La CGT, con peleas internas que no cierran: una señal de alerta para el Gobierno y para el peronismo

La CGT, con peleas internas que no cierran: una señal de alerta para el Gobierno y para el peronismo

Las fisuras sindicales son visibles y los jefes gremiales discuten cómo y con qué tipo de conducción mantener la unidad. Pesan sobre ellos la relación con Macri y la recomposición del PJ. Pero a su vez, la disputa cegetista es un desafío para la política.

Nada está muy bien. Con ese diagnóstico, la CGT se despide del 2017 y encara un 2018 que, por lo menos en el arranque, no promete ser sencillo. Además de los datos que circulan, lo dice el abecé de la política: nada está muy bien cuando hace falta hablar mucho de sostener la unidad y aparece alguna que otra foto para morigerar la sensación de crisis. No alcanza para diluir la imagen que deja el fin de año y que es, al mismo tiempo, una señal de alerta para el Gobierno y para el peronismo.

Hay algunas certezas y muchas brumas, que a pesar de las idas y vueltas de estas horas no se consumen sólo en las internas. Los jefes sindicales ya casi han blanqueado la disputa por una nueva conducción cegetista, tienen pendiente el modo de reposicionarse frente a la postergada reforma laboral, no encuentran remanso en el peronismo –más bien, todo lo contrario- y la relación con el Gobierno se ha vuelto a complicar, aunque no faltan ni dejan de ser transitadas distintas vías de contacto. Esto, sin contar con el inicio del ciclo de paritarias.

Primero, entonces, la interna. A esta altura, parece claro que los jefes sindicales están discutiendo el tipo o formato de conducción de la CGT. No está definida la cuestión, al punto que las señales de unidad y respaldo al actual triunvirato –Juan Carlos Schmid, Héctor Daer y Carlos Acuña- conviven con los trascendidos sobre fórmulas y nombres alternativos. Un síntoma: las reuniones a las que asisten o dejan de asistir los padres sindicales de ese trío, Hugo Moyano, Luis Barrionuevo y Antonio Caló.

En estas horas, las voces sindicales rechazan el término ruptura, aunque son más tolerantes con la idea de recomposición. Por eso, buscan minimizar episodios de tensión por ahora controlados. Por ejemplo, las presiones ejercidas por Pablo Moyano, quizá el más duro con las negociaciones de una reforma laboral, hoy preocupado por el oleaje del caso de la barrabrava de Independiente. Su padre muestra más cintura para negociar, frente al Gobierno y dentro de la CGT. Otro ejemplo: la decisión del metalúrgico Francisco "Barba" Gutiérrez, que dejó su lugar en la mesa cegetista. Caló, después, dijo que la UOM no abandona la central y respalda la muy mencionada unidad.

A grandes rasgos, en un tablero con fichas en movimiento, los dos últimos encuentros –difundidos- de dirigentes gremiales exhibieron reagrupamientos para salir adelante y enfrentar el temario más amplio que los espera y de algún modo los condiciona. Son tomas de una película que está lejos del final.

Una cita reunió a Schmid y Acuña con Moyano y Barrionuevo. También estuvieron allí algunos "independientes", de trato fluido con el poder en todas las épocas, entre ellos Gerardo Martínez, anfitrión y secretario general de la UOCRA, y Andrés Rodríguez, dirigente de los estatales de UPCN. Asistieron Roberto Fernández, de UTA, que había causado revuelo con su decisión de mantener el transporte en el último paro –muy acotado- de la CGT, y Omar Maturano, de La Fraternidad, señalado por algunos –no está claro si para candidatearlo o para negociarlo- como alternativa en una recomposición de la cúpula sindical.

(NA)

El otro encuentro contó con algunos "gordos", como el dirigente de sanidad Carlos West Ocampo y el eterno mercantil Armando Cavalieri, algún "independiente" y exponentes de las reducidas 62 Organizaciones, entre otros. También allí se habló de evitar la ruptura, en medio de ideas de rearmado de la conducción, conjunta pero no dividida. Estuvo Daer, ausente en la tenida con Moyano y Barrionuevo. No es un dato menor.

El cuadro no cierra ahí y suma al menos otras dos pinceladas. Los llamados "independientes" –además de los nombrados, José Luis Lingeri (aguas), en la primera línea-, apuestan a una especie de articulación entre los grupos cambiantes de este juego. Otra pieza destacada es la del sector más duro, alineado con posiciones kirchneristas, con eje visible en el bancario Sergio Palazzo. Y más allá –fuera de los límites de la CGT- actúan como elemento de presión, sobre todo ante conflictos, las dos CTA.

No todo es cuestión de interna: la relación con el gobierno de Mauricio Macri es un tema sensible que, es cierto, por momentos nutre las tensiones domésticas. Hay puentes siempre tendidos. "El ministro habla con todos", dicen en Trabajo. No es la única vía, aunque Jorge Triaca ha logrado centralizar las negociaciones. Existe inquietud en medios cercanos al Presidente por las fisuras en la CGT porque aún en momentos de pase de facturas, el oficialismo privilegia la recomposición de la "representación gremial clásica". Es, en definitiva, un interlocutor decisivo para negociar y un factor de contención ante proyectos complicados y situaciones conflictivas.

El punto es que entre los jefes sindicales, incluso en los más predispuestos al diálogo, asoman enojos y cuentas pendientes con algunas movidas del Gobierno. La primera, el paquete laboral, que pese a lo dicho antes de las elecciones, fue de un volumen y amplitud inesperados. Y la segunda, el alcance de la llamada reforma previsional, tratada con los gobernadores sin consulta –dicen en medios sindicales- a nadie de la CGT.

El Gobierno insiste con que el proyecto de ley laboral acordado en principio con la conducción de la CGT será incluido en el temario del Congreso, a fines de febrero. El horizonte no parece despejado. El jefe del bloque de senadores del PJ, Miguel Angel Pichetto, ya había avisado que el tema no corría en las veloces y tensas sesiones de fin de año: era una sobredosis en medio de la reforma tributaria, la ley jubilatoria, la modificación de impuestos y el pacto fiscal. Y aclaró siempre que sólo tendría destino con aval de la CGT.

¿Se mantendrá ese acuerdo con Trabajo? Para la misma época en que volvería a sesionar el Congreso, sería convocado el confederal de la CGT. Es un interrogante la fecha, y más aún el cuadro sindical que pintará esa nueva cita de los jefes sindicales.

No es el único punto de contacto con el PJ. La reforma del cálculo para los haberes de los jubilados colocó a la CGT en medio de las tensiones peronistas. Tuvo una posición crítica sobre el proyecto finalmente aprobado y convocó a un paro más bien anémico, que generó a su vez disgustos domésticos. De todos modos, se cuidó de cargar contra el Gobierno sin aludir al acuerdo con las provincias, en primer lugar, con los gobernadores peronistas.

Esa ley fue la que más agitó las aguas políticas. Pero entonces y hacia delante, para los jefes sindicales el grado y las formas de oposición al Gobierno constituyen un tema central. Eso es lo que discute hoy el peronismo, en medio de una recomposición nacional que está lejos de ser un dato menor para los alineamientos sindicales. Pero a la vez, las tensiones y disputas en la CGT se proyectan hacia la política: para el PJ de los jefes provinciales y para el kirchnerismo es un elemento de peso el grado de conflictividad en el terreno gremial.

Esa dinámica anota, como cada año, los distintos capítulos de las negociaciones paritarias. Una de las más duras, la de los bancarios de Palazzo, ya arrancó. Después, será el turno de los docentes, que corre por afuera de la CGT y afecta a las provincias, muchas de ellas en manos del PJ. Y en la lista de corto plazo siguen UPCN, sanidad, construcción.

El temario es denso. Y la realidad de los jefes sindicales, nada sencilla. No se trata de una pelea encapsulada: aún sin el poder o la "centralidad" de otras épocas, el modo en que la CGT resuelva sus internas es un dato político ineludible para el Gobierno y para el peronismo. Nadie diría que es poco.

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