Los docentes abren un año sindical duro, con tensiones de arrastre

Los docentes abren un año sindical duro, con tensiones de arrastre

El foco está en la provincia de Buenos Aires y la Capital, pero el tema inquieta a muchos gobernadores. Y otra vez se especula con un paro nacional al inicio de las clases. La CGT, en tanto, vuelve a registrar presiones del moyanismo. El retraso salarial y la campaña electoral, puntos clave

Con la primera cita en La Plata, los docentes entrarán de lleno esta tarde en la disputa de paritarias. Lo que ocurra en Buenos Aires es como siempre una señal para el resto del mapa y el pronóstico es reservado: ya hay versiones de paro nacional que proyectan dudas sobre el inicio de las clases en fecha.

¿Qué complicaría especialmente las discusiones? La recuperación de la pérdida salarial del año pasado, tal vez antes que la cifra y el mecanismo de ajuste de este año. El daño inflacionario asoma de hecho como un punto central para los gremios, aunque no el único en un año electoral y con disputa reactivada en la CGT.

El caso de los docentes es quizá el que concentra la mayor atención política en estas horas –del Gobierno y de cada jefe provincial- no sólo por una cuestión de calendario, sino además porque los conflictos con maestros y profesores tienen un fuerte impacto en la vida diaria de buena parte de la sociedad. Pensado en números, porque son gravitantes en los presupuestos y una referencia para otros gremios del Estado en cada distrito. Y también porque los principales sindicatos del sector son liderados por dirigentes alineados con las corrientes sindicales más duras y opositoras.

Esto último alienta especulaciones sobre la batalla como posible lectura política y pulseada en términos de imagen. Pero María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta no desconocen el desgaste y no lo ocultan en su análisis puertas adentro. Lo mismo ocurre en general con los gobernadores peronistas. "Nadie puede evitar costos en estas peleas, dañan a todos", resume uno de ellos y en el "nadie" incluye a jefes provinciales, al gobierno nacional y a los gremios.

María Eugenia Vidal

El reclamo bonaerense y el porteño van en general de la mano, por varias razones, entre ellas dos destacadas en la perspectiva electoral: involucran al núcleo de gestión macrista –sostén ratificado para apostar a la reelección de Mauricio Macri- y en espejo, los principales referentes gremiales son dirigentes kirchneristas.

Las inquietudes de la gobernadora y del jefe de gobierno están en esa misma sintonía. En las últimas horas, funcionarios de ambas administraciones intercambiaron información y primeras impresiones sobre los contactos que abren las paritarias casi en simultáneo. En Capital, hubo ayer un primer encuentro con los sindicatos, un tanteo en medio de una charla más técnica que salarial. Dio la impresión de que todos estuvieran esperando el primer capítulo bonaerense.

De todos modos, está claro por dónde viene el reclamo. En los últimos diez días, dirigentes sindicales, entre ellos Roberto Baradel, buscaron poner la carga del desenlace en el oficialismo y confirmaron que el reclamo contemplará el deterioro del año pasado y un número que al menos acompañe la inflación de este año. También dejaron circular estimaciones sobre la pérdida salarial en la etapa macrista: hablan de un 15 por ciento. En total, el planteo de máxima estaría por encima de los 40 puntos.

Fuentes del gobierno bonaerense reconocen que la cuestión del arrastre es la más compleja. Tienen algún margen mayor que en 2018 para negociar. En principio, porque no existe una referencia impuesta por el gobierno nacional, antes de la crisis disparada por el dólar, que pretendía un techo de alrededor del 15 por ciento. Y podría reaparecer en escena no ya el mecanismo de revisión sino la cláusula gatillo como garantía del trato.

Más difícil, se ha dicho, es la compensación por el efecto inflacionario pasado. Ese punto aparece en todas las provincias. A esta altura de febrero, sólo avanzaron en mayor o menor medida un puñado de distritos, entre ellos Misiones, Mendoza, Santa Fe. Otros, como viene ocurriendo desde hace años, están más cerca de reabrir el conflicto, como Santa Cruz. YCtera ya dio señales de nacionalizar la protesta: se reuniría a fin de mes para definir qué hace. Por lo bajo, trascendió a modo de advertencia la posibilidad de un paro nacional de dos días. Las clases, como se sabe, deberían comenzar el 6 de marzo, después de los Carnavales.

Otros serían los tiempos de la CGT. En rigor, allí pesarían distintos elementos sindicales y políticos: el ritmo de las tratativas salariales, los acuerdos de los grandes gremios, la creciente inquietud por los puestos de trabajo, las disputas no saldadas por la conducción cegetista y los encuadramientos para el año electoral.

Muchas paritarias no se ajustan al año calendario, por lo que hasta abril o mayo se estarán haciendo efectivos acuerdos del año pasado, mientras otros gremios estarán iniciando el ciclo. Varios de los acuerdos fueron retocados entre noviembre y diciembre, por efecto de la crisis, en medio de un cuadro general de frío económico.

Son diferentes los niveles de atraso respecto de la inflación pasada. Es un panorama que trasciende las posiciones internas. Varios de los sindicatos más duros con el Gobierno y enfrentados a la conducción cegetista llegaron a acuerdos que compensan o quedaron pocos puntos por debajo del registro de 47 puntos de inflación. Entre ellos, bancarios y camioneros. En cambio, aliados "tácticos" de Hugo Moyano quedaron más lejos: por ejemplo, docentes de Ctera y estatales de ATE.

En la vereda de los gordos e independientes, que apoyan junto a Luis Barrionuevo a la conducción de Héctor Daer y Carlos Acuña, el panorama tampoco es homogéneo, aunque gremios como sanidad, alimentación y comercio lograron renegociaciones salariales en torno del 40 por ciento.

Más complicados es el cuadro de los estatales de UPCN y de la construcción, atada sobre todo a la evolución del empleo con sustento en la obra pública.

Pablo Moyano, a la cabeza de los persistentes movimientos para desplazar a la actual conducción –que el año pasado vivió varias crisis y se desgajó-, ya dio señales de que volverá a presionar en la interna con un esquema repetido: reclamar medidas de fuerza, con el respaldo en la calle de las CTA y de movimientos sociales.

No importa en este terreno la situación relativa de cada gremio, en especial los de mayor peso individual, que estarían registrando retrasos por inflación de cuatro o cinco puntos, con el agregado de la inestabilidad o la pérdida de empleos. Y es un interrogante cuál será la exposición en campaña. De manera lineal, se agrupa al moyanismo y aliados con Cristina Kirchner, y al resto cerca del PJ federal. El cuadro es más complejo, pero parte de la batalla peronista se librará o nutrirá de la interna sindical. O al menos así será leído el conflicto, teñido por un año electoral que arranca intenso.

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