Por qué el kirchnerismo opera para encumbrar a una militante propia en la nueva conducción de la CGT

Por qué el kirchnerismo opera para encumbrar a una militante propia en la nueva conducción de la CGT

Ya comenzaron las negociaciones para definir quiénes liderarán la futura central obrera que se elegirá el 11 de noviembre y que tendrá un tercio de mujeres. Nombres y posibilidades de un rompecabezas decisivo.

¿Quién será la mujer que integrará la futura conducción de la CGT? Todavía no se sabe, pero lo único seguro es que por primera vez se aplicará la Ley de Cupo Sindical Femenino para elegir a las autoridades cegetistas el próximo 11 de noviembre y, como todo indica que la nueva central obrera será liderada por un triunvirato o un cuarteto, una dirigente compartirá el poder con sus colegas masculinos en la máxima organización gremial de la Argentina.

El único antecedente hasta ahora fue el de Susana Rueda Stochero, del Sindicato de Sanidad, que fue cosecretaria general de la CGT en 2006 junto con Hugo Moyano, del Sindicato de Camioneros, y José Luis Lingeri, del Sindicato Gran Buenos Aires de Trabajadores de Obras Sanitarias, y que se convirtió en la primera mujer latinoamericana en llegar a un puesto semejante. Hoy, sólo dos de las 25 secretarías de la CGT están en manos de mujeres: Noemí Ruiz (trabajadores de moda) en la de Igualdad de Oportunidades y Género, y Sandra Maiorana (Asociación de Médicos) en la de Salud y Medioambiente.

Según la periodista Luciana Peker, a partir de los datos provenientes de la investigación “Sexo y poder: ¿Quién manda en la Argentina”, realizada por el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), sólo el 11% de los lugares de decisión en los sindicatos son ocupados por mujeres. De ese estudio, que fue publicado en 2020, surge la conclusión de que “la presencia de mujeres en el sector sindical está aumentando, aunque aún no se evidencia en los puestos de la más alta jerarquía (nivel 1), en los que la participación sigue siendo muy baja (3,2%), en abierto incumplimiento de la legislación vigente”.

Sancionada en 2002, como recuerda el sitio web del Ministerio de Trabajo, la Ley 25.674 establece el llamado Cupo Femenino Sindical a través de “la integración obligatoria de mujeres en cargos electivos y representativos de las organizaciones sindicales, determinando que el porcentaje femenino será de un mínimo de un 30% cuando el número de mujeres alcance o supere ese porcentual sobre el total de los trabajadores y trabajadoras”.

La CGT decidió el miércoles pasado, durante una reunión de su consejo directivo, que la renovación de autoridades se realizará el 11 de noviembre y que por fin se aplicará la legislación sobre el cupo femenino, aunque mediante un sistema enmarañado: una vez que se reforme el estatuto, la conducción cegetista duplicará la cantidad de secretarías para que cada sindicato que tenga presencia en ese cuerpo elija un hombre y una mujer, de forma tal que, en forma indistinta, uno de ellos sea el titular y el otro, cotitular. También se resolvió que en tres secretarías estratégicas de la CGT (General, Adjunta y Finanzas) sólo elegirán un único dirigente, hombre o mujer, porque son puestos en los que está involucrada la firma de un responsable y no puede haber un cotitular.

Las negociaciones para elegir la nueva conducción cegetista ya comenzaron. En la pelea principal para controlar la nueva central obrera, de un lado está la alianza entre “los Gordos” (Héctor Daer, de Sanidad, y Armando Cavalieri, de Comercio) y los “independientes” (Andrés Rodríguez, de UPCN; Gerardo Martínez, de la UOCRA, y José Luis Lingeri, de Obras Sanitarias), más autónomos como Antonio Caló (UOM), y del otro está el moyanismo (encabezado el Sindicato de Camioneros), junto con el SEMUN (Sindicatos en Marcha para la Unidad Nacional), que lidera el titular de la Unión Ferroviaria, Sergio Sasia.

Fuera de esa disputa están el sector del gastronómico Luis Barrionuevo, que cultiva un peronismo antikirchnerista, y la Corriente Federal de Trabajadores, enrolada en el ultrakirchnerismo y en la que militan el bancario Sergio Palazzo, la judicial Vanesa Siley y Walter Correa, del Sindicato de Curtidores, y que en las filas sindicales fue la gran beneficiada por Cristina Kirchner en el armado de las listas de candidatos del Frente de Todos: aquellos tres dirigentes gremiales integran la nómina de diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires junto con el jefe de la CTA oficialista, Hugo Yasky.

Hasta hoy, al menos, no hay suficiente consenso interno para nadie ni un sector con un claro predominio sobre el resto para que la nueva CGT tenga un solo secretario general, por lo que volvería a recurrirse a una conducción colegiada de tres o cuatro miembros (aunque la fórmula tuvo resultados dispares). Héctor Daer, de estrecha confianza de Alberto Fernández, aspira a mantenerse al frente de la CGT, mientras que su rival Hugo Moyano buscará que su hijo Pablo se integre al futuro esquema de poder cegetista. Para ocupar el tercer o cuarto lugar no existen tantas certezas. Sasia propondría otro candidato del SEMUN porque él preferiría disputar el 7 de octubre la jefatura de la poderosa Confederación de Trabajadores del Transporte (CATT), asociado con el moyanismo. Barrionuevo, por su parte, intentará que Carlos Acuña (estaciones de servicio) extienda su mandato como cotitular cegetista.

La incógnita es qué hará el sindicalismo kirchnerista. A Palazzo siempre lo complicó su origen radical para conducir una sigla identificada con el peronismo, pero ahora la dificultad consiste en que no tendrá tiempo para todo: busca mantenerse como titular de la Asociación Bancaria (donde pretende una nueva reelección en las elecciones sindicales del 14 de diciembre) y, en forma simultánea, tener protagonismo en el bloque del Frente de Todos de la Cámara de Diputados una vez que sea elegido legislador en los próximos comicios (algo seguro porque está cuarto en la lista). Tampoco podrá seguir al frente de la Secretaría Deportiva del Club Independiente, a la que renunciaría para volver a ser vocal de la institución de Avellaneda.

Desbordado por sus múltiples tareas, Palazzo podría proponer a una mujer de su sindicato para que lo represente en lo más alto de la conducción de la CGT o adherir a una posible jugada que circula con insistencia en los corrillos sindicales: Cristina Kirchner y La Cámpora estarían decididos a jugar fuerte en la interna cegetista para que una dirigente de su confianza como Vanesa Siley se sume a la conducción colegiada de la central obrera.

Diputada del Frente de Todos y secretaria general de la Federación de Sindicatos de Trabajadores Judiciales (FE-SITRAJU), Siley es una fiel militante de La Cámpora que, según dicen, llegó a su gremio gracias a la iniciativa de Eduardo Wado de Pedro, quien cuando trabajaba en la Justicia fue uno de los que alentó la creación de una estructura paralela para oponerse a Julio Piumato, el histórico líder de la Unión de Empleados Judiciales de la Nación (UEJN).

Sin embargo, el sindicato de Siley tiene sólo una simple inscripción en el Ministerio de Trabajo y no cuenta con la personería, es decir, el reconocimiento legal como el más representativo de la actividad, y de esa forma tendría vedado legalmente el acceso a la CGT. En el moyanismo deslizan que la cartera que encabeza Claudio Moroni podría dictar una resolución para beneficiar al sindicato de Siley. Es incomprobable, pero puede tratarse de una cortina de humo del kirchnerismo para inquietar a los sectores que manejan la CGT. Siley también podría quedarse otro período legislativo en la Cámara baja porque el oficialismo está conforme con su tarea como titular de la Comisión de Legislación del Trabajo, desde donde piloteó la aprobación de la Ley de Teletrabajo.

Faltan 82 días para que la CGT designe la conducción que tendrá hasta 2025. Según teme el moyanismo, Cristina Kirchner quiere hacer pie en la central obrera con una mujer de su sector para darles varias lecciones a los sindicalistas tradicionales que tanto cuestiona: que puede crecer en las filas gremiales, que el poder femenino también avanza en el sindicalismo y, sobre todo, que ninguno de los dirigentes puede oponerse a ella sin pagar las consecuencias.

 

Por Ricardo Carpena

Comentá la nota