“Trabajadores pobres”: el informe en el que se basó Cristina Kirchner y que incomoda a la CGT

“Trabajadores pobres”: el informe en el que se basó Cristina Kirchner y que incomoda a la CGT

La brecha salarial crece y hay temor en el sindicalismo por una espiralización inflacionaria; los movimientos de Máximo con los gremios más combativos

 

Por Nicolás Balinotti

En su cruzada contra Alberto Fernández por el rumbo económico de la gestión, Cristina Kirchner habló hace ocho días sobre un inédito fenómeno: el de los trabajadores pobres. Hay en el país 1.500.000 de trabajadores registrados que son pobres, según un estudio elaborado sobre la base de datos del Indec. Representan el 15% del total de la población que está en blanco, de acuerdo al relevamiento elaborado con cifras oficiales del último trimestre de 2021. Están también debajo de los niveles que marcan la pobreza el 45% de los trabajadores informales o en negro y el 41% de los cuentapropistas. Todos ellos no alcanzan con su sueldo a cubrir la canasta básica, que está hoy entre 71.404 y 94.335 pesos según la cantidad de integrantes del grupo familiar.

 

Para reforzar su argumento teórico, la vicepresidenta apeló a la ayuda de un viejo conocido y se recostó en un informe del Centro de Estudios del Trabajo y el Desarrollo (Cetyd) de la Universidad Nacional de San Martín, un think tank laboral cuyo director es el exministro de Trabajo kirchnerista Carlos Tomada, actual embajador en México.

“Hoy se produce un fenómeno en la Argentina que nunca lo habíamos conocido y que es el de los trabajadores en relación de dependencia pobres. Esto nunca había pasado”, puntualizó Cristina la semana pasada desde Chaco como una de las críticas más punzantes contra Martín Guzmán. Y agregó: “A la pobreza siempre la ubicábamos por afuera del trabajo formal y registrado, ahí estaba la pobreza. En los sectores informales, en los sectores precarizados, en los sectores informales. Bueno, ahora no”.

 

El debate sobre los índices de pobreza [es hoy de 37,3%] no le debería sentar cómodo al kirchnerismo, que estuvo en el poder entre 2003 y 2015. Tampoco a Mauricio Macri, que hizo campañas electorales con el utópico eslogan de “pobreza cero”. En el reparto de culpas, lo que sobresale es la alarma por las estadísticas y una preocupación adicional para que el retroceso salarial no se convierta en algo estructural, como ya lo son la pobreza, la desigualdad y la informalidad y precariedad laboral. Heridas abiertas de las crisis recurrentes.

“La pérdida del poder adquisitivo de los salarios entre 2018 y 2019 fue de 20%. Ahora se está dando una leve recuperación y se frenó la caída libre”, dice Matías Maito, autor del informe del Cetyd que sirvió de sustento argumental para la vicepresidenta. El investigador de la Universidad de San Martín, sin embargo, advierte que los escenarios de alta inflación son los “más complicados” para revertir tendencias desfavorables.

En el informe del Cetyd no está precisado si ese 15% de trabajadores registrados que no cubre la canasta básica está sindicalizado. No es un dato menor porque se supone que el gremio es el que debe proteger el empleo y garantizar ingresos suficientes. La tasa de sindicalización en el país está aproximadamente en el 30% de la población laboral con empleo formal, según diferentes estudios públicos, privados y académicos. Es decir, la representación está lejos de ser plena. Y los dirigentes sindicales lo saben.

Dispersión salarial

Como la dinámica inflacionaria arrasó con cualquier previsión, no existe hoy una pauta común numérica ni temporal que sirva de referencia para las paritarias. “Hay mucha dispersión salarial que se evidencia en las negociaciones: hay acuerdos que se cierran con subas de 80 y otras de 45 por ciento”, dice Maito. Terreno fértil para que se agigante la brecha salarial.

Osvaldo Iadarola, jefe desde 1997 del estratégico gremio de las telecomunicaciones, hizo ayer un paralelismo con lo que fue el “Rodrigazo”, en 1975. “Cuando fue el Rodrigazo acordamos un aumento de 65%, pero la UOM, a los pocos días, cerró en 130%. Un mes y medio después explotó el país. No puedo predecir que vaya a pasar lo mismo, pero la inflación no se puede controlar”, dijo el referente del Foetra en radio Zónica +. No es el único dirigente de la CGT que teme una inflación de tres dígitos.

Cristina Kirchner elogió hace poco al sindicalista Sergio Palazzo, jefe de la Asociación Bancaria, por haber cerrado un acuerdo salarial de 60%, que se supone que quedará por encima de la inflación. Su involucramiento en el debate no cayó bien en la CGT. Gerardo Martínez, referente de la Uocra y uno de los dirigentes más influyentes de la central obrera, envió un mensaje que pareció una réplica. “Defendemos la vigencia de las paritarias libres, la negociación colectiva y la autonomía sindical, ya que en nuestro rol de dirigentes hemos demostrado la suficiente capacidad para negociar salarios y condiciones laborales sin la tutela de nadie”, dijo Martínez. Intentó luego bajarle el tono para no confrontar con la vicepresidenta. Las quejas de Martínez sobre los vaivenes de la macroeconomía no se escucharon cuando le tocó el jueves compartir escenario con el jefe de Gabinete, Juan Manzur, y el ministro de Trabajo, Claudio Moroni. Sugestivamente, después del acto con los funcionarios, Martínez y otros jerárquicos de la CGT comenzaron a agitar con la idea de una movilización para alertar por la inflación. Detrás de la iniciativa, estaría la mano de Alberto Fernández, que busca señalar a los empresarios como los únicos responsables de la suba generalizada de los precios.

Desde que abandonó la jefatura del bloque de diputados del Frente de Todos, Máximo Kirchner activó encuentros con los aliados sindicales que comulgan con el kirchnerismo para reactivar una agenda laboral disruptiva, alejada de cualquier ajuste coordinado entre el Gobierno y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Surgió así el proyecto de ley para adelantar las cuotas de pago del salario mínimo como el debate para instaurar un salario universal. El hijo de la vicepresidenta fue el invitado especial en un asado en la casa de Pablo Moyano, conversa cada vez más seguido con Palazzo y se reúne periódicamente con los gremios que no comulgan con el liderazgo de “los Gordos” y del barrionuevismo en la CGT. Hace unos meses endulzó al hijo de Hugo Moyano con imitar la campaña de su padre en los 90, cuando surgió como la voz de rechazo a las políticas neoliberales que impulsaba el menemismo. Por entonces, el jefe camionero se movía en tándem con Saúl Ubaldini. Hoy, Pablo Moyano está a veces solo o rodeado de dirigentes de escasa representación. Aún debe construir su poder sindical.

Pablo Moyano y Máximo Kirchner, el mes pasado, tras compartir un asado en la casa del referente gremial de los camionerosInfocamioneros

La estrategia de Máximo Kirchner de pactar con los gremios más combativos podría hasta interpretarse como un repliegue, a un rejunte de tropas para lo que derive el plan electoral de 2023. Hasta aceitó vínculos con la izquierda, sobre todo con la diputada Myriam Bregman. La raíz de esta ¿alianza en ciernes? habría sido su involucramiento en un conflicto gremial en una fábrica de alimentos en cuya comisión interna manda el trotskismo. En mayo de 2020, con el país paralizado por la pandemia y sumido en la incertidumbre, Máximo atacó desde su banca a Rodolfo Daer, jefe del gremio de Alimentación y hermano de Héctor, por haber pactado un acuerdo por suspensiones en una planta industrial de Mondelez. Aquel cuestionamiento también golpeó al ministro Moroni, que homologó por entonces el trato que preveía reducción de sueldos. Por entonces, el Gobierno avaló decenas de este tipo de convenios, amparados por el artículo 223 bis de la ley de contrato de trabajo, como salida urgente para contener el empleo.

“Mondelez, fábrica de alimentos, los puso a los trabajadores a producir golosinas bajo el paraguas de ‘industria alimenticia y servicio esencial’, se stockeó todo lo que pudo bajo el valor actual para venderlo vaya a saber cuándo, y le baja el sueldo a los trabajadores y las trabajadoras suspendiendo la actividad. Equivocadamente, el Gobierno le homologó ese acuerdo”, dijo durante aquella madrugada de mayo de 2020 el por entonces jefe del bloque de diputados del oficialismo. Mucho tuvo que ver con ese discurso Juan Carlos Alderete, referente de la Corriente Clasista y Combativa y diputado oficialista. Alderete tiene a uno de sus hombres de confianza como delegado gremial en la planta que la empresa tiene en Pacheco.

La rebelión que destronó en marzo a Antonio Caló del mando de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) estuvo orquestada por el kirchnerismo desde la influyente seccional de Quilmes. Dolido, Caló masculla su frustración en silencio. Recuerda con algo de arrepentimiento cuando fue el instrumento de Cristina Kirchner para dividir a la CGT y aislar a Moyano, por entonces un opositor al kirchnerismo. Las lealtades siempre fueron frágiles en la política, mucho más en el gremialismo.

UN FUERTE GESTO DE UNIDAD DE LA CORTE EN MEDIO DE LAS CRISIS INTERNA Y EXTERNAS

El martes próximo habrá elecciones en la Unión de Empleados Judiciales de la Nación. Julio Piumato, en la jefatura hace 32 años, tiene todas las de ganar. Sin embargo, el kirchnerismo apuesta a erosionar gradualmente su poder. Logró que Moroni habilite la personería gremial del Sindicato de Trabajadores Judiciales (Sitraju), el gremio que conducen Juan Manuel Rotta y la camporista Vanesa Siley. Ahora el Sitraju quedó en condiciones de disputarle la representación de afiliados en la Ciudad de Buenos Aires y de sentarse a la mesa de negociación salarial.

La pelea sindical de fondo que tal vez más interesa es la de Comercio, el gremio más grande del país. Armando Cavalieri, con 86 años, duda sobre presentarse a lo que sería su novena reelección o ungir a un sucesor. El eterno jefe mercantil se reunió la semana pasada en una confitería cerca de Plaza de Mayo con Ramón Muerza, su retador y quien cuenta con el respaldo de los Moyano y del empresario Alfredo Coto. El encuentro habría sido para pactar el cronograma electoral interno, pero hay quienes deslizan que se activaron gestiones para una lista de unidad. A Muerza no se lo debería encuadrar en el kirchnerismo. Uno de sus hijos fue concejal de Cambiemos en Cañuelas y él siempre se jactó de su cercanía con el exvicejefe de gobierno porteño Diego Santilli. Hay un antecedente cercano sobre un intento del moyanismo para desplazar a Cavalieri: en 2011 respaldaron junto con Carlos Kunkel la candidatura de Osvaldo Nieva, que perdió y luego regresó al redil de Cavalieri. Máximo solo va a jugar si le garantizan la victoria.

 

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