de Sasia como la cara convocante.

La unidad es el denominador común en el discurso de todos los dirigentes y sectores gremiales donde el objetivo superior, frenar las políticas neoliberales, se impone con la fuerza de la realidad efectiva. Habrá que ver hasta dónde están dispuestos a llegar los actores de esta parte de la trama que se desarrolla en la CGT.

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