Paritarias: sin cláusula gatillo, la nueva tendencia es la negociación en continuado

Paritarias: sin cláusula gatillo, la nueva tendencia es la negociación en continuado

La mayoría de los gremios firma mecanismos de revisión, para reajustar salarios a tono con la marcha de la inflación. Son de hecho paritarias en dos tiempos. No se trata sólo de una señal al Gobierno. Y tampoco se ajusta al difícil juego interno de la CGT.

Las negociaciones salariales vienen cerrando aumentos que oscilan en el 15 por ciento anual. Son buenas noticias para el Gobierno, que insistió con ese porcentaje de referencia para las paritarias, pero nada es lineal. La nueva tendencia que se va imponiendo es la negociación en dos tiempos: las cláusulas de revisión, comprometidas en los principales acuerdos firmados hasta ahora, pronostican nuevas pulseadas a partir de septiembre. Descomprimen, pero no proyectan un paraíso.

Es al menos llamativo, y hasta podría resultar paradójico, lo que viene ocurriendo en este terreno. El año pasado, la fórmula mágica para abrochar acuerdos fue la cláusula gatillo, un mecanismo de ajuste automático en caso de que los aumentos de salario quedaran por debajo de la inflación acumulada. Pero aún antes de que amaneciera el 2018, desde el Gobierno dieron señales de que esta vez había que prescindir de aquel criterio de actualización, tan útil y efectivo.

El fin de la cláusula gatillo

El planteo oficial se apoyó en un argumento por lo menos discutible. Desde el Gobierno, argumentaron que la cláusula gatillo alimenta expectativas inflacionarias, centralmente porque daría por sentado el incumplimiento de la meta oficial en esta materia. Esa meta, como se sabe, fue "recalibrada" y quedó anotada en el 15%. Aún así, no parece un objetivo sencillo.

Con todo, esa fue la línea que se impuso en el oficialismo, con algunos disgustos de por medio, porque complica también las negociaciones con los gremios estatales y en particular con los docentes. En rigor, algunos suponían con realismo que la cláusula gatillo tiende a descomprimir el cuadro, al facilitar paritarias acotadas en términos porcentuales.

Las señales que emitieron rápidamente los jefes sindicales, incluida la primera línea de los llamados dialoguistas, fue que era imposible imaginar un sendero de baja conflictividad con posiciones de dureza para imponer un techo salarial del 15%. "Que lo llamen como quieran si no les gusta gatillo, pero sin una fórmula de ese tipo, que se olviden de firmar acuerdos", sintetizaba uno de esos referentes gremiales apenas abierta la temporada de paritarias. Surgió así una salida intermedia: la cláusula de revisión.

Empezó entonces una lenta sucesión de acuerdos de 15%, en algunos casos más alguna suma extra y en otros, con entendimientos previos sobre el "gatillo" pendiente del año pasado.

Entre los primeros en ponerle la firma a la nueva pauta salarial se anotó el gremio de aguas, conducido por José Luis Lingeri, dirigente de prolongado ejercicio de negociación con el poder político. A partir de ahí, las paritarias comenzaron a ser analizadas por las cercanías o el nivel de enfrentamiento con el Gobierno, fórmula al menos frágil para entender el tablero sindical de estos días, donde es discutido hasta el tipo de conducción que se dará la CGT.

En la misma lista se anotaron últimamente los encargados de edificio, capitaneados por Víctor Santa María, que hacia el interior del PJ sintoniza con el kirchnerismo pero en el plano sindical tomó distancia de las posiciones más duras, hoy referenciadas en Hugo Moyano, nuevamente "aliado táctico" o coyuntural de los sectores más cercanos a Cristina Fernández de Kirchner.

Está claro: conviene no ser esquemático en el análisis del movedizo universo sindical. El mayor gremio que firmó paritarias por el 15% más cláusula de revisión es Comercio, que cuenta con más de un millón de trabajadores. El inoxidable jefe de los mercantiles es Armando Cavalieri, también negociador y dialoguista.

En la misma franja porcentual y de renegociación garantizada se inscribieron los colectiveros de la UTA, conducida por Roberto Fernández, que ya a fines del año pasado exhibió su peso "táctico" al dejar girando en el vacío el paro dispuesto a las apuradas por la CGT frente a la ley que estableció la nueva cláusula de ajuste de las jubilaciones.

Otro gremio considerado abierto a los contactos con el Gobierno, Luz y Fuerza, rubricó un acuerdo salarial similar. Y en lista de espera están anotados la UOCRA y los estatales de UPCN. Por supuesto, también integran la lista otros gremios de menor peso y de diverso alineamiento interno: el calendario de las paritarias corre para todos.

Ahora bien, septiembre y octubre van anotando turnos para rediscutir salarios según la marcha de la inflación. Aguas, Luz y Fuerza, colectiveros y porteros ya están anotados. Y los que sigan se irán poniendo en la fila para el último trimestre. Comercio exhibe un plazo más largo: lo hará en enero.

Por supuesto, el camino no es sencillo en todos los casos y tampoco, se ha dicho, la lectura en función de la interna. El gremio de los bancarios sigue con su disputa, que ha tenido picos de dureza en pleno verano. Hoy tienen cita en el ministerio de Trabajo. El jefe de La Bancaria, Sergio Palazzo, tiene buena sintonía con el kirchnerismo, pero tomó distancia de Moyano: ya dejó trascender que no piensa sumarse a la estructura sindical que intenta recrear el camionero por afuera de la CGT.

En cambio, antes enemigos y protagonistas de fuertes enfrentamientos hasta por el tipo de modelo sindical, las dos CTA han ido confluyendo con Moyano. Y en medio de esa reconversión de alianzas, se anota el gremio de los docentes, en tensión aún irresuelta por las paritarias en una docena de provincias, empezando por Buenos Aires.

Dentro de la CGT, no alcanza ningún molde ni línea divisoria para explicar el cuadro de crisis interna, más allá del aceptado diagnóstico sobre el fin del esquema de triunvirato (Juan Carlos Schmid, Héctor Daer y Carlos Acuña) que surgió para sellar la fórmula de compromiso tejida como salida de unidad por Moyano, Luis Barrionuevo y Antonio Caló.

Moyano ha perdido aliados en su ruta de endurecimiento con el Gobierno y frente a su delicado horizonte judicial. El propio Schmid expresó su malestar con la idea de abandonar la CGT para recrear su viejo sello: el MTA.

Acuña giró en falso cuando supuso que Barrionuevo, su referente, acompañaría el camino del camionero: no fue así. Y Daer se muestra activo en las charlas que se suceden para buscarle nuevo formato a la conducción cegetista.

Los "gordos" (gremios fuertes, en general de servicios), los "independientes" (UOCRA, UPCN y aguas), algunos sindicatos más difícil de etiquetar, ex moyanistas, las reducidas 62, el Masa (taxistas, ferroviarios) y hasta el sector con eje en los bancarios tironean y negocian el futuro orgánico de la CGT. Por ahora, señal potente, nadie le pone fecha al confederal que debería consagrar el nuevo esquema cegetista.

Todos, además, atienden sus propios gremios. Y, en ese andar, las paritarias. No parece indicado analizar esas negociaciones, y tampoco las tensiones, con la mirada exclusiva de los alineamientos internos y la relación con el Gobierno. No siempre las fichas se juegan en un mismo paño.

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